CORRER CON EL VIENTO
De niña soldado a estrella del ultrarunning y activista por los derechos de la mujer: MIRA RAI, la nepalí que huyó de un destino terrible, quiere cambiar el mundo para todos aquellos que se atrevan a seguir sus pasos.
De niña soldado en la guerrilla de Nepal a estrella del ultra running. La apasionante historia de la runner Mira Rai.
ERA SÁBADO POR LA TARDE EN KATMANDÚ, la capital de Nepal, y el profesor de kárate Dhurba Malla se disponía a llamar a la policía. Su huésped de 25 años, Mira Rai, había salido antes del amanecer a correr y él la esperaba de vuelta para la hora de comer. Unos instantes más tarde, cuando escuchó el sonido de la cerradura, respiró aliviado. Rai entró en la casa, aún iba vestida con la ropa de correr, pero lucía una medalla y una sonrisa. “¡Gané!”, le dijo a Dhurba. “Había una carrera de montaña y he ganado”. Aquello fue en marzo de 2014, en un día que cambió para siempre la vida de Rai.
Esa misma mañana Rai había descubierto que la carrera a la que se había unido era el Himalayan Outdoor Festival 50K. Con unos pantalones de chándal, una camiseta de algodón de manga corta y unas deportivas baratas, y sin haber corrido nunca más de 20 km, Rai fue siguiendo a todos los competidores por los caminos. Durante nueve horas se enfrentó a un recorrido brutal que incluía un ascenso de 3.000 m por el valle de Katmandú. Hubo un punto en que se vio obligada a parar por una granizada durante 20 minutos y, al retomar la marcha, se perdió porque la lluvia había borrado las marcas del suelo. Desprovista de avituallamiento, llegó a pensar en comerse las piedras de granizo, pero ya a 10 km de la línea de llegada pidió prestadas 50 rupias para comprarse unos fideos y un zumo de mango. Rai fue la única mujer que logró finalizar ese agotador evento deportivo. Sin embargo, hasta mucho más tarde no se dio cuenta de que su difícil infancia la había ido preparando para ese gran día. “Hasta esta carrera, jamás había sabido que el correr por senderos fuera un deporte”, confiesa. “Y, según iba corriendo, me iba dando cuenta de que llevaba haciendo eso mismo toda mi vida”.
Nació en 1988. Con ella eran cinco hermanos, y todos crecieron en Sano Dumma, una aldea situada en lo alto de una montaña en el distrito
Bhojpur, en el este de Nepal. Su casa estaba construida en bambú y barro, y el tejado estaba formado por paja. En la cocina había una hoguera para cocinar, y toda la familia se sentaba en el suelo. Eran agricultores de subsistencia y, por ser chica, la vida de Rai se preveía especialmente difícil. “Mi abuela se entristeció cuando yo nací”, recuerda. “Deseaba que hubiera sido un chico. Como mujer, iba a convertirme en una carga para toda la familia”. Al ser la hija mayor, su obligación era la de ayudar a su madre. Precisamente por eso, recorría la zona para cortar troncos de madera, recogía forraje para los animales y transportaba agua desde un manantial que estaba a veinte minutos a pie de su casa. “Mi escuela quedaba lejos”, explica. “Y para poder ir, siempre tenía que haber terminado antes las tareas domésticas. No era nada fácil hacerlo todo, por lo que a veces tenía que ir corriendo al colegio. Andando tardaba noventa minutos, pero si iba corriendo por los senderos lo hacía en la mitad de tiempo”.
A los diez años, empezó a acompañar a su madre en una caminata de dos días de duración hasta la carretera más próxima, donde iban a comprar víveres. Al cumplir los doce, su familia ya no podía permitirse económicamente que siguiera en el colegio, por lo que se vio obligada a abandonarlo y consiguió un empleo como transportista. Diariamente tenía que llevar 28 kg de arroz al mercado para venderlos allí, y para ello salía de casa a las cuatro de la mañana y no regresaba hasta las siete de la tarde. Mientras crecía, Rai se sentía tremendamente infeliz por el futuro que se abría frente a ella. La tradición de los matrimonios infantiles y el trato preferente a los hombres no hacían sino limitar a las chicas en todo lo concerniente a la educación y las oportunidades laborales. Sin embargo, Rai tenía la fortuna de contar con fuertes referentes femeninos. “Mi mayor inspiración venía de las mujeres de mi familia”, insiste. “Mi abuela y mi madre siempre han dirigido nuestro hogar, por lo que no he crecido pensando y viendo que son los hombres los que están a la cabeza. Todavía recuerdo de qué manera mi abuela, mi madre e incluso mi tío nos cuidaban y nos trataban por igual a mis hermanos y a mí. Las tareas se dividían por igual y todas las demás cosas se distribuían también de forma igualitaria, sin discriminación alguna”.
