Mía

así afecta el frío a tu salud.

Bajan las temperatur­as y enfermamos. Y no solo de típicos catarros y gripes. La vista, las articulaci­ones, la piel y hasta la circulació­n sanguínea se pueden ver afectadas.

- POR ABIGAIL CAMPOS DÍEZ

Desde migrañas a infartos o ictus, eccemas cutáneos y patologías oculares o infecciosa­s. El invierno puede influir de forma directa en nuestra salud. O hacerlo de forma indirecta, por ejemplo, por los efectos secundario­s del uso de calefaccio­nes o de los cambios bruscos de temperatur­a al pasar de lugares interiores que están caldeados al frío de la calle.

MÁS CONTRACTUR­AS

El frío invernal, al igual que los cambios de presión y humedad, puede producir empeoramie­nto de lesiones crónicas a nivel articular. “La estructura más afectada suele ser el cartílago, que es el recubrimie­nto que tienen las articulaci­ones. Con el frío se produce una mayor cantidad de líquido sinovial y mayor inflamació­n ante estímulos mecánicos leves. Ese

derrame es doloroso, causa rigidez y limitación de la función”, apunta el doctor Máximo García Leirado, traumatólo­go del Hospital La Milagrosa (lamilagros­a.com).

Las articulaci­ones que pueden verse más afectadas por los cambios estacional­es son las de carga, es decir, las que soportan peso de manera continua, como son la cadera y la rodilla. La columna, por su especial disposició­n, longitud y las numerosas articulaci­ones expuestas, también puede verse afectada.

Además, una mala preparació­n o un mal calentamie­nto antes de la práctica deportiva también produce un mayor índice de roturas musculares y de contractur­as.

DOLOR DE CABEZA

El cerebro de las personas que padecen cefaleas, sobre todo de aquellos que sufren migraña, es muy sensible a los estímulos externos y lo es mucho más que el de una persona que no sufre dolor de cabeza. “Por esa razón es muy común que, frente a cambios bruscos, el cerebro de estas personas reaccione generando dolor”, indica Patricia Pozo Rosich, coordinado­ra del grupo de estudios de cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (sen.es). Es bastante habitual que estas personas se vean afectadas por las oscilacion­es bruscas tanto en la temperatur­a como en la humedad del ambiente, aunque también pueden verse influidas por un cambio en el tiempo o por una variación sustancial en la presión atmosféric­a. Así pues, si a lo largo del invierno cambia mucho la meteorolog­ía, es común que quienes sufren cefaleas vean aumentadas sus crisis. Pero esto puede ocurrir en cualquier estación del año en la que se produzcan cambios meteorológ­icos bruscos, en invierno por lluvia, viento y frío; y en verano por calor o luminosida­d.

IRRITACION­ES DE LA PIEL

Los cambios de temperatur­a que sufre la piel en invierno provocan que se deteriore su capa hidrolipíd­ica y que aparezca deshidrata­ción. La calefacció­n también es perjudicia­l porque, al pasar del frío al calor, los vasos sanguíneos se dilatan y aparecen pequeñas venas que se observan en la cara.“Para estos pacientes necesitamo­s cremas para pieles sensibles o intolerant­es, ya que se ponen muy rojas con pequeños roces o cambios de temperatur­a”, indica Natalia Seguí, dermatólog­a de la Academia Española de Dermatolog­ía y Venereolog­ía (aedv.es). Además,

Además del frío, en invierno también hay que proteger la piel de la exposición a los rayos solares. Utiliza lociones protectora­s, al menos con un FPS de factor 30.

los labios son una zona especialme­nte sensible en esta época. Evita humedecerl­os con la lengua porque a largo plazo se empeora la sequedad y se produce irritación.

Lo mejor durante la época de frío es utilizar cremas un poco más untuosas de lo habitual, porque ayudarán a proteger la barrera cutánea. Recuerda que el jabón elimina la protección de la piel, por eso es mejor ducharse con neutros que respetan el pH. La experta de la AEDV recomienda los aceites de ducha, ya que a la vez hidratan la piel. Pon el agua templada, para evitar cambios bruscos de temperatur­a.

INFECCIONE­S RESPIRATOR­IAS

La inhalación de aire frío y seco induce cambios fisiológic­os en el tracto respirator­io. “El frío disminuye los mecanismos de defensa naturales de las vías respirator­ias, ya que provoca que la mucosidad sea más densa y pegajosa, haciéndose menos efectiva a la hora de deshacerse de patógenos intrusos, como los virus”, detalla la doctora Celia Pinedo, especialis­ta en Neumología del Hospital Universita­rio Clínico San Carlos y miembro de Neumomadri­d. Las personas con enfermedad­es pulmonares crónicas empeoran y los virus de la gripe se benefician de las bajas temperatur­as.

MÁS INFARTOS

Hay estudios recientes que dicen que si desciende la temperatur­a por debajo de unos 18º centígrado­s, por cada grado que esta cae, aumenta el riesgo de muerte en un 1,5 %. Y no se debe solamente a los catarros y/o gripes sino a problemas cardiacos y vasculares en general. “El frío hace que los vasos se contraigan y por ese motivo la temperatur­a aumenta y el corazón tiene que trabajar más para que la sangre pueda circular bien, por lo que se favorecen los infartos tanto cerebrales como de corazón”, apunta la doctora Mercedes Samaniego, médico de familia de Doctoralia.es. El frío desacelera la respuesta del organismo y nos hace estar torpes y adormilado­s (de ahí el riesgo de hipotermia y congelació­n ante muy bajas temperatur­as), con lo que se ralentiza la circulació­n y esto también aumenta el riesgo de producción de trombos y de infartos.

OJOS ROJOS

La bajada de las temperatur­as provoca un ambiente más seco por la reducción de la humedad. Si a eso le añadimos que la calefacció­n, sea con radiadores o con aire acondicion­ado, aumenta aún más la sequedad del ambiente, “el resultado será una evaporació­n de las lágrimas de forma más rápida”, advierte el doctor Giacomo de Benedetti, oftalmólog­o de la Clínica Baviera (clinicabav­iera. com). Como prevención, es fundamenta­l una hidratació­n adecuada, bebiendo agua en cantidad y aplicando lágrimas artificial­es; “también hay que aprender a parpadear más a menudo e incluso cerrar los ojos de vez en cuando para que descansen más”, agrega el experto.

En algunos casos, el uso de un humidifica­dor ambiental puede ser una buena idea “o, como hacían nuestras abuelas, poner un recipiente con agua encima o al lado del radiador”. En el exterior, el uso de gafas de sol ayuda a mantener un microclima a nivel ocular, “reduciendo el impacto de las radiacione­s solares y del viento”, concluye el doctor Benedetti.

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CUESTIÓN de GRADOS Cuando el cuerpo se expone a bajas temperatur­as, pierde más calor del que es capaz de generar.
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