Mía

Sin machismos desde pequeños.

Conseguir la igualdad real de sexos comienza por educarles sin diferencia­s desde niños.

- Por maCarena orte

el otro día me dijo mi hija que la policía iría a su colegio a enseñarles educación vial. Cuando llegó por la tarde le pregunté cómo había sido la charla con el policía, a lo que me contestó: “Mamá, era una chica”. Inconscien­temente, en pequeños actos cotidianos de nuestra vida somos sexistas. Y tú, ¿educas de la misma forma a tus hijos que a tus hijas?

Violencia machista

Según ONU Mujeres, las causas de este tipo de violencia se encuentran en la discrimina­ción de género, las normas sociales y los estereotip­os que la perpetúan. La prevención, indica, debe comenzar en las primeras etapas de la vida, mediante la educación de los niños y las niñas que promueva las relaciones de respeto y la igualdad de género.

Nuestros referentes

Como apunta la filóloga Iria Marañón, “la historia, la ciencia, la tecnología, la literatura y los medios de comunicaci­ón se encargan de invisibili­zar a las mujeres”. Por eso es tan importante que a las niñas y a los niños se les ofrezcan referentes femeninos. ¿Cuántas pequeñas querrán ser pilotos de mayores si duran- te décadas se les ha enseñado que su papel en un avión era el de azafata? Las niñas necesitan ejemplos reales de mujeres que han conseguido éxitos para no ponerse nunca barreras.

Lo mismo ocurre con los cuentos. Elige títulos en los que sus protagonis­tas también sean mujeres pero que no esperan ser salvadas por un príncipe. ¿Ejemplos? Cenicienta y las pantuflas peludas (Ed. Anaya) o Frida Khalo (Ed. Chrimbote). También puedes optar por cuentos con personajes fantástico­s o de animales sin carga sexista: No abras este libro, Hay un monstruo en tu libro (Ed. Bruño) o Te voy a comer (Ed. VVKids).

Para una familia católica será ir a misa todos los domingos; para una monoparent­al, tener solo un padre o madre. Es importante que les enseñemos a nuestras criaturas que todas las opciones son válidas y que comportami­entos que ahora están perfectame­nte aceptados, en su día no se aprobaban e incluso se prohibían. Anima a tus hijas a intentar deportes estereotíp­icamente masculinos y a los niños a hacer lo mismo con los “femeninos”. Te sorprender­á ver cómo tu hijo disfruta haciendo cosas que nunca realizó porque no se le dio la oportunida­d de probarlas.

En casa

Reparte equitativa­mente las tareas del hogar sin importar el sexo del pequeño. Hoy, muchas familias ya mandan recoger, limpiar o hacer la cama a sus hijos, sean del sexo que sean. ¿Pero qué hay de las tareas más especiales? Enséñale a ella a utilizar el taladro (cuando tenga la edad adecuada) y a él a coser. No juegues con tu hijo a adivinar la marca de los coches viendo sus logotipos y dejes a tu hija de lado en ese entretenim­iento. Son pequeños gestos que pueden influir mucho más de lo que te imaginas en que tu hija opte el día de mañana por una carrera de ciencias o de letras.

El lenguaje

Es quizá el punto más controvert­ido. ¿Debemos decir “todos y todas” cada vez que nos referimos a un grupo de hombres y mujeres o seguimos confiando en el masculino para designar a ambos? El debate está abierto.

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