ELLE Gourmet

El lujo de la sencillez

Esta irlandesa afincada en Londres ha sabido ganarse el respeto de la crítica y el público. Dulce y educada, es una gran amante de la cocina tradiciona­l y sin florituras, que desarrolla en el restaurant­e Core, en el corazón de Notting Hill.

- POR ESTEFANÍA RUILOPE. FOTOS: MARTA MUÑOZ-CALERO

Nos cita en su establecim­iento a primera hora de un día laborable. Llega puntual, con una amplia sonrisa y dispuesta a todo lo que le pidamos. Así comienza una amena e interesant­e charla con una de las chefs más importante­s de Inglaterra, que es, al mismo tiempo, una mujer sencilla, discreta y humilde. Irlandesa de nacimiento y londinense de adopción, lleva su país en la memoria y procura visitarlo varias veces al año. Tuvo claro ya de pequeña que su amor por los fogones duraría toda la vida. Sus dotes culinarias se remontan a su infancia, transcurri­da en una granja en la que, junto a su familia, preparaba la comida para los trabajador­es. Allí aprendió las bases de una cocina sencilla y en la que la materia prima era la gran protagonis­ta, con especial predilecci­ón por las sopas: «Recuerdo que mi madre las hacía en grandes ollas a fuego lento durante la noche».

DEVOCIÓN POR LA PATATA

Desde 2017, Clare regenta Core, un coqueto restaurant­e ubicado en el número 92 de Kensington Park Rd, en uno de los barrios más cool de Londres. Aunque ella se apresura a decir que lo que le atrajo fue el edificio, no tanto la zona. El secreto de su éxito radica en que elabora una propuesta básica de clásicos ingleses a los que añade una importante carga creativa. «Servimos platos muy British –explica–. Al vivir en una isla, tenemos a mano un pescado y un marisco maravillos­os, y contamos con recetas fantástica­s de la época victoriana que siguen muy vigentes». Procura trabajar con elementos de temporada, por lo que la carta varía varias veces durante el curso; eso sí, siempre tiene como plato fijo el aplaudido Potato and roe: «Se ha convertido en nuestra estrella. En Irlanda lo comía constantem­ente con mi familia; las patatas con algas constituía­n los cimientos de nuestro menú».

Muy perfeccion­ista, Smyth cuida minuciosam­ente cada detalle y es un tanto superstici­osa. «Cada día debo tener en la cocina tres lápices rojos de la misma marca y con la punta perfectame­nte afilada. Deben ser igual de largos, y siempre los coloco alineados», nos

sorprende. Lo que más le atrae de su trabajo es el contacto con la gente, charlar con los que forman parte de su restaurant­e, desde los proveedore­s y los miembros de la plantilla hasta los comensales. «Porque, al final, todo se resume en las relaciones que se establecen con los demás». Por eso prioriza el arte de recibir y saluda personalme­nte a cada cliente: «Creo que no se trata únicamente de que les guste la comida: también es muy importante conseguir que se sientan cómodos para que quieran regresar».

SU ÉPOCA CON GORDON RAMSAY

A pesar de haber pasado por días malos, nunca ha sentido ganas de tirar la toalla, ni siquiera cuando emprendió su camino en solitario. Se decidió a abrir Core porque, a pesar de que le encantaba su puesto anterior, deseaba retarse a sí misma, comenzar algo de cero y regentar su propio negocio. De su época con Gordon Ramsay guarda muy buenos recuerdos: «Fue una experienci­a dura y muy intensa. Había una gran competitiv­idad, incluso entre el equipo. Me gustaba esa presión, ya que suponía una curva de aprendizaj­e constante. Pensé que, si lo conseguía en esa cocina, podría estar en cualquier otra». Conserva con el televisivo chef una relación muy estrecha, tanto que él se involucró en la adecuación del espacio y en el pago del alquiler. «Es un mentor maravillos­o», asegura Clare, quien, aunque ya acumula dos estrellas Michelin, de lo que realmente se siente orgullosa es del MBA que cursó en su país. «Recibí un

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Es el caso del imprescind­ible (y fijo en el menú)
El salón principal de Core tiene capacidad para acoger a 54 afortunado­s comensales. Por aquí desfilan platos de raíces inglesas e irlandesas a los que Clare (abajo, en un momento de la entrevista, con su equipo de cocina al fondo) les ha dado su particular Es el caso del imprescind­ible (y fijo en el menú)
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