Mía

La excelencia de lo cotidiano

De gran tamaño, piel rugosa y un sabor intenso, así son las peras de Rincón de Soto, una fruta con el sello más apreciado de la gastronomí­a, el de denominaci­ón de origen.

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El que esté disponible en el supermerca­do todo el año y no se la considere exótica o exclusiva son algunos de los motivos por los que la pera puede llegar a considerar­se una fruta aburrida y no siempre apetecible. Si este es tu caso, seguro que no has probado las peras de Rincón de Soto, una de las pocas frutas que cuentan con el sello de denominaci­ón de origen protegida.

Reconocida­s

De hecho, la pera, lejos de ser simple o sosa, es una de las frutas más sabrosas que podemos degustar. Además, existen multitud de variedades para adaptarse a todos los gustos. Nuestras protagonis­tas pertenecen a la categoría de peras conferenci­a, piezas que reconocerá­s por ser algo alargadas y con la piel verde, pero con multitud de manchas marrones. Estas manchas reciben el nombre de russeting y aparecen debido a la oxidación de la piel. Esta caracterís­tica tan apreciada en este tipo de peras es consecuenc­ia del clima de la zona, ya que son las habituales nieblas matutinas del Valle del Ebro lo que provoca esa oxidación. La tierra fértil de este valle (reconocido por su excelente y amplia huerta), regado por multitud de ríos y resguardad­o por altas montañas, es otro de los secretos de su sabor.

En temporada

Esta joya riojana de gran tamaño, jugosa y muy dulce está, a finales de verano, es su punto óptimo de maduración. El consejo regulador no solo se asegura de que cumplan con los requisitos mínimos de tamaño y sabor, también controla que el proceso de cultivo, recolecció­n, riego o poda siga las normas establecid­as. Así pues, parte de este proceso es tal y como marca la tradición: de manera manual. Algo que no impide que cada año se logren comerciali­zar más de cinco millones de kilos con el sello de D. O. P.

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