MILAGRO EN LA GRANJA
Hace ocho años la empresaria decidió darle un giro a su vida, asomarse al campo y revolucionar la agricultura y la ganadería. Su finca, en Toledo, es un modelo de producción sostenible con la filosofía ‘slow’ por bandera.
Ecológica y sencilla: así es la finca de la empresaria Blanca Entrecanales.
Entrar en la finca de Blanca Entrecanales Domecq (Madrid, 1962) equivale a sumergirse en un cosmos de elegancia, sencillez y sostenibilidad. Se trata de una preciosa residencia adyacente a la sierra de Gredos, en la cara occidental de la provincia de Toledo, donde se respira una calma –únicamente alterada por los balidos del rebaño– de la que la anfitriona disfruta en familia y con amigos. Preside el espacio «un antiguo chalé setentero de urbanización» que, tras el conveniente twist que le dio la empresaria con la colaboración del arquitecto Arturo Grinda (su mano derecha en los negocios), tiene poco que envidiarle a un cortijo andaluz. Aquí es donde esta madrileña ha emprendido su aventura más ambiciosa: la Dehesa el Milagro, una granja ecológica y autosuficiente que ha adoptado el concepto de agricultura regenerativa (acuñado por el gurú australiano Darren J. Doherty) y cuyos productos han conquistado a paladares exigentes y con conciencia: se venden en el Club del Gourmet, de El Corte Inglés, y en la web dehesaelmilagro.com, donde pueden encargarse imponentes cestas personalizadas con delicias de temporada. Frutas, hortalizas, huevos, carnes, quesos, miel, pan, bizcochos, hamburguesas vegetales, conservas, aceite de oliva y platos preparados deluxe (entre otros imprescindibles) conforman la sabrosa oferta del proyecto por el que un buen día Blanca decidió convertirse en una verdadera ecogranjera.
Las connotaciones divinas del nombre de la dehesa no son el resultado de una casualidad. Fue ocho años atrás cuando Entrecanales empezó a buscar una finca. «Venía de camino a esta para comprarla y sufrí un accidente de coche. Afortunadamente, Arturo y su familia iban detrás de mí. Me salvaron», explica. Definitivamente, un milagro. «En ese momento fui consciente de que quería hacer algo especial con esta propiedad».
La naturalidad salta a la vista en los tres edificios que constituyen el ecosistema del terreno. «La arquitectura es sobria y comedida, ajena a las modas. Así es como yo visto y así es como me defino –subraya la empresaria–. Son construcciones modernas, y en ellas la vida es muy libre. Por eso
«MI COCINA ES CLÁSICA, PERO TIENE UN TOQUE DE DISTINCIÓN E INNOVACIÓN»
cuentan con grandes cristaleras y son respetuosas con el exterior. Aunque se restauraron todas a la vez, cada una de ellas se diseñó para un uso determinado: la casa de campo es sencilla y los muebles están más concentrados que en las otras porque se concibió para el día a día; la de adobe recrea una residencia rústica y la más vanguardista es la de invitados».
APUESTA VINTAGE
La decoración es una de las pasiones de Blanca, algo que comparte con su hija, la interiorista Marta de la Rica. De hecho, aprovecha sus viajes por el mundo para recolectar muebles y objetos. ¿Sus hotspots? El rastro de Madrid y el Mercado de las Pulgas, en París. «No me resisto a las viejas cuberterías ni a las vajillas antiguas –apunta–: mi adquisición más reciente ha sido una de La Cartuja. Me gusta comprar piezas que aporten calidez a la mesa; nada tiene que
chocar, todo debe transmitir tranquilidad». En la residencia principal sorprende la llamativa colección de lámparas que adereza el techo del salón. «Para mí, la iluminación es una de las claves si buscas la velada perfecta», sostiene. También abundan los colores tierra, los libros de cocina –los considera una fuente de inspiración indispensable– y las alfombras patchwork; elementos que, combinados con piezas contemporáneas, retratos de familia (los perros incluidos) y objetos que ya formaban parte de la estructura original –como la parra, su zona favorita de la finca–, han convertido el lugar en un refugio auténtico y de personalidad desbordante. «Cuando encuentras una casa antigua, sientes que posee un alma, esa que viene del tiempo. Nosotros conseguimos recrearla al restaurar la vivienda», recuerda.
