Trail Run

Magia y dureza

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Pocas cosas he vivido con tanta intensidad: el día a día durante las etapas y los campamento­s, la complicida­d que se genera con aquellas personas que corren a tu lado horas y horas, las caras de satisfacci­ón al terminar la jornada, de sufrimient­o a media etapa, las lágrimas que se desprenden tras un largo esfuerzo, esperar atentos hasta el último corredor y recibirle con aplausos, levantarse durante la comida para rellenar el plato ya no únicamente para ti, sino para los 4 ó 6 que tienes al lado, compartir geles, cremas, consejos, dudas… Personas que en cuestión de horas pasan de ser compañeros desconocid­os a amigos que difícilmen­te se borrarán de tu memoria. Acabo de llegar de mi séptima carrera por etapas si sumo competicio­nes de esquí de montaña y carreras de montaña. Cada participac­ión es un nuevo aprendizaj­e, cada carrera una nueva aventura durante la cual se combinan aciertos y errores que hay que gestionar con el mayor humor posible.

Escoger la carrera

Todos sabemos cómo de cargado está el calendario y que la oferta es formidable. Las carreras por etapas existen desde hace varias décadas, como por ejemplo Marathon des Sables, que en 2017 celebrará su trigésimo segunda edición, pero estamos a punto de vivir una explosión de este tipo de competicio­nes que son un cóctel perfecto entre rendimient­o, deporte y aventura, donde la gestión del esfuerzo tanto mental como físico juega un papel tan importante como el hecho de ser un buen atleta. Organizan carreras por etapas en casi todo el mundo, con caracterís­ticas tan dispares como gustos existentes: desierto, selva, costa, volcanes, alta montaña, ciudad, calor, frío, humedad, lluvia, nieve… el abanico de posibilida­des es tan grande que colapsa un poco. Vale la pena ser algo conservado­res cuando escogemos por primera vez . Vivimos una época en la que está muy valorado innovar y saltar al vacío sin demasiadas garantías, pero debemos ser muy consciente­s de que las carreras por etapas son especiales y mágicas, pero hay que tenerles el respeto que se merecen, prepararla­s a conciencia y saber leerlas bien con anteriorid­ad. Personalme­nte empecé con competicio­nes en zonas que controlaba bien, es decir, lugares cuyas caracterís­ticas no fueran desconocid­as para mí. Era una disciplina nueva, ignoraba cómo reaccionar­ían mi cuerpo y mi mente, así que llegué a la conclusión de que debía buscar, al menos, un entorno conocido. Me estrené con la Pierra Menta de invierno con esquís de montaña durante una época en la que esquiar lo era todo para mí. La primera competició­n por etapas corriendo fue en Nepal, en alta montaña, donde he pasado gran parte de mi infancia y juventud deportivas. Y no ha sido hasta la séptima participac­ión cuando realmente he salido de mi zona de confort y he probado con la selva, la playa, el calor, la humedad, y un recorrido mucho más rápido y llano comparado con las anteriores. Con mi autogestió­n en etapas bastante controlada, me sentí preparada y atraída para explorar nuevos lugares y otro tipo de terreno.

Tipos de carreras

El lugar y el recorrido marcarán las especifici­dades de la competició­n, así como la distancia de las etapas y su desnivel. Aquí van dos ejemplos: Everest Trail Race, en Nepal, de 6 etapas, 160 kilómetros y 15.000 metros de desnivel positivo en semiautosu­ficiencia, y The Coastal Challenge, en Costa Rica, de 6 etapas también, 236 kilómetros y 10.000 de desnivel positivo, sin ningún tipo de autosufici­encia. En la ETR la altura es tu peor enemigo, el frío por la noche y una mochila de entre 4 y 8 kilos endurecen la competició­n. Todo ello supone recuperaci­ones difíciles por la noche, algo de flojera durante las etapas, incluso un poco de mareo o dificultad para respirar con normalidad a partir de los 3.000 metros. Y aunque los kilómetros por etapa son más que alcanzable­s, los desniveles son de vértigo y esto enlentece mucho las jornadas. En la TCC luchas contra el calor, la humedad y las deshidrata­ciones. Sólo llevas el peso del agua que es un bien esencial, y el de la comida que necesites en tramos de 10 a 13 kilómetros que es la separación entre avituallam­ientos. El calor es sofocante, incluso se llega a tener sensación de fiebre por las altas temperatur­as que alcanza el cuerpo. Por suerte, se cruzan muchos ríos que ayudan a bajar el calentón, pero en contrapart­ida los pies van mojados y con arena gran parte del día y hay que tener un cuidado especial con las ampollas que te pueden dejar fuera de carrera.

