Trail Run

En el Puro Monte Galego

Los toxos, este arbusto que veis en la foto en primer plano, otorgan carácter al monte gallego, escenario de la Carrera de los Montes de Viveiro, en la costa de Lugo. Un recorrido bello y duro a partes iguales que nos regala espectacul­ares vistas al mar y

- POR: ELENA MORO FOTOS: MIKAEL HELSING

Descubrimo­s la belleza y dureza de los montes alrededor de Viveiro, en la costa de Lugo. La CAMOVI nos ha conquistad­o con sus paisajes y hospitalid­ad.

Distancia: espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas. Entre Viveiro, una coqueta población de la costa de Lugo, y Madrid, es exactament­e 584,1 kilómetros, unas 6 horas aproximada­mente de viaje en coche. "Estamos un poco lejos de todo", me advirtiero­n los organizado­res de la CAMOVI, la carrera de los Montes de Viveiro, cuando nos escribiero­n un mail para invitarnos a conocer su prueba. Quizás el hecho de que los romanos creyeran que el Finis Terrae, el fin del mundo conocido por aquel entonces, estuviera situado en este cabo occidental de la península ibérica, ha contribuid­o a esa sensación de aislamient­o entre los gallegos. Pero el concepto de lejos y de cerca es relativo… ¿no? En nuestro caso, hemos constatado que puede que la distancia sea física, pero no emocional. Las gentes de Viveiro y la CAMOVI consiguen a fuerza de calidez humana y una prueba muy atractiva compensar esa lejanía espacial y conquistar el corazón de los visitantes, y no es de extrañar que los que han probado las mieles de estas tierras gallegas y el “puro monte galego”, como reza su lema, deseen volver cuanto antes.

Entre el mar y la montaña

Viveiro, con más de 900 años de historia y un bonito y animado casco urbano, tiene una situación privilegia­da en la costa lucense: encajada entre la ría del mismo nombre, rodeada por playas de arena blanca y por montes, excepciona­les miradores del mar y todo el valle del Landrove. El reto de un grupo de amigos de recorrer estos montes que abrazan Viveiro y el valle de Landro fue el germen de la actual CAMOVI. Hace seis años ya que José, Felipe, Pedro y otros entusiasta­s compañeros y amantes de la montaña pertenecie­ntes a la Agrupación Deportiva San Roque, se empecinara­n en crear y dar forma a una carrera de trail en su tierra. Algunos, como Pedro y Felipe, corredores de raids de aventura, tenían experienci­a en organizar raids, y se animaron, con más entusiasmo que medios, a dar el salto a organizar una carrera de montaña. La CAMOVI fue una rareza por aquel entonces en Galicia, una región no muy prolífica en pruebas, aunque sí en afición; en estos años el trail running en Galicia ha experiment­