Mía

entrevista. Jorge Bucay.

“EL CAMINO DE LA FELICIDAD NO PUEDE SER UNA META”

- por_Raquel Mulas

En su juventud fue agente de seguros, vendedor ambulante, taxista y actor. Al tiempo cursó medicina y se centró en el estudio de las enfermedad­es mentales. Ahora el mundo le reconoce como psicoterap­euta, una palabra grandilocu­ente, por eso Jorge Bucay se siente mucho mejor en la definición de “ayudador profesiona­l”. En esa tarea lleva más de media vida; de hecho, sus reflexione­s y enfoques personales son un auténtico consuelo para la gente que los ha incorporad­o a su vida diaria. En esta ocasión son los cuentos el medio que ha utilizado para hacernos crecer como personas. “El cuento tiene un montón de herramient­as para ser un buen vehículo: permite ver fuera lo que no vemos dentro, vivir transitori­amente una vida que no es la tuya sin tener que pagar las consecuenc­ias, tiene el valor del entretenim­iento y, sobre todo, dado que es una ficción y como tal una mentira, nos conecta directamen­te con la emoción. Y como nosotros los terapeutas creemos que las cosas están en el ámbito de lo emocional, el cuento podría ser una manera de vincularse con esos aspectos sin el filtro intelectua­l”, dice.

Los cuentos forman parte de nuestra infancia y al hacernos mayores los abandonamo­s.

JORGE BUCAY: No solo eso, sino que utilizamos el cuento en sentido despectivo con expresione­s como “no me cuentes cuentos” o “qué me estás contando”. Hablamos de él como sinónimo de la mentira ladina y malintenci­onada cuando son mitos y leyendas que nos nutren para saber más. Somos muchos los que estamos recuperand­o su prestigio. En este libro has recopilado y reinterpre­tado 15 historias clásicas. Algunas se han edulcorado para adaptarlas a los niños.

Todo se basa en la idea del siglo XVIII o XIX de que algunos cuentos crueles eran dañinos para los niños. Se suavizaron justamente porque se pensó que los infantes merecían tener una historia con final feliz. La educación de aquel momento tendía a pensar que la rigidez educativa que se usaba debía ser compensada por la buena noticia de que todo al final va estar bien. Los cuentos reflejaban esa tendencia que decía básicament­e que si tú haces lo que se debe, el final es próspero.

En el libro recuerdas que el primer cuento de tu infancia fue El patito feo y por ello lo has elegido para empezar, pero ¿con cuál te sientes más identifica­do?

Hay uno que tiene que ver conmigo y hoy, después de muchos años de terapia, puedo entender por qué. Es El sastrecill­o

valiente, ese hombre que un día mata cinco moscas y sale a la calle diciendo: “Maté a cinco de golpe”, y todo el mundo cree que lo que mató fue a gigantes. Al sastrecill­o lo alaban porque lo consideran un héroe y él sabe que todo ha sido casi un accidente. Esa es mi vida. ¿Crees que lo que te ha ocurrido es totalmente accidental?

Sí, absolutame­nte. Escribí libros porque a mí me gustaban y la gente creyó que estaba aportando algo a la humanidad, como si yo fuera una rock star. ¿Es así como vives tu éxito?

Por supuesto. Yo no soy un escritor pero la gente me trata como si lo fuera. Un escritor es alguien capaz de utilizar su pluma como si fuera un pincel para pintar un cuadro con lo que salga de su cabeza. Yo no soy eso, yo jamás me he sentado ante la página en blanco sin saber lo que iba poner. Aprendes a escribir como aprendes a cocinar sin ser cocinero, como le pasó al bueno del sastrecill­o. Yo soy un terapeuta que escribe algunas cosas, a veces para no tener que repetirlas a mis pacientes. Eso no tiene nada que ver con el golpe de fortuna de haber sido útil para algunos, por eso estoy muy agradecido. ¿Cómo lleva tu ego el ser tan seguido por millones de personas de todo el mundo?

La mayoría de las veces trato de no pensarlo porque me abruma un poco. Pero te voy a confesar algo, a mí me agobia mucho saber que hoy los que me leen (no cuando empecé a escribir) son los jóvenes.

¿Por qué?

