ELLE Gourmet

ELENA MESEGUER

Sus platos, tazas y cuencos, irregulare­s y en colores empolvados, enamoran a los ‘foodies’. Todos salen de cuatro manos y un solo horno.

- BONJOUR

La arruga es bella. La imperfecci­ón también. Y lo es aún más dejar huella. Literalmen­te. Con estas premisas, Elena Meseguer creó en 2016 Bonjour (somosbonjo­ur.es), una frma de vajillas hechas con tiento en un horno que no entiende de prisas ni agobios. Cada una de las piezas que salen de su taller madrileño defenden lo orgánico, lo desigual, lo perdurable. Y, al tacto, se notan sus manos. Una marca artesanal que eleva los pequeños detalles y que, pese a la sencillez de su formato, busca algo que marque la diferencia. «Eso es un valor», dice ella. «Al estar elaboradas de manera tradiciona­l, cada una es única, con sus caracterís­ticas propias, lo que las vuelve especiales. Lo bonito es que, gracias en parte al boom gastronómi­co, atrás ha quedado la idea de que, al sentarse a la mesa, lo importante es sólo la comida. Cómo la presentas le añade personalid­ad».

¿De qué modo cobra importanci­a esta profesión en tu vida?

Solía trabajar para una agencia de publicidad, en el departamen­to de marketing, y allí todo era para ayer y primaba lo rápido sobre lo bien terminado. Como una de mis pasiones es colecciona­r platos antiguos, me apunté, hará unos cuatro años, a un curso intensivo de cerámica. Como hobby. Con el tiempo empecé a realizar piezas por mi cuenta, dejé mi puesto y me lancé en solitario.

A veces la afición aparece por casualidad.

Sin duda. Al principio no tenía ni horno propio; iba a un taller de alquiler y hacía los diseños en el estudio de mi suegro, que es pintor. Lo extraordin­ario de la talla en barro es que, partiendo de la nada, puedes llegar a casi cualquier cosa, bien con tus manos o bien con herramient­as.

¿Cuál es el ADN de Bonjour?

Diría que es una frma nostálgica y, hasta cierto punto, onírica. Nada futurista. Ese es nuestro 50 por ciento. El resto es la influencia del trabajo de generacion­es de alfareros de Baleares, la Costa Brava, la Toscana, la Provenza... Otra artesana y yo damos forma a cada objeto de principio a fn con los dedos, siempre utilizando una paleta de color neutra y empolvada y dejando nuestras huellas. El resultado son platos, tazas, cuencos... irregulare­s, rústicos y frágiles.

¿Cómo es el proceso de elaboració­n?

Muy lento. Primero hay que moldear, lijar y pulir el bloque de material. Después se realiza la pieza y se deja secar hasta que pierde toda la humedad. Y, por fn, se mete al horno –lleva calentándo­se ocho horas–, se cuece, se esmalta y se vuelve a cocer.

¿Has planeado tus siguientes pasos?

A partir de este otoño, abrir la web a la venta

online en Europa, hacer esculturas y sacar velas de una cera que tiene un aroma concreto.

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