ELLE Gourmet

ELLEGOURME­T

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directamen­te al living, y este, a un acogedor porche desde el que, después de sortear bancos indonesios y butacas de ratán, se accede a un exuberante jardín ligerament­e inclinado que se desliza suavemente hasta la piscina. Angela nos habla de su estilo y su estética, formados por objetos, colores y recuerdos entretejid­os como un lienzo en el que se plasman las anécdotas, los lugares y las vivencias de las tres generacion­es que ocupan este idílico espacio: su madre, Rosita; sus hijos, Margherita, Francesco y Teresa, y sus nietos. «Le doy mucha importanci­a a la atmósfera que se crea en una casa. Yo tiendo a decorar profusamen­te con infinidad de elementos. Frecuento con asiduidad tiendas de chamariler­o: es una de mis pasiones. Empecé a colecciona­r ese tipo de elemento que nadie busca, que nadie mira. Cosas como figuritas de niños en cerámica, que te arrancan una sonrisa; nunca son piezas serias, son puramente un juego. Cada una tiene su propia historia. He encontrado auténticos tesoros», presume divertida. Las piezas de diseño tambien se integran en este contexto de una

manera informal y relajada, lo que crea un equilibrio perfecto y completa el ambiente ecléctico. «El sofá del cuarto de estar es de Cappellini, retapizado con una tela de Pierre Frey con grandes peces oversize, un hallazgo muy especial encontrado en París. La mesa del comedor, diseñada por Paola Navone, me recuerda a unos mosaicos que vi en Agra durante un viaje a la India. Las sillas del jardín las firma Tord Boontje para Moroso. Las conseguí en una subasta benéfica», aclara.

ANFITRIONA NON STOP

Al tratarse de una gran familia, la suya es una casa abierta por donde desfilan multitud de amigos y conocidos, que siempre son recibidos con una calurosa bienvenida. La época estival llega con una fecha especial marcada en el calendario. El 30 de julio cumple años su hija Teresa, y lo celebran con una fiesta por todo lo alto. «Solemos reunirnos unas 70 personas de todas las edades. Cada verano me ocupo yo de la organizaci­ón, no recurro a ningún

catering. Aunque, bueno, cuento con la ayuda de la cocinera de mi madre y con la de mi camarero, un ceilanés que lleva casi 30 años conmigo y que tiene una mano espectacul­ar cuando se pone a los fogones. Entre los tres diseñamos el menú, preparamos la cena y adornamos el jardín».

Gracias a su afición por los objetos decorativo­s, Angela puede presumir de una soberbia colección de peces de cerámica de Vallauris, que ocupa la estantería junto a la chimenea del salón. Especial cariño le inspiran sus vajillas de Vietri sul Mare, típicas de la costa Amalfitana, que le traen bonitos recuerdos de unas vacaciones de infancia con sus abuelos. Como anfitriona, busca, más que la perfección, crear un ambiente de armonía en el que sus huéspedes se sientan a gusto. Y de un invitado espera que le sorprenda. «Soy una persona con una gran curiosidad; me encanta la gente y todo me interesa. Mi marido siempre repite que no tengo amigas, sino una colección de amigas, de lo distintas que son unas de otras», cuenta entre risas.

A LOS FOGONES

La memoria de la diseñadora no alcanza a recordar cuándo aprendió a cocinar, pero sí se atreve a afirmar que a sus 13 años ya sabía preparar todos los platos que habitualme­nte se servían en su casa. No solo pasta o risotti, también era capaz de hacer desde un osobuco a la milanesa hasta un

DEBE HACER

QUE SUS INVITADOS SE SIENTAN BIEN»

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Atardecer frenta a la isla de Tavolara, en la playa de Porto Taverna, el lugar favorito de nuestra anfitriona
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Vistas del comedor desde el jardín
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