Precisamente por eso, Rai visualizaba un futuro bien distinto para sí misma. “Nunca me sentí inferior a un chico”, apunta, “pero pese a tener un sueño, resulta muy difícil salir de nuestra aldea. Algunas chicas contraen matrimonio cuando apenas tienen 13 años. Mi prima fue objeto de trata, la llevaron hasta Mumbai y desapareció”.
Por aquel entonces había una guerra civil en Nepal y, cuando las guerrillas maoístas (el Ejército Popular de Liberación) llegaron a la aldea de Rai con la promesa de dos comidas al día y la oportunidad de adquirir nuevas destrezas, esta joven de tan solo 14 años no se lo
pensó dos veces y se unió a ellas. “De esa forma, podía ganar dinero en el ejército y luego enviárselo a mi familia a casa”, detalla. “Además, en el ejército los hombres y las mujeres eran tratados de la misma forma”. Rai tenía la esperanza de que, ahora que tenían una boca menos que alimentar, sus padres pudieran permitirse el que sus hermanos terminaran el colegio.
Como soldado, Rai aprendió a usar armas, pero nunca entró en combate. Los reclutas más jóvenes solían pasarse el día limpiando campamentos y construyendo otros nuevos. También practicaban deporte, y ahí Rai sobresalía en kárate y running. “En el campamento en el que yo estaba se organizaban competiciones de running y yo llegaba la primera”, cuenta. “Era más fuerte que los chicos. Empecé a correr dos horas cada día”. Rai estuvo dos años con las guerrillas hasta que en 2006 se alcanzó un acuerdo de paz y las tropas se fusionaron con las del ejército estatal nepalí. Pese a que le hubiera gustado continuar como soldado, Rai y otros 4.000 niños fueron expulsados por no tener la edad suficiente. Ella se trasladó a un alojamiento asignado por la ONU en el sur de Nepal. Volvió a la escuela y estudió agricultura, pero nunca dejó de correr.
A los 25 años, Dhurba, su antiguo profesor de kárate, la convenció para que se fuera con él a Katmandú y probara allí suerte en las carreras de pista y carretera. Pese a que casi el 70% de Nepal está formado por las montañas del Himalaya, lo cierto es que allí el running de competición acostumbra a hacerse en llano. Incapaz de pagar ningún tipo de entrenamiento, por bajo que fuera el precio, diversos profesionales le aconsejaron entrenar por las carreteras de circunvalación llanas y contaminadas de Katmandú. Seis meses después, ya totalmente arruinada y siendo aún una runner muy mediocre, se disponía a volver a casa cuando dos soldados a los que conoció entrenando una mañana le propusieron unirse a ellos el sábado siguiente. Y así fue como, sin pretenderlo, llegó al Himalayan Outdoor Festival 50K.
El organizador de la carrera, Richard Bull, un británico residente en Katmandú, todavía recuerda bien la victoria de Mira. “Se trata de una carrera dura y delirante con unas subidas enormes”, dice.
“ME ALISTÉ EN LA GUERRILLA PARA PODER ENVIARLE DINERO A MI FAMILIA, PERO TAMBIÉN PORQUE EN EL EJÉRCITO A LOS CHICOS Y CHICAS SE NOS TRATABA POR IGUAL”
“Muchos participantes abandonaron a mitad de camino. Muy pocos nepalíes corren trail, y menos aún mujeres. Me resultó curiosísimo toparme con aquello. ¿Quién era esa Mira? Y si era capaz de aparecer así, de la nada, y terminar una carrera como esta, ¿qué más podría hacer?”. Bull llevaba mucho tiempo pensando que los corredores nepalíes tenían un potencial extraordinario para el ultrarunning. Por eso fundó el Trail Running Nepal y empezó a organizar competiciones. Conoció a Rai tras su sonada victoria, y se ofreció a sufragarle los 30 dólares semanales que necesitaba para el alquiler y la comida. “Al principio, Mira ni tan siquiera pensaba que las carreras de montaña fueran un deporte. Tuve que convencerla”, recuerda Bull.
A pesar de su escepticismo inicial, Rai acabó aprovechando la ocasión. “Las oportunidades son como hojas en mitad de un río”, explica. “Tienes que cogerlas y agarrarlas, puesto que nunca sabes si van a volver a estar ahí. Le dije a Richard que quería convertirme en runner”. Bull comenzó una campaña de crowdfunding, The Girls Running Fund, y se fijó como objetivo 600 dólares. La gente empezó a donar equipación, y Rai empezó a entrenar en serio en las montañas de Katmandú. Además, aprovechaba su tiempo libre para aprender inglés. Ese mismo mes de abril participó en una carrera de ocho días por la árida y casi tibetana región de Mustang. Y ganó sobradamente. Allí conoció al runner italiano Tite Togni, quien ayudaría a Bull a preparar a Rai para que compitiera en una carrera europea que se celebraba ese mismo verano.