«Disfruto mucho recibiendo a gente», admite a renglón seguido con gesto exultante. De hecho, por aquí han pasado personajes tan ilustres como Alberto II de Mónaco, a quien Blanca le cedió su cama a petición de la responsable de Protocolo de la casa Grimaldi, e inquilinos en busca de las condiciones óptimas para concentrarse. Es el caso de los cineastas y actores Javier Calvo y Javier Ambrossi (los Javis), que llegaron a alquilar la casita de campo para escribir algunos de sus guiones más recientes. «Nunca la había arrendado, y, por ahora, tampoco pienso repetir. A lo mejor no es
algo definitivo, porque aquí se mezclan lo personal y lo empresarial. Debo encontrar el equilibrio... Desde luego, en aquellos casos en que el objetivo esté relacionado con la ecología, se estudiará», explica. Y, pese a que para ella los huéspedes perfectos son sus amigos y los miembros de su familia, ha fantaseado en más de una ocasión con la posibilidad de convertir El Milagro en «un espacio didáctico abierto al público».
DE LA HUERTA A LA MESA
También los momentos gastro son para compartir con los seres queridos, según la propia Blanca: «Mi nieta es mi pinche favorita; se ha prestado pocas veces, pero nunca dejará de serlo». Justo después va su hermano Álvaro, porque «lo hace todo con mucha concentración, método e ilusión». Con su ayuda (y sin ella), suele afrontar con éxito cualquier tipo de receta para eventos familiares, «al menos si se usa un buen producto». De ahí que ella misma defina su cocina como «natural y clásica, aunque con un toque de distinción y de innovación». Entre sus musts, por ejemplo, se cuentan las ensaladas –«me encantan cuando están aliñadas con gusto»– y «las crêpes de harina de espelta rellenas de pollo y verduras y con guarnición de hummus y aguacate. Siempre triunfan». Y, personalmente, disfruta como una niña de «esas cosas que nadie come ya: los callos, el hígado a la inglesa con cebolla y beicon y hasta el tuétano. La casquería en general».
Incluso si las reuniones son fuera de casa, prefiere los sabores del pasado; eso sí, no rechaza nada, y probar distintas gastronomías supone para ella un verdadero
«LA CLAVE PARA UNA VELADA IDEAL ES UNA BUENA ILUMINACIÓN»
placer: «Me atrae todo cuando está bien elaborado. Adoro los restaurantes de comida sencilla y con materia prima de calidad», subraya. Entre sus locales favoritos –siempre en la capital, pues es madrileña de nacimiento y sigue muy ligada a su ciudad–, cita las marisquerías Norte Sur (es habitual de la que se encuentra en Bravo Murillo, 97): «Su rodaballo está de diez». También destaca La Carmencita (Libertad, 16), «un sitio histórico que trabaja con productos ecológicos», así como Las Carboneras de Lu (Villalar, 7) y Kabuki (Presidente Carmona, 2). Y, para una celebración especial, apuesta por El Pescador (José Ortega y Gasset, 75) o El Señor Martín (General Castaños, 13), de Alfonso Castellano, el chef que los ha apoyado durante cuatro años para dirigir lo que es actualmente la Dehesa el Milagro.
ECOINFLUENCER
Este lugar, como su dueña, es puro amor por la cocina tradicional, empezando por la tortilla. La especialidad de ella es la de zanahoria, «una opción bastante original». Su secreto es «que tenga mucha cebolla», desvela. Y, precisamente, tips como este han hecho que el recetario que ha ido tomando forma en el blog de su web –creado por la propia Blanca– sea hoy un referente en alimentación eco. Allí encontramos desde una ensalada de kale y puerro a la menta hasta unas albóndigas de ternera con hinojo, ideales para reuniones familiares a pequeña escala.
Eso sí, en los eventos especiales esta empresaria conquista a sus invitados con su plato estrella: el rosbif acompañado de zanahorias vichy. Es el núcleo de un menú que suele abrir con una deliciosa crema de alcachofas elaborada junto con Marisa, encargada del obrador de la finca y fiel amiga; a las dos les gusta salpicarla con detalles inesperados, como huevas de trucha o almejas. Y, para rematar, una apetitosa tarta Tatin de manzana ecológica. Todo presentado siempre sobre una mesa adornada con detalles florales y ramas de eucalipto. «Me encanta traer el exterior al interior. Es algo que alegra muchísimo. Una casa sin vegetación está como muerta», cuenta. ¿Una última recomendación para triunfar como anfitriona? «La conversación. Es lo más importante».
«UNA ANIMADA CONVERSACIÓN ES LO MÁS IMPORTANTE EN UNA ANFITRIONA»