Stephen Hawking.
El físico, apreciado en todo el mundo por su persistencia por vivir y seguir divulgando ciencia, falleció el pasado 14 de marzo. Un consejo suyo: “Recuerda mirar a las estrellas y no a tus pies”.
S
olo somos una raza de primates en un planeta menor de una estrella ordinaria, pero podemos entender el universo”, dijo el científico más popular de la historia, con permiso de Einstein. ¿Qué era, por tanto, una funda maltrecha comparada con la posibilidad de entender el origen de todo? El cuerpo de Hawking era una jaula, sí, pero es difícil encerrar una mente que no tiene límites.
la vida con sentido del humor
Stephen Hawking fue un caso excepcional. Primero, porque la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que le detectaron a los 21 años y que normalmente da un margen de vida de unos cuatro o cinco años, a él le concedió 55 más. Pero, sobre todo, por cómo afrontó ese tiempo. Él se tomaba cada día como ‘un bonus’ que no podía desaprovechar. Y por eso, en este caso, incluso la manida y cursi expresión de que fue “un ejemplo” de superación, de ganas de vivir, aprender y enseñar, de fuerza para luchar, se justifica. ¿Cuántos de nosotros habríamos hecho lo mismo sin perder el sentido del humor? Porque esa es otra de las cualidades por las que despertaba tanta admiración: Hawking era un cachondo. Por ejemplo, admitía que gracias a su enfermedad se había ahorrado aburridas clases y reuniones y se había podido dedicar más a investigar (o a pensar en mujeres, el gran misterio).
el amo de los agujeros negros
Como científico, introdujo la teoría de que los agujeros negros no lo eran tanto, pues emitían radiación. Por tanto, ya no eran pozos siniestros y destructores que lo absorben todo a su paso, sino que contaban con algún tipo de salida. “No tengo miedo de ser arrojado dentro de ellos. Yo los entiendo. Siento que, de alguna manera, soy su amo”, decía Hawking, que ya no le temía a la oscuridad porque, de alguna manera, había conseguido arrojar algo de luz al universo.