La obtención del visado supuso un quebradero de cabeza gigante para Bull. “Acabamos consiguiendo su pasaporte con el visado seis horas antes del vuelo”, se acuerda, “y en ese mismo instante tuvimos que aleccionarla bien y explicarle qué significaban los carteles de ‘salidas’ del aeropuerto y qué era la puerta de embarque”. Por aquel entonces el inglés de Rai no le permitía mucho más que decir ‘sí’, ‘no’ y preguntar ‘¿dónde?’. Sin embargo, y pese a perder un vuelo de enlace en Alemania, la joven atleta logró aterrizar en Italia a finales de agosto. Dos días después, se mostraba expectante en la Ultra-Trail du Mont-Blanc (UTMB) en Chamoni x, y más tarde, tras un par de semanas de entreno, estaba lista para las dos carreras que se había fijado como objetivo. Para el asombro de todos, logró hacerse con la primera (68 km en Sellaronda, en Italia) y batir el récord de campo. Y también acabó vencedora en la siguiente (los 76 km del Trail degli Eroi) que, según ella, fue “divertida, apasionante y fácil”.
Triunfo y desastre
De vuelta a Asia, Rai cosechó aún más éxitos en Hong Kong y se hizo con el oro en los campeonatos Skyrunning. Con un calendario repleto de carreras y un acuerdo de patrocinio deportivo firmado con Salomon, 2015 se presentaba como un año emocionante, pero en abril se produjo el gran desastre: un terremoto devastó Nepal, acabó con la vida de casi 9.000 personas y dejó a 3,5 millones de habitantes sin un techo. “Fue el peor día de mi vida”, rememora Rai. “Perdimos a muchos de nuestros amigos”. A los tres meses de aquel suceso, participó en la Mont-Blanc Ultra, de 80 km, que año tras año logra reunir a los mejores atletas internacionales. Obsesionada con hacer algo por su país, que había quedado hecho añicos, Rai corrió los primeros 70 km a un ritmo suave y después aceleró. “Esta carrera es una oportunidad a escala mundial”, subraya. “El camino hasta llegar a ella fue muy duro, pero tenía en mente darlo todo y llevar un mensaje positivo a mi vuelta a casa”.
Rai terminó veinte minutos por delante de su rival más próximo, y nuevamente batió un récord de campo. Mientras recorría los últimos kilómetros de Chamoni x, con una sonrisa en el rostro, sacó de su bolsa una bandera de Nepal y la ondeó por encima de su cabeza. Su foto en la línea de meta ocupó la portada de Gorkhpatra, el periódico de tirada diaria del Gobierno de Nepal. Tras la devastación de abril, Rai se convirtió en un símbolo de esperanza. “Por primera vez me di cuenta de que, al correr, no solo se trataba de mí”, admite. Poco tiempo después, el Ministerio de Juventud y Deportes le hizo entrega de tres millones de rupias por “llevar el nombre de Nepal por el mundo”.
Su estrella continuó brillando durante 2015. Ganó seis carreras de las nueve en las que participó, y quedó segunda en los campeonatos World Skyrunning. Las marcas y los tiempos de Rai habían logrado revolucionar por completo el mundo de las carreras de trail, y su cálida personalidad se había metido a todos en el bolsillo. “Disfruto cuando me siento libre para correr como el viento, ya sea en las montañas, en colinas o por bosques”, dice de sí misma. “El running lleva formando parte de mi vida desde que era niña. Me regala un sentimiento de libertad y felicidad inigualable. Cuando mi vehículo son mis pies, no hay nada que pueda detenerme”. En el año 2016 la historia de Rai fue llevada a las pantallas de los colegios nepalíes a través de un documental. Ese mismo mes de abril, corrió su primera carrera en el Reino Unido. Llegó segunda en la Three Peaks, y terminó la competición con las rodillas ensangrentadas como consecuencia de una caída en la nieve sobre roca caliza. Aquello empeoró una lesión de rodilla que ya arrastraba, por lo que tuvo que pasar por el quirófano.
Rai decidió aprovechar el tiempo de su recuperación para crear oportunidades para otras mujeres de Nepal. “Estamos en un país precioso y su geografía hace que sea el escenario ideal para las carreras de trail. Quiero que más nepalíes se animen a practicar este deporte”, explicó. Movida por este deseo, en 2017 lanzó una serie de carreras en Katmandú y dio a conocer la Mira Rai Initiative, una ONG cuyo objetivo es
“YO QUIERO QUE LAS CHICAS DE MI PAÍS HAGAN LO QUE QUIERAN HACER”
capacitar a las comunidades de trail running del país, en especial a las mujeres. La iniciativa proporciona y acerca el asesoramiento, el patrocinio y el entrenamiento a las atletas prometedoras, para que puedan disfrutar de la oportunidad de competir al otro lado del charco. Además, Rai estableció una carrera en su aldea para permitir que quienes aspiran a atletas puedan demostrar todo su potencial. Esta competición ha visto a niñas corriendo con su uniforme del colegio, y muchas han sido seleccionadas para entrenar con Mira. Todas las mujeres que participan en el programa luchan contra creencias tan arraigadas como que “las runners no se casan” o “si corres, tendrás dificultades para tener hijos”. “La vida en la aldea es difícil cuando eres mujer”, aclara Rai, “pero yo quiero que las chicas hagan lo que realmente quieran hacer”.
