SE FUNDEN CON EL ENTORNO E INVITAN AL SOSIEGO Y LA CALMA
No debe de haber en el mundo de la restauración muchos retos similares al que ha asumido Azotea Grupo al recuperar las ruinas de un antiguo cuartel de la Guardia Civil. El edificio, abandonado hace 40 años al borde la playa de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera, es, desde el pasado verano, el it place para los paladares más depurados que se acercan a Novo Sancti Petri. El resultado es una exquisitez, y, a vista de pájaro, tiene algo de decorado cinematográfico que remite a la oscarizada Mediterráneo, de Gabriele Salvatores. Presidido por la torre vigía del Puerco, atalaya militar del siglo XVI, el conjunto ocupa una parcela de 2.000 metros cuadrados, con una estructura regular y de imponente sobriedad.
Para el proyecto de este primer desafío de Azotea Grupo fuera de Madrid, sus propietarios, la periodista Cristina Lasvignes y su marido, José Manuel García, contaron con la arquitecta Paula Rosales, en quien ya habían confiado para Nubel (el restaurante del Museo Reina Sofía), siempre con la idea de respetar la estructura del edificio y el entorno. El espacio se compone de dos naves longitudinales paralelas a la playa. La piedra angular, el restaurante, ocupa el ala que mira al mar, y se declina en una terraza y una sala que fluyen al ritmo de las olas del mar, con elementos ornamentales ligeros que se funden con el contexto e invitan al sosiego y la calma, como las lámparas, que recuerdan a corales erosionados; las omnipresentes tonalidades neutras y arenosas, los textiles naturales, las hornacinas iluminadas y múltiples elementos de barro y de piedra que evocan las construcciones tradicionales gaditanas. Todo, imaginado por la decoradora Alejandra Pombo, quien dejó el protagonismo a las vistas al exterior en un juego de espacios contiguos donde dejar fluir el paladar. En el diseño de la carta, el chef ejecutivo de Azotea Grupo, Manuel Berganza, un asturiano criado profesionalmente en Bilbao que, con 34 años, ya lleva a sus espaldas el haber compartido fogones con Sergi Arola y Quique Dacosta, además de haberse traído una estrella Michelin de Nueva York por su restaurante tapero Andanada 141. Y, a los fogones, en el día a día, Mikel Badiola se encarga de interpretar el concepto en forma de platos que guiñan a la gastronomía local, pero con un twist internacional. Por supuesto, el atún rojo de almadraba cuenta con una sección propia, que rescata piezas tan desconocidas como codiciadas de este manjar: el mormo, la parpatana o el tarantelo. Es un pecado irse sin probar las alcachofas a la brasa con queso payoyo, las coquinas a la plancha con jerez o la tarta de zanahoria asada con un toque de comino. En el ala este, la sala de exposiciones alberga muestras pictóricas y fotográficas de artistas de la zona, catas y talleres, sesiones de DJ diarias y conciertos. Por último, el patio central, corazón del edificio, presidido por una escalera en espiral –una auténtica escultura en sí misma–, desemboca en una azotea en la que se accede al universo creativo del mixólogo de la casa, el napolitano Luca Anastasio, que ha reinterpretado cócteles clásicos (como el mama tai, con brandy de jerez) e inventado sus Mojigatos, propuestas sin alcohol en tragos largos que invitan a disfrutar de los atardeceres atlánticos.