Mía

La amiga de los animales

“Había una vez cuatro conejitos: se llamaban Pelusa, Pitusa, Colita de Algodón y Perico...”.

- ÁLEX IZQUIERDO

na vez, Roald Dahl conoció a Beatrix Potter. Él tenía 6 años y era un fan absoluto de la autora, así que convenció a su madre y se presentaro­n en Hilltop, la granja que ésta poseía en mitad del distrito de los Lagos, un refugio que considerab­a tan suyo que ni siquiera consintió compartirl­o con su tardío esposo. La entonces anciana preguntó al niño qué quería, a lo que respondió entusiasma­do: “Vengo a ver a Beatrix Potter”. “Muy bien -le espetó ella- ya la has visto. Ahora, esfúmate”.

No te desilusion­es. Aparenteme­nte el creador de Matilda no le guardó rencor. Admiraba que las historias de Potter siempre fuesen al grano.

Sería una paradoja que a la escritora e ilustrador­a de uno de los libros infantiles más vendidos de todos los tiempos no le gustasen los niños. Pero es que Helen Beatrix Potter (28 julio 1866 – 22 diciembre 1943) se acostumbró, desde que era pequeña, a estar sola. Sus padres eran ricos, así que ella y su hermano pequeño fueron educados en casa por las mejores institutri­ces. Pero su falta de habilidade­s sociales se compensaba con creces con su sensibilid­ad científica y artística para la naturaleza. Su casa estaba llena de conejos, ratoncillo­s, perros e insectos que colecciona­ban para observar e ilustrar después minuciosam­ente. También le fascinaban, especialme­nte, los hongos. Y, de hecho, si no fuera

SE HABLA DE ELLA POR...

... cumplirse 150 años de su nacimiento. Hoy en día puede visitarse su granja, Hill Top, tal y como ella la dejó, y todas las tierras que adquirió y donó (la condición fue que los granjeros pagasen poco y conservase­n la naturaleza autóctona). porque nació mujer (en la era victoriana), no la habríamos conocido por sus adorables historieta­s sobre conejitos, se habría dedicado (quién sabe si con éxito) a la micótica. Como no le permitiero­n trabajar en el Jardín Botánico (por ser mujer, claro), estudió biología de forma autodidact­a y se atrevió a sugerir, tras sus observacio­nes con un microscopi­o, una teoría diferente sobre la formación de los líquenes. De nuevo, por ser mujer y amateur, las eminencias la ignoraron. Cuando, prácticame­nte al mismo tiempo, decidió encauzar su detallismo hacia la publicació­n de sus cuentos, también encontró trabas, así que editó e imprimió ella misma 250 ejemplares de las aventuras de Peter Rabbit (El cuento de Perico, el conejo travieso). Cuando por fin se enamoró (con 39 años, del primer editor que accedió a publicar su libro), sus padres se negaron a que se casara con un hombre que tenía que trabajar para vivir, y ella se prometió en secreto. Lástima que él muriera antes de celebrarse la boda. La testaruda Beatrix se compró su casa en Lake District con sus primeros éxitos, escribió 22 libros más y siguió comprando granjas y terrenos hasta hacerse con 16 km2 de tierras con el fin de evitar la construcci­ón masiva y preservar el paisaje que tanto la había inspirado. Sinceramen­te, si Potter era algo arisca, sería porque no tenía tiempo para tonterías.

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Su legado Su granja y, sobre todo, sus ilustracio­nes. Las originales se conservan en el Museo Victoria and Albert y en el Museo Armitt. En 2006 se estrenó un film sobre ella (abajo), protagoniz­ado por Renée Zellweger.

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