Saúl Craviotto.
“el éxito es solo la punta del iceberg”
En el palmarés deportivo de Saúl Craviotto hay cuatro medallas olímpicas: oro en Pekín 2008, plata en Londres 2012 y oro y bronce en Río 2016; en el televisivo, un absoluto en las cocinas del programa MasterChef Celebrity. Pero es el triunfo personal y familiar al que más importancia da en su vida, un éxito que tiene tres nombres: Celia, su mujer, y las pequeñas Valentina y Alejandra. La trayectoria deportiva de este olímpico es un referente para mucha gente, por eso la marca Intersport le ha nombrado embajador del proyecto Historias Extraordinarias, cuyo fin es dar a conocer los testimonios de tantos deportistas anónimos y premiar aquellos en los que prevalezca el espíritu de sacrificio, esfuerzo y dedicación. ¿Qué es lo que más te está llamando la atención de estas historias?
SAÚL CRAVIOTTO: Más que las de éxito, me llegan las de superación, Al final el éxito es solo la punta del iceberg, lo que todo el mundo ve y admira, pero a mí lo que más me gusta es ver la gente que tropieza, que sabe darle la vuelta a la tortilla y encuentra otros caminos para mejorar. Tu propia historia es un ejemplo.
Si mi victoria y la de muchos otros ayuda a alguien a motivarles y a mejorar en el deporte, en el trabajo, en una oposición o en cualquier otro ámbito, pues bienvenido sea, yo feliz. La verdad es que intento siempre hacer lo mismo, marcarme objetivos y luchar. No hay otra forma, es trabajar, trabajar y trabajar e intentar que te salga bien el día clave.
¿Para dedicarse al deporte de élite hay que ser una persona muy sacrificada?
Lo que está claro es que cuanto mayor sea el reto que te propongas mayor es el sacrificio que hay que hacer. No es lo mismo aspirar a quedar entre los 50 primeros en una carrera popular de tu barrio que intentar ir a por un oro olímpico. ¿Siempre merece la pena?
En mi caso, sí. Todo lo que me ha dado a el deporte ha sido beneficioso tanto física como psicológicamente. He viajado mucho, tengo amigos por todo el mundo. Sí, me ha merecido la pena más allá de las medallas, que al final es lo menos importante. ¿Qué es lo que hace que te levantes todas las mañanas y digas: un día más a entrenar, un día más para superarme?
Uf, pues hay días que no me apetece nada. Es la inercia porque al final, no te voy a engañar, a mí me gusta mucho mi deporte pero a nadie le gusta ir a remar en invierno con el frío y lloviendo. Hay días que me da pereza pero hay que buscar motivaciones. La mía es marcarme un sueño, el de ir a Tokio. Si no tienes un reto alcanzable y palpable que veas que puedes lograr es difícil levantarte todos los días. Entrenas, trabajas como policía nacional, tienes una vida familiar, viajas para cumplir un montón de compromisos. ¿Cómo te organizas?
Tengo gente que se encarga de todo eso. Si me ocupo de llevar yo la agenda acabo loco. Al final se trata de organización pura y dura y mucho esfuerzo No te lo negaré, porque al final en vez de dedicar mi tiempo libre a estar en el sofá viendo series o con mi niña paseando tengo que hacer un evento u otras cosas. Estoy viviendo una etapa dura pero a la vez muy bonita e ilusionante. Y aun así sacaste un hueco para participar en MasterChef Celebrity y ganar. ¿Notas la popularidad?
Bueno, eso al final son modas. La cosa irá bajando con la tercera edición del programa. Ahora tengo que vivir mi momento, disfrutarlo y compaginarlo con lo mío, que es remar. Ganar al menos ha servido para visibilizar el piragüismo en un mundo en el que solo se habla de fútbol o como mucho de tenis.
Es una de las cosas de las que más orgulloso me siento. Ahora la gente ubica en el mapa este deporte, antes decías piragüismo y no se sabía muy bien si era canoa, kayak... Gracias al programa han leído mi currículo en Google y han conocido este deporte. Dijiste que, de los participantes del concurso, tú eras el más normal. ¿Cómo te sentiste entre la gente de la ‘farándula’?
La primera semana flipé un poco. Me preguntaba qué pintaba allí, al lado de Bibiana (Fernández), de Silvia (Abril), de (José Luís) Corbacho, que estaban todo el día haciendo coñas. Pero la verdad es que son gente supermaja y enseguida hicimos piña. No me sentí desplazado ni raro. ¿Seguís en contacto, os habéis hecho amigos?
Tenemos un chat de grupo que es una locura. No hay dos días seguidos sin que nos mandemos un whatsapp o una coña. Están organizándose para ir a Tokio a verme. Eres policía nacional en Gijón. Actualmente no realizas servicios en la calle, sino que das charlas sobre Participación Ciudadana a chavales. Sin duda se están aprovechando de tu tirón.
Sí. Es algo mutuo. Ellos se aprovechan de mi tirón, pero también me dan todo tipo de facilidades para entrenar, para competir en el extranjero, para todo. Y además me permite la posibilidad de trabajar con seguridad y en algo que es muy gratificante. Voy por los colegios a hablar con niños y adolescentes y eso es muy bonito. Alucinarán al ver que el poli que les da la ‘charla’ ha salido en la tele.
La verdad es que les hace ilusión. Que alguien como yo les hable sobre bullying les llega más, pero al final los niños son niños y lo que quieren es que les cuente cosas de MasterChef y de las olimpiadas. ¿Cuando cuelgues las palas y aparques la piragua, qué vas hacer?
Pues no lo sé, para eso ya queda poquito. Soy consciente de que después de Tokio hay que colgar la pala y para eso quedan dos años y medio. Cuando llegue ese momento lo que tengo claro es que me gustaría seguir ligado a la policía, por supuesto, y al deporte, que es mi pasión. Quién sabe, a lo mejor monto un restaurante, ahora que me ha dado por la cocina. Entonces vas a tener éxito seguro.
La verdad es que no sabía que tenía esa faceta culinaria. Es un mundo superinteresante que respeto muchísimo. Ahora que sé lo que es trabajar en una cocina, cuando dejo propinas en los restaurantes lo hago con más ganas porque sé lo que sufren, las horas que echan. Es un mundo muy bonito al que le tengo un respeto increíble.