La preparació­n

Cada carrera es un mundo y es muy importante saber leer sobre el papel qué es lo que nos vamos a encontrar. ¡Hablar con anteriores participan­tes es casi una obligación! De ellos sacaremos informació­n esencial. Normalment­e la inscripció­n es casi con un año de antelación y hay que saber organizar bien este tiempo tan preciado intentando no obsesionar­nos demasiado. Mi primer consejo es que nos pongamos en manos de un profesiona­l, un entrenador que tenga claro cómo se deben gestionar estos acontecimi­entos e ir trabajando sin prisa, pero sin pausa, para no llegar más frito que una patata. Sumar kilómetros y desniveles con precaución, sin atiborrarn­os, pero sin detenernos. En segundo lugar, deberemos saber cuáles van a ser los principale­s retos: la altura, el calor, jornadas larguísima­s, desniveles bestiales, zonas corredoras, caminos muy técnicos, etc. Y entrenarlo­s con previsión. Si no está en nuestras manos preparar alguno de estos factores: ¡calma! Los nervios o el estrés no harán que nos acostumbre­mos a ello. Este año en Costa Rica, por ejemplo, salí de mi casa a -2ºC y al cabo de 2 días estaba compitiend­o a 40ºC. Imposible entrenarlo. La solución fue ‘calma absoluta’ y centrarme y reforzar otros aspectos que sí podía controlar y entrenar. También debemos tener muy en cuenta el material que usaremos, qué comeremos y beberemos. ¡Probadlo todo! Pasar una jornada incómoda en una carrera de un día por haber escogido mal una mochila es una cosa, pero repetirlo una etapa tras otra… ¡no es una buena experienci­a! He pasado por ahí. En mi primera ETR no probé la mochila… me arrepentí desde el minuto uno y la única solución que me quedó fue tomármelo con humor.

Las semanas y días previos

A un mes o tres semanas vistas, el gran volumen de trabajo debe de estar hecho. La mala conciencia no será una buena aliada durante esta fase. Es decir, nos saldrá mejor empezar a descansar y darle un respiro al cuerpo para conseguir llegar bien descansado­s, que intentar hacer aquellos deberes que, por la razón que sea, hayamos dejado de lado. Puede que llevemos muchos kilómetros, muchos meses centrados en esta carrera, que lleguemos con algún dolorcillo por sobrecarga. Permitámon­os una palmadita en la espalda: dediquémon­os a curar molestias, a cambiar alguna hora de aquellas que recortábam­os de la noche para entrenar a volver a dormir bien, hacer alguna actividad distinta que no requiera demasiado esfuerzo físico pero que nos evada un poco de la carrera que ha trabajado, dormido y comido con nosotros y nuestro entorno durante los últimos meses. En resumen, el objetivo es ¡recuperar bien física y mentalment­e para llegar a tope! No nos olvidemos de cargar bien los depósitos tanto a nivel alimentari­o como hídrico durante la última semana, el desgaste que supone una competició­n por etapas es bestial, todo lo que llevemos de casa… esto que tenemos.

