“No me cuenta nada”
¿Por qué nos cuesta tanto comunicarnos con nuestros hijos adolescentes? Muchas veces es tan sencillo como buscar las herramientas que les motiven a hablar con nosotros. Aquí te damos las pautas.
El ambiente
En primer lugar, “debemos propiciar el entorno adecuado para que nos escuche”, explican los educadores Pilar Guembe y Carlos Goñi en su libro Educar entre dos. No conseguiremos nada si intentamos entablar una conversación cuando está enfadado, lo estamos nosotros, tiene prisa o está preocupado por otras cosas.
Procura encontrar el momento en el que lo veas más receptivo e intenta llevar la conversación a temas que le interesen en lugar de convertir la charla en una crítica a su forma de ser o actuar.
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Aborda en cada conversación con tu hijo un solo tema. De esta manera sentirá que verdaderamente te estás preocupando por cómo se siente o qué le perturba y no que le sometes a un tercer grado. No hables atropelladamente y esfuérzate por escuchar más que hablar. Permítele que termine sus frases. No es malo que se formen silencios, darán la oportunidad a tu hijo de poder expresar algo más que en principio dudaba decirte.
Motívalo
Empezar una charla felicitándolo por algo que ha hecho o diciéndole lo guapo que está hoy te facilitará la tarea. Interésate por la música que está escuchando en el móvil o sus planes del fin de semana sin más pretensiones que saber sus gustos y aficiones.
Controla tus emociones
Aunque estés frustrada o enfadada, no vas a conseguir nada gritándole. Si tu hijo se siente atacado, te cerrará las puertas a sus sentimientos y emociones y te será más difícil acercarte a él la próxima vez que quieras hacerlo.
Mejor fuera
Los adolescentes piensan mejor cuando están activos. Forzar a tu hijo a sentarse y quedarse quieto mientras lo sometes a una soporífera conversación hará que esta termine pronto. Trata de favorecer paseos con tu hijo, en donde ambos podáis despejar la mente y disfrutar de una charla distendida.
Por otro lado, caminando evitarás el contacto directo con los ojos de tu hijo, (eso les incomoda a estas edades).
Evita generalizar
Si mantiene su habitación permanentemente desordenada, no te limites a pegarle un chillido cada vez que te encuentres su ropa amontonada y decirle que su cuarto es un caos y que lo ordene. Céntrate en ejemplos concretos: llévale hasta el lugar donde ha dejado sus zapatos tirados y pídele por favor que los recoja, sin alterarte pero manteniendo un tono firme. El respeto es siempre la base de la comunicación.
Si no cuidamos nuestras palabras, la autoestima y la motivación de nuestros hijos adolescentes pueden verse afectadas.