Porque es una responsabi­lidad brutal. Pienso que debo ser cuidadoso con lo que escribo para que sea usado para encontrar el camino y no para perderlo. Pero claro que me siento muy orgulloso, por supuesto que sí, pero no me olvido de quién soy. Yo nací en Buenos Aires a 50 metros del basurero municipal, en un barrio que olía a humo y a basura. Me acuerdo cuando empecé a estudiar medicina. La universida­d estaba lejos. Al volver de clase le decía a mi madre: “Mamá, huele mal”, y ella me decía: “No, no huele a nada”. Porque cuando tú vives

en un barrio que huele a basura dejas de olerla, pero cuando sales y vuelves, el olor está ahí. Yo nací en ese barrio y estoy muy orgulloso. Soy quien soy precisamen­te por haber nacido en él, no me olvido. ¿Para ser terapeuta, o ayudador, es necesario conocerse a sí mismo?

Sí, pero no todos tienen resueltas sus cosas. Como suelo decir a mis colegas más jóvenes, un terapeuta, para poder recibir a un paciente por primera vez, tiene que tener claro cuatro o cinco asuntos fundamenta­les, porque si no el día que le traiga esos problemas básicos va a entrar en pánico y hará lo que el mal terapeuta hace: mandar al paciente a experiment­ar la respuesta para ver cómo le iría a él si la siguiera. Y lo va a hacer sin darse cuenta. ¿Cuáles son esos asuntos a resolver?

Primero tienes que saber quién eres, de dónde vienes, tu identidad, tu origen. Segundo, has de tener claro el tema de la relación con tus padres, no importa si los odias o los amas. Debes resolver cuál es el sentido de tu vida, tu propósito. Si no sabes para qué vives no puedes ser

terapeuta. Debes tener resuelta tu identidad sexual, da igual si te gustan las mujeres, los hombres, los perros o los monos tití. Has de conocer cuál es tu posición religiosa, en qué crees y cómo. Y por último, reconocer tu posición frente a la muerte. Si mañana se desacomoda­n, las tienes que acomodar de nuevo. En hablas tus libros de la felicidad. y conferenci­as ¿Se podría siempre definir como el que un a veces camino no lleno se llega de a obstáculos la meta? en

El camino de la felicidad no conduce a ningún lugar porque no puede ser una meta, es el camino, es la tranquilid­ad interna que se tiene cuando se sabe con certeza que uno está recorriend­o la vía correcta, y esa es la que está alineada con tus propósitos en la vida. No tiene nada que ver con la alegría, que son momentos; la felicidad puede ser permanente. ¿Hay quien no sabe ni cómo empezar?

Y gente que se muere sin haber empezado. Pero claro, si nunca te han dicho que tu vida debe tener un propósito, que tienes el derecho a tenerlo; si has vivido esclavizad­a toda la vida y otros te dicen lo que tienes que pensar y lo que no, plegándote a la ventaja que tiene el ser obediente, entonces deberías conformart­e con no ser feliz. ¿Uno puede vivir siempre en esa burbuja?

Cómo no. El periodista americano Ambrose Bierce dice que si tú quieres que tus sueños se hagan realidad tienes que despertar. ¿Cuál sería el primer paso?

Que alguien te despierte. Nadie despierta solo, puede ser tu papá, tu mamá, tu pareja, un maestro, tu terapeuta; puede ser un mendigo que te encuentras en el camino. Si algo no te despierta, puedes seguir dormido el resto de tu vida. ¿A ti quién te despertó?

Tuve la bendición de que mis despertare­s fueron suaves, tibios, amorosos, encantador­es. Siempre fue la mano de mi mamá, la palabra cobijadora de mi viejo, el abrazo del padre Ramón (el cura de la parroquia a la vuelta de mi casa), unos maestros que encontré en el camino, mi hermano (que es el tipo más bueno que conocí en mi vida), alguna novia y la madre de mis hijos, por supuesto.

“Yo nací en Buenos Aires, en un barrio que olía a humo y a basura. Soy quien soy precisamen­te por haber nacido en él, no me olvido”.

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 ??  ?? dE ‘EL pAtito fEo’ A ‘LA LEyEndA dE uLisEs’ El nuevo libro de Bucay es una puerta abierta a conocer un poco más el comportami­ento humano, nuestros miedos, fantasías e ilusiones, los objetivos propuestos y logrados y el aprendizaj­e que nos llega a...
dE ‘EL pAtito fEo’ A ‘LA LEyEndA dE uLisEs’ El nuevo libro de Bucay es una puerta abierta a conocer un poco más el comportami­ento humano, nuestros miedos, fantasías e ilusiones, los objetivos propuestos y logrados y el aprendizaj­e que nos llega a...
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NIÑO DE BARRIO. Izquierda: Buenos aires. Bucay es uno de los hombres ilustres que nació en el, entonces humilde, barrio de Floresta de la capital porteña.

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