Belén Cuesta
“hay que reírse y relativizar, en política y en todo”
Su nombre está en casi todos los títulos de crédito de las comedias de los últimos tres años: Kiki, el amor se hace, 8 apellidos catalanes, Villaviciosa de al lado, El pregón, La Llamada. Se podría decir que es una fija del género y que con su peculiar manera de interpretar, otorgándole a los personajes una buena dosis de ternura e ingenuidad, arranca la sonrisa y a veces la carcajada de los espectadores. Ahora, con El aviso, Belén Cuesta se ha puesto en manos del director Daniel Calpasoro (Cien años de perdón, Combustión, Invasor) en una historia “muy bien contada”. Dice que ha sido muy fácil trabajar con él. “Estaba un poco asustada –confiesa– porque era en un género que no había probado y siempre da como vértigo, pero en la peli, además de acción, hay también una parte emocional muy bonita que habla de la amistad y del amor”. Con El aviso cambias de registro y te pasas al thriller. ¿Te apetecía?
BELÉN CUESTA: Sí. Siempre digo que he hecho comedia pero que al final mis personajes son muy dramáticos. En la comedia se tratan debilidades o penurias de los personajes, la línea entre uno y otro género es muy fina. En 8 apellidos catalanes simulabais, en tono de comedia, una Cataluña independiente. ¿Es necesario tomarse la política con un poco más de sentido del humor?
Todo necesita un poco más de sentido del humor. Hay que reírse y relativizar, si no: mal, en política y en todo. La realidad también supera la ficción en la serie Paquita Salas, en la que recreáis el mundo de los representantes de artistas.
Sí. En Paquita, los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo) retratan esa parte de la profesión que la gente no ve. Se piensa que todo es glamour y creo que es muy necesario que se vea que hay actores que pasan mucho tiempo sin trabajar o que después de estar mucho tiempo de repente caen en el olvido. La serie ayuda a mostrar la realidad de la profesión y reírse de sí mismos. Otro trabajo con la firma de los Javis es
La llamada, que ha sido un taquillazo. Primero funcionó en teatro, luego en cine y ahora se puede ver en Netflix.
Estamos alucinando porque nos llegan sin parar mensajes de gente que la están disfrutando ahora. ¿Los Javis son tan adorables? ¿Tienen tanto talento como parece?
Yo creo que sí, sobre todo poseen una fuerza y una forma de hablar de lo que ellos consideran importante que hacen que llegue a mucha gente. Tratan los conflictos y temores que todos tenemos desde la comedia, aunque luego te pegan un pellizco. Hay que ser muy inteligente para contar algo de esa forma y que llegue a gente de diferentes edades. Ahora que se han hecho populares por Operación Triunfo, ¿les ves como los nuevos Almodóvar, en el sentido de que todos quieren trabajar con ellos?
Creo que son sinónimo de una nueva generación de creadores y directores. Aunque la comparación no sé si ayuda
porque lógicamente el talento de Pedro es incomparable, pero sí que son referentes de algo nuevo, joven y diferente. Hay muchos compañeros que están deseando trabajar con ellos porque lo hacen de una forma cómoda y divertida. Se lo pasan bien y hacen que nosotros nos lo pasemos bien. Hay directores que son más estrictos y los Javis juegan, prueban y hacen que todos estemos a una y que disfrutemos. Precisamente por La Llamada te nominaron en los últimos premios Goya junto a tu amiga Anna Castillo. Era la segunda vez que compartíais nominación y nervios. ¿Cómo viviste ese momento?
Dicen que es un rollo competir con tu amiga pero no, es divertidísimo. Fue una experiencia maravillosa. Esta vez todavía más emotiva porque estaban también Maca (García), Gracia (Olayo) y Richard (Collins-Moore), con los que llevo trabajando desde hace más de cinco años en la obra de teatro La Llamada, en la que se basa la película. ¿Te ves presentando los Goya?
Me da un poco de vértigo, la verdad, no sé si se me daría bien. Nunca se puede decir de esta agua no beberé, pero de momento me da un poco de pudor. Este año hemos vuelto a comprobar que los dramas se llevan los premios, mientras que las comedias arrasan en taquilla. ¿A qué crees que se debe este fenómeno? Eso pasa y no sé por qué. La gente piensa que es una cosa de los académicos y no, los académicos somos gente de la profesión, directores, técnicos, actores. Es verdad que se dice que la comedia es dificilísima, pero luego no se premia. La recompensa es la taquilla. Si tuvieras que definirte como actriz o describir tu talento, ¿qué dirías?
Es difícil. No lo sé, no lo he hecho nunca. Lo único que sé es que me gusta mucho interpretar y que le doy mil vueltas a todo. Me encanta el trabajo de antes de rodar o de actuar en un teatro. Esa es la parte que me entusiasma. La naturalidad ante la cámara es una de tus armas. ¿También hay que trabajársela?
Claro que sí, se debe trabajar, escuchar al otro y no estar pendiente de uno mismo. Cuando eso pasa lo noto, “ahí estaba escuchando” o “ahí estaba pendiente de qué carita poner para estar más guapa”. ¿Hay alguna manera de venderse?
No sé cómo se vende uno. Sé que hay que trabajar y ya está. Luego, hay muchos factores en esta profesión. Está el esfuerzo y el trabajo y está la suerte o estar en un momento en el sitio adecuado. ¿Qué es lo mejor que han dicho de ti o lo que más te ha llegado al corazón?
Que alguien diga que le ha servido tu trabajo es superbonito. Con La llamada nos ha pasado mucho; padres que nos contaban que gracias a la obra su hija se había atrevido a contarles que era lesbiana. Eso es emocionante y nos ha pasado muchas veces. Llegaban los Javis y decían: “Mirad la carta que nos han enviado”. Y de repente todos llorando. Es lo bonito.