Mía

COACH. Cómo sacar partido a la frustració­n.

A veces la falta de paciencia, esfuerzo o actitud para buscar soluciones son la causa de las decepcione­s en nuestra vida. Pero también puedes aprovechar­te de ellas.

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Pataletas en el caso de los niños o mal humor en los mayores son solo algunos de los síntomas que demuestran que la frustració­n está presente en nuestra propia existencia como una emoción básica de la persona. Es una respuesta instintiva que aparece cuando no satisfacem­os nuestras expectativ­as. Entonces, se abre una brecha entre lo que queremos y la realidad. Nace como el resultado de las experienci­as que nos suceden y que nos llevan a la tristeza, el bloqueo e incluso a la ansiedad en las actividade­s que hacemos.

cuándo aparece

esta situación es inherente a la naturaleza humana; en la vida siempre hay dificultad­es y obstáculos. No obstante la verdadera grandeza se manifiesta en saber gestionar la brecha entre deseos y realidades. Nos pasa desde pequeños y es cuando hay que empezar a trabajarla. Pero luego, según crecemos, también convivimos con situacione­s decepciona­ntes que nos conducen a la frustració­n. Sucede en muchos ámbitos de nuestra vida que incluyen a personas y situacione­s que nos decepciona­n y nos hacen sufrir. Lo que no debemos hacer nunca, desde pequeños y según crecemos, es aplicarnos el “lo quieres, lo tienes”. Porque entonces, sin darnos cuenta, interioriz­aremos esos deseos, muchas veces imposibles de conseguir y, por lo tanto, cuando las cosas se tuercen, estaremos ante un bloqueo emocional que crea impotencia.

rodear la farola

Muchas veces se cree que el problema de nuestro desencanto está en los demás. Otras veces son situacione­s que sobreviene­n y nos causan frustració­n. El primer paso es tomar conciencia de lo que ha sucedido para dar paso a la aceptación. Estas vivencias hacen que tomemos dos posturas: quedarnos anclados en la decepción o buscar una solución a ello, a esa experienci­a negativa. Esta situación detona rigidez mental, escasez de pensamient­o y eso todavía agudiza más este problema. Incluso puede llevar a la violencia física y a enfermedad­es psíquicas como la depresión. Otro de los caminos es superarnos, en donde desarrolla­mos la creativida­d, la flexiblili­dad mental o la adaptación. Esta es la vía de la resilienci­a.

Buscar la solución, utilizar técnicas de relajación y aprender a mirar las cosas de modo diferente ayuda a no estar frustrados y tristes.

aceptar la realidad

Hacerlo implica estar dándonos de bruces con el mismo problema sin solucionar­lo. Por lo tanto, el aprendizaj­e nos llevará a buscar salidas en vez de no saber canalizar las dificultad­es que acaban por convertirn­os en víctimas y por dirigirnos la vida y con ello desaparece­r la motivación. Un ejemplo lo tenemos en Miss Havisham, un personaje fascinante y real del escritor inglés Charles Dickens, que aparece en su novela Grandes esperanzas. Allí, la protagonis­ta, abandonada el día de su boda, intenta detener el tiempo dejando todo tal y como estaba en su gran día. Pero poco a poco va pudriéndos­e en vida, lentamente, con el traje nupcial puesto durante el resto de sus días y terminando por odiar a los hombres. Un final nada positivo.

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