Mía

icono. Isabella Rossellini.

“La vida es como una tienda de caramelos. No quiero comer solo uno, quiero probar sabores distintos”, dice la incombusti­ble estrella, que presenta su nuevo monólogo en Barcelona.

- por áLex izquierdo

Usamos esta foto de 1990 porque es preciosa, pero también consciente­s de que la modelo cuestionar­ía la elección. “Nadie habla sobre lo maravillos­o que es envejecer”, dice. “De jóvenes, las mujeres estamos sometidas a mucha presión: hallar un trabajo, ganar dinero, ser madres. Pero a medida que crecemos, nos aclaramos. Envejecer no se trata de tener o no tener arrugas, sino de encontrar nuestra voz”, sentencia.

periodista, modelo y actriz

Ella, como hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, de presiones, entiende. Reconoce que si no se inició antes en la actuación fue porque los zapatos de su madre “eran demasiado grandes para llenarlos”, y sentía que tenía que hacer algo diferente, ser independie­nte. Su primer instinto fue el periodismo. Trabajó para la radiotelev­isión italiana y, curiosamen­te, conoció a su primer marido, Martin Scorsese, haciéndole una entrevista. Todavía siendo reportera le hicieron sus primeras fotos como modelo, y las portadas empezaron a agolparse una detrás de otra: “No pude evitar enamorarme de la profesión”, contaba. Al igual que, al final, a pesar de sus reticencia­s (y las de su padre), no pudo evitar hacerlo del cine.

la elegancia está en la mente

Como a su madre, a Isabella la empezaron a llamar menos, mucho menos, a partir de los 40, cuando se hizo ‘demasiado mayor’. Incluso la marca de belleza de la que había sido imagen durante 13 años prescindió de ella cuando cumplió 42. Sin embargo, no se sentó a esperar: se sacó la carrera de Etología, que estudia el comportami­ento de los animales; se fue a vivir a una granja orgánica donde cría pollos y que forma parte de una comunidad colaborati­va; estudió un máster y escribió Green Porno, un documental en clave de humor sobre la vida sexual de los animales que después convirtió en libro y en obra de teatro e interpretó por todo el mundo. En definitiva: ha encontrado, como decía, su propia voz. Una voz segura, más divertida de lo que creíamos y tan elegante como esperábamo­s. “La verdadera elegancia es tener una mente libre”, opina. Libre para sentirse feliz con sus imperfecci­ones, las que la hacen singular. Una declaració­n de principios tan poderosa y atractiva, que hasta la marca que prescindió de ella ha querido recuperarl­a.

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