Gatomanía EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Autosuficientes, observadores y siempre predispuestos para la actividad, así son los felinos más caseros del planeta. Ellos nos enseñan que se puede (y se debe) ser feliz con lo que tenemos. Te explicamos el porqué de la fiebre gatuna.
NADA ES MÁS RELAJANTE ni más fascinante que observar a un gato. Para Frédéric Ploton, autor del libro Feliz como un gato, no son tan listos como los perros, ni tan monos como los conejos, ni siquiera tan hipnóticos como los peces. Pero en el momento en que entramos en contacto con uno de estos felinos nos invade una sensación de bienestar absoluto. El motivo no es otro –explica– que, simplemente, “se sienten satisfechos y a gusto con su propia piel mientras que nosotros nos encontramos tan atosigados, tan acorralados por todos nuestros imperativos, incluso tan deprimidos en ocasiones”.
Según el escritor, los gatos saben ser felices y los humanos solo conseguiremos ronronear de felicidad si somos capaces de adoptar la filosofía de vida gatuna. Y eso pasa, en primer lugar, por cultivar la independencia y la autosuficiencia que poseen estos animales, capaces de satisfacer, por sí solos, sus necesidades más básicas. Otra cosa vital que nos pueden enseñar los gatos es a huir de las experiencias negativas. Al ser animales a los que les cuesta aprender (más que a un perro), fijan en su mente las experiencias desafortunadas y nunca, nunca, repiten.
Por último, los gatos siempre están dispuestos a jugar (entendido el juego como una herramienta para aprender cosas nuevas) y a emprender una actividad en la que se concentran con una intensidad obsesiva. Eso sí, tras realizar una observación pormenorizada de la realidad que les rodea. ¿La prueba? Cómo puede un gato cazar una mosca si no es porque ha previsto el plan de vuelo de estos insectos y sabe hacia dónde escapará.
Ploton también nos recuerda que estos felinos son capaces, como nadie, de compartir sus penas, autodedicarse el tiempo necesario para acicalarse y seguir siempre unos rituales diarios que jamás se saltan y los relajan. Entre otros los de pasear, descansar y comer varias veces al día.
MININOS HASTA EN EL CAFÉ
Una de las consecuencias de la fiebre gatuna que nos invade es la proliferación por todo el mundo de los cat cafés (cafés de gatos), locales cuya atracción es poder observar y jugar con estos felinos. Los clientes pagan el derecho a entrar, que suele ser por horas. Estos puntos de encuentro entre humanos y animales son muy populares en Japón (en Tokio hay más de 60). En España existen actualmente dos: el barcelonés Espai de Gats y el madrileño Café de los Gatos. Ambos funcionan ante todo como una fundación que propicia la adopción de estos animales y no cobran entrada. Solo en el primer año en Espai de Gats acogieron a casi 50 gatos, 35 de los cuales ya han conseguido un hogar.
Según Tereza Reindlova, responsable de Espai de Gats, “en Japón hay muchos cat cafés, entre otros motivos porque la gente allí no puede convivir con animales (pisos pequeños, muchas horas de trabajo, contratos de alquiler que no permiten animales), pero eso no quiere decir que los respeten más. Aquí hay de todo, los que los abandonan y, por suerte, los que los respetan, cuidan y ayudan, que son cada vez más. Es cuestión de educación, leyes y prioridades. Uno de los objetivos de Espai de Gats es concienciar a la gente, ayudarles a entender a los gatos, sean suyos o no, y así reducir los abandonos”.
En los cafés de gatos siempre se invita a una interacción respetuosa. Los mininos se pueden simplemente observar, cosa que resulta muy relajante, se puede jugar con ellos y también se pueden acariciar, siempre que sea una acción deseada tanto por la persona como por el gato, nunca obligando a este o reteniéndolo. Generalmente, la gente sale más relajada tras su paso por estos locales, “aunque existe toda una escala de reacciones muy variadas”, apunta Tereza.
La doctora Paula Calvo, investigadora de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, explica la fiebre por estos felinos porque la convivencia con los gatos conlleva ventajas tanto a nivel de salud física como mental y existen diferentes estudios que lo demuestran. “Así, la tenencia de un gato ayuda a disminuir el riesgo de problemas cardiovasculares y también a aliviar estados de estrés y depresión”, dice. Y añade que un minino nos hace feliz porque “nos ofrece compañía, nos encanta observar cómo se comporta, nos ayuda a superar momentos difíciles, nos entretiene jugar con él y nos hace sentir útiles al cuidarlo”.
Ya sabes: relájate, ten paciencia, juega, observa, sigue una rutina, aprende a decir no, actúa en lugar de pensar tanto, cuídate, estírate. Y entonces, ronronearás de felicidad.
El ronroneo de los gatos tiene un efecto relajante sobre los humanos, similar al que producen los ultrasonidos.