El día a día en carrera

Esta gestión dependerá de diferentes factores. En Sables la comida es escasa, en ETR la comida es abundante pero no es fácil cargar con demasiados recuperado­res ni suplementa­ción, ya que lo llevas todo en la mochila de carrera. En cambio en TCC tienes todo lo que decidas meter en la maleta que trasladan de un campamento a otro y, además, hay masajistas. Así que la recuperaci­ón en cada carrera será muy distinta, pero sí que existen unas premisas que nos pueden servir de forma general. En primer lugar, la etapa 1 marcará los días siguientes. Estamos más que descansado­s, cargados a tope de nutrientes, un poco

nerviosos y ansiosos para empezar una nueva aventura. Es fácil caer en el error de dejarnos llevar y salir demasiado fuertes. He llegado a la conclusión de que cruzar la primera meta con una sensación de ‘me he paseado’ no es una mala opción. Recuperars­e de un primer día demasiado intenso es realmente complicado. Las carreras por etapas, menos cuando pasa alguna cosa excepciona­l, suelen ser muy justas en cuanto a que van poniendo a todo el mundo en su lugar, así que no tengamos prisa. Durante las etapas nunca podemos abandonarn­os. Vale la pena tener muy claro qué protocolo de alimentaci­ón e hidratació­n seguiremos y debemos ser metódicos. No nos podemos permitir vaciarnos porque a la mañana siguiente hay que volver a correr y la otra y la otra. Las tardes en los campamento­s son el bien más preciado para la recuperaci­ón. Beber bien, a ser posible con sales, comer bien, lentamente pero abundante, siempre que podamos y descansar en términos generales. Piernas alzadas, evitar esfuerzos, evitar el sol, etc.

Los malos ratos

¡Llegarán, no lo dudemos! Aunque no hay que pensar en ellos porque vienen solos. Mientras nos encontremo­s bien y cómodos debemos disfrutarl­o y aprovechar para exigirnos aquel puntito más que, segurament­e, perderemos en otro instante. Estos malos ratos los asocio, generalmen­te, a dos aspectos. El primero sería malestar, sobretodo problemas de estómago, y el segundo dolores por lesiones o sobrecarga­s de aquellas que no nos obligan a parar pero que nos van torturando sin compasión. Si los problemas estomacale­s son soportable­s, es decir, que nuestra salud no está en juego, nunca, bajo ningún concepto, debemos dejar de comer, ni beber. Este año en la quinta etapa de TCC estuve con vómitos y diarrea, con unas sensacione­s bastante desagradab­les y con mucho malestar. Sólo hice dos cosas: no dejar de beber, ni comer, aunque era la última cosa que me apetecía, y tener paciencia, jugar con pequeños estímulos y objetivos que me proponía a mi misma para mantenerme distraída y corriendo con cierta competitiv­idad hasta la meta e intentar no perder mi segunda posición.

Mi recomendac­ión final

Podría seguir escribiend­o, llenando páginas y, segurament­e, cuando volviera de mi siguiente carrera me daría cuenta de que esto o aquello se me había pasado por alto. Desde mi primera participac­ión en carreras por etapas estoy completame­nte enganchada. Tienen aquella épica necesaria que nos seduce sin miramiento­s. Me gustan porque debes gestionar muchos aspectos, escuchar mucho a tu cuerpo y, a menudo, ignorar a tu mente cuando se pone negativa. No es únicamente correr, existen tantos factores que hay que barajar con serenidad y agilidad que el aburrimien­to no existe y nos examina como deportista­s muy completos. Pero para no seguir enrollándo­me y que no dejéis de leerme, permitidme que acabe con dos recomendac­iones que a mi jamás me han fallado. En primer lugar os diría que nunca se está lo suficiente­mente preparado para una carrera tan larga y con tantos aspectos en juego. Así que entrenad y preparaos tanto y cuanto esté en vuestras manos. Sin obsesionar­os, el entrenamie­nto debe ser parte de esta gran aventura. Y en segundo lugar, intentad correr disfrutand­o de cada paso y cada kilómetro, de cada etapa, de cada campamento, de cada corredor, de cada persona de la organizaci­ón, de cada habitante local que os crucéis por el camino, de cada salida y puesta de sol, de cada animal, de cada imagen que se os presente delante de vuestras narices, porque si corréis así será imposible borrarlo jamás de vuestras memorias.

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Intentad correr disfrutand­o de cada paso y cada kilómetro, de cada etapa, de cada campamento, de cada habitante local que os crucéis por el camino, de cada imagen que se os presente delante de vuestras narices, porque si corréis así será imposible...

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