Una atleta importante que ha logrado emerger a partir de todo esto es Sunmaya Budha, quien, al igual que Rai, nació en la pobreza, pero ha logrado cosechar un gran éxito en la disciplina del ultrarunning.
Marcando sus reglas
Las mujeres apoyadas por esta iniciativa también se preparan y forman como guías de senderismo, lo cual les permite una cierta independencia económica. Si bien aún es relativamente poco habitual en Nepal, cada vez hay mayor demanda de guías femeninas, y Rai piensa que hoy en día estas pueden ganar incluso más que los guías que son hombres. Rai siempre se fijó como objetivo dejar a un lado los roles que su sociedad reservaba a las mujeres. “De no haber sido runner profesional, habría sido jugadora de fútbol, de voleibol, o hubiera seguido vinculada al kárate”, afirma. Los logros y el activismo de Rai la llevaron a ganar en 2017 el premio National Geographic Adventurer of the Year y, en 2018, el Asian Game Changers Award. Además de ayudar a las chicas y a las mujeres, ha asegurado su futuro y el de su familia. Los premios que ha ido ganando en dinero y los bonos Salomón le permitieron comprar una pequeña granja y 200 pollos en Jhapa, donde su familia trabaja vendiendo huevos. Y gracias a lo que ha ganado ninguno de sus hermanos tendrá que abandonar el colegio y su madre está orgullosísima de sus logros. El éxito de Rai ha elevado el perfil de Bhojpur, que ahora puede presumir de carreteras nuevas y varios centros para la comunidad, entre ellos el Mira Rai Community Hall.
Su vuelta al mundo de la competición en 2017 trajo consigo varias victorias, entre ellas los 120 km inaugurales de la ultra Ben Nevis. Sin embargo, en 2018 la lesión de rodilla volvió a hacer acto de presencia, y Rai tuvo que volver a ser operada y necesitó otro largo periodo de rehabilitación. “El mayor desafío con el que me he topado a lo lago de mi carrera profesional ha sido mi lesión de rodilla”, señala. “Mis entradas al quirófano y los tiempos de recuperación que necesité después me hicieron decir adiós a grandes carreras, que puede que sean las últimas de mi vida como deportista profesional”.
En noviembre de 2019 Rai llegó en tercer lugar a la meta en la Iman UTMB 50K, y aquello la ayudó a recuperar la confianza en sí misma. En 2020 todas las carreras programadas quedaron en el aire por la pandemia y la atleta pasó en su granja el primer confinamiento impuesto por el Gobierno de Nepal. Después volvió a Katmandú, donde le tocó vivir un segundo confinamiento. Ahí Rai se vio obligada a realizar ejercicio en casa, y a incluir más yoga y sesiones de meditación en su rutina de entrenamiento.
Hoy en día, Rai es todo un personaje público en Nepal. Fue la primera deportista del país que compitió internacionalmente y sobresale como símbolo de trabajo duro y esperanza. Ha aparecido en televisión y es embajadora de varias marcas. Sus redes sociales están llenas de mensajes escritos por sus fans, y en las carreras locales siempre hay una larga cola de personas que quieren hacerse un selfie con ella. Ahora, quiere animar y ayudar a las chicas y a los jóvenes en general para que persigan sus sueños. Hasta la fecha, diez atletas femeninas se han graduado en la Mira Rai Initiative, todas procedentes de entornos rurales. Pero Rai tiene planes aun más ambiciosos: su sueño es abrir una academia que combine la educación y la formación con el entrenamiento.
Con el Team Salomon, se atreve a ir planificando carreras de cara a 2021. “Me gustaría seguir participando en todas las carreras que pueda. Correr es mi pasión y estoy viviendo mi sueño”. Tanto en los senderos de su infancia como sobre las crestas alpinas, Rai sigue viviendo con la misma filosofía. “Hemos de luchar muy duro”, vaticina, “pero lo más importante es asegurarnos de que la alegría reine siempre en nuestras vidas”.
Puedes ver el interesante cortometraje Mira Rai: the girl who runs on hapiness, que forma parte del proyecto The Way of the Wildcard Series, de Red Bull, en redbull.com/es-es/episodes/way-of-the-wildcard-s2-e3