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Luchas contra los niveles elevados de azúcar e insulina . . . . . .

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Luchar contra los niveles elevados de azúcar e insulina

sustancias. O la curcumina presente en la cúrcuma y en el curry, que tiene una escasa biodisponi­bilidad, lo que significa que el organismo la asimila en escasas cantidades.

Sin embargo, en lo que se refiere a las cetonas, la situación es diferente. Los experiment­os llevados a cabo en animales han demostrado que cuando seguimos una dieta cetogénica, las cetonas alcanzan niveles de concentrac­ión que sí tienen un impacto sobre el patrimonio genético y que esta modificaci­ón de la actividad de los genes inhibe la inflamació­n y facilita la respiració­n celular, dos elementos que dificultan la evolución del cáncer.

En la naturaleza, un ecosistema intacto se ve mucho menos afectado por una inundación repentina o por una plaga de parásitos que uno cuyo equilibrio ha sido perturbado. En un ser vivo sucede lo mismo: cuando su cuerpo es un ecosistema intacto, su reacción a las perturbaci­ones de una enfermedad es mejor. Alimentánd­ose de manera adaptada, el ser humano puede influir en su ecosistema corporal para así reaccionar mejor ante una enfermedad, y en particular ante un tumor. Para muchos tipos de cáncer, los avances terapéutic­os son aún muy pequeños. Nuestra esperanza es que el futuro traerá consigo nuevas perspectiv­as. De hecho, algunas investigac­iones han proporcion­ado resultados esperanzad­ores. Por un lado, se delimitan cada vez más y mejor los orígenes genéticos de los distintos tipos de cáncer.

Y por otro lado, durante estos últimos años, el metabolism­o de las células tumorales ha sido objeto de investigac­iones cada vez más punteras y, en este campo, muchas terapias de las llamadas «personaliz­adas» se hallan, en la actualidad, en vías de desarrollo. Queremos subrayar que algunos medicament­os utilizados desde hace tiempo para otras enfermedad­es, como por ejemplo la metformina (para el tratamient­o de la diabetes), parecen ser eficaces en el ámbito de las terapias personaliz­adas.

Sin embargo, debemos ser realistas y admitir que, antes de que todos estos tratamient­os personaliz­ados, actualment­e en estudio, estén disponible­s para todos los cánceres, tendrá que transcurri­r mucho tiempo, ya que requieren largas pruebas y una gran cantidad de dinero.

Sería cínico pedirles a los pacientes de cáncer que esperasen diez o veinte años a que las investigac­iones sacasen a la luz un medicament­o autorizado. Sería como decirles: «Lo sentimos, deberías haber esperado unos años más antes de ponerte enfermo».

Y sería aún más cínico si pensamos que ya existen posibilida­des de aprovechar las caracterís­ticas que poseen las células tumorales que las diferencia­n de las sanas. Podemos actuar en el ecosistema corporal para fortalecer las partes sanas del organismo, sin beneficiar a las células cancerosas, incluso inhibiéndo­las.

SIN EFECTOS SECUNDARIO­S, CON ALIMENTOS COMUNES

La dieta cetogénica es la mejor opción y la más fácil de llevar a cabo. Además, no se le conocen efectos secundario­s y no supone gastos adicionale­s ya que en ella se usan alimentos comunes. La dieta cetogénica es particular­mente eficaz si se sigue durante y entre los ciclos de tratamient­os anticancer­ígenos. De hecho, disponemos de muchos elementos que indican que refuerza los beneficios de la quimiotera­pia y la radioterap­ia y que, además, reduce los efectos secundario­s.

En otro estudio muy interesant­e, se implantaro­n tumores cerebrales en dos grupos de ratones, uno de los cua-

les seguía una dieta normal y el otro, una dieta cetogénica. Los tumores crecieron mucho más en los ratones alimentado­s normalment­e, muriendo bastante antes. Además, estos mismos ratones siguieron un tratamient­o de radioterap­ia semejante al humano que ralentizó el crecimient­o de los tumores, mientras que los tumores de nueve de los diez ratones que siguieron la dieta cetogénica desapareci­eron por completo. Juntas, la radioterap­ia y la dieta cetogénica ayudaron a su superviven­cia.

Es ciero: los ratones no son seres humanos y los efectos de radioterap­ia más alimentaci­ón cetogénica deben ser objeto de más estudios clínicos profundos. Un estudio de este tipo, llamado Ergo2, está actualment­e en curso, en Frankfurt. Consiste en el seguimient­o de dos grupos de pacientes con tumores cerebrales; uno de los grupos sigue, durante su tratamient­o de radioterap­ia, una dieta cetogénica y el otro, ayunos intermiten­tes. A pesar de que no conocemos los resultados, es importante que los pacientes de cáncer conozcan esta opción y que se hagan una idea clara y realista de ella. Así cada cual puede decidir, con el consentimi­ento de su médico, si quiere explorar esta vía en paralelo a la terapia clásica.

UN NIVEL ALTO DE AZÚCAR EN SANGRE AUMENTA EL RIESGO DE CÁNCER

¿Cuáles son los datos científico­s que demuestran que una alimentaci­ón cetogénica puede influir, sobre las condicione­s necesarias para el «buen funcionami­ento» del tumor, de forma positiva para el paciente? No queremos aburrirte con protocolos científico­s complejos, por eso solo te mostraremo­s unos pocos.

Existen estudios a gran escala que muestran claramente cómo una glucemia (nivel de azúcar en sangre) elevada trae consigo un aumento del riesgo de cáncer. Por eso, los diabéticos padecen más cáncer que el resto de la población, sobre todo los que no llevan un control de su glucemia desde hace tiempo. Además, los enfermos de cáncer presentan, a menudo, tasas de glucemia elevadas.

Una esperanza de vida más baja está vinculada al aumento de la tasa de azúcar en sangre. Las células cancerosas se desarrolla­n con mayor rapidez en los pacientes que presentan niveles de glucemia semejantes a los de los diabéticos. Tienen, además, más movilidad y pueden, por lo tanto, formar metástasis más fácilmente. Es más, una tasa elevada de azúcar en sangre favorece la secreción de hormonas que estimulan la división de las células cancerosas y facilita el modo «fermentaci­ón» de los tumores, lo que las hace aún más agresivas. Las personas con cáncer deben esforzarse por bajar sus niveles de azúcar. Una dieta cetogénica las puede ayudar a conseguirl­o.

Se trata de que la glucemia descienda hasta niveles normales y sanos, lo más bajos posibles, pero no de dejarlos a cero —eso sería mortal; de hecho, cierto nivel de azúcar en sangre es necesario para el organismo, por ejemplo para los glóbulos rojos.

LA INSULINA: LA HORMONA CLAVE

La glucemia y la insulina están íntimament­e vinculadas. Esta última es, sin duda, la hormona más conocida. Segregada por el páncreas después de una comida rica en glúcidos, ayuda a las células del organismo a asimilar rápidament­e el flujo masivo de azúcar en la sangre. Este mecanismo es útil porque permite el abastecimi­ento de las células y la bajada rápida de la glucemia (no es sano tener una glucemia elevada).

Generalmen­te, las personas con cáncer presentan no solo glucemia, sino también niveles altos de insulina. Esto es perjudicia­l por dos motivos: por un lado, una tasa elevada de insulina, prolongada, favorece la secreción de hormonas y de los factores de crecimient­o que las células cancerosas necesitan para dividirse y crecer; por otro, la insulina colabora, directamen­te, en el crecimient­o de las células tumorales.

Unos valores elevados y persistent­es de la insulina aparecen cuando las células normales del cuerpo dan la alarma de insulina, algo así como «itomar azúcar!» porque cada vez pueden transforma­r menos cantidad de ella. Si

Antes de alcanzar las concentrac­iones necesarias de resveratro­l tendríamos que beber tal cantidad de vino tinto que moriríamos intoxicado­s

eres «insulinorr­esistente », el nivel de azúcar se mantendrá elevado durante bastante tiempo. En cambio las células cancerosas no necesitan en absoluto la señal de alarma insulínica. Ellas pueden recoger el azúcar de la sangre y gestionar así su fermentaci­ón.

Es, por lo tanto, lógico recomendar a los enfermos de cáncer que vigilen sus niveles de insulina. De hecho, algunos medicament­os en estudio tienen esa meta. Aunque ya existe un método para conseguirl­o. Este método tienen la ventaja de estar al alcance de todo el mundo: la dieta cetógena. La dieta cetógena permite bajar en conjunto las tasas de insulina, impidiendo la formación de «picos de insulina» después de las comidas.

COMBATIR LA INFLAMACIÓ­N

La inflamació­n es uno de los factores ambientale­s que favorecen la aparición y proliferac­ión de tumores dentro del ecosistema de nuestro cuerpo. Si una pequeña inflamació­n es útil para combatir a los agentes patógenos (un virus, una bacteria, una astilla), un proceso inflamator­io que se hace crónico es casi siempre perjudicia­l. Pues bien, una glucemia elevada provoca inflamació­n. Dicho de otro modo, las células cancerosas producen, ellas mismas, sustancias que provocan la inflamació­n de los tejidos vecinos. Sin embargo, la alimentaci­ón cetogénica tiene un efecto antiinflam­atorio: no solo porque una débil glucemia provoca menos reacciones inflamator­ias, sino también porque los cuerpos cetónicos actúan como medicament­os, directamen­te en los genes, y detienen la inflamació­n.

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Una alimentaci­ón rica en materia grasa hace más eficaz la radioterap­ia en ratones con cáncer. Incluso sin tratamient­o, los animales sometidos a la dieta cetogénica viven más tiempo que sus congéneres alimentado­s normalment­e. La radioterap­ia prolonga la vida de los ratones. Todos los animales alimentado­s normalment­e y sometidos a radioterap­ia mueren más tarde que sus congéneres no sometidos a tratamient­o. Pero cuando los ratones son sometidos a radioterap­ia y, además, a la dieta cetogénica , la mayoría sobrevive: un ratón murió a los cincuenta días, mientras que otro incluso llegó a los noventa. Los tumores habían desaparec ido en los nueve últimos ratones.
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