La gran sorpresa
Se trata de un sector en pleno crecimiento: tras años a la sombra del vino, el aceite reclama su sitio.
Entre la Rioja Baja y La Rioja Media, encontramos unas 18.000 hectáreas donde los olivares están protegidos. Solo de estas aceitunas se puede extraer el oro líquido que lucirá el sello de Aceite de la Rioja, una única
D. O. P. para todo el aceite que luego es producido y envasado en cualquier punto de la región. Distinción que ha sido otorgada a más de 800 agricultores y a tan solo 13 almazaras. Juntos logran unos 500.000 litros de aceite, cantidad que aumenta considerablemente cada temporada y que esperan poder duplicar en los próximos años.
Y es que, aunque los olivos se relacionen de forma automática con el sur de nuestro país, en La Rioja, la tradición olivarera es larga. De hecho, lo primeros cultivos datan de la época romana, así como algunas prensas que se utilizaban hasta hace apenas unos siglos, dejando patente la influencia de los antiguos romanos en la agricultura de la zona. Hoy, han cambiado en gran medida la forma de prensar y almacenar el aceite, motivo por el que la industria de la zona está en pleno crecimiento.
Sabor extra
Los aceites de La Rioja son de oliva virgen extra, con un sabor afrutado y ligeramente amargo y con notas aromáticas muy particulares. Otra de las características de este aceite es que tiene una acidez muy baja, siempre por debajo del 0,8. Su aspecto es limpio, sin impurezas, lo que refuerza su transparencia y su tono verde intenso. Gran parte de sus características se deben tanto al tipo de suelo como a las condiciones climáticas de la zona. Aunque son muchas las variedades de olivas con las que se trabaja en La Rioja, se puede decir que tres destacan sobre el resto: la redondilla (autóctona de La Rioja), la royuela y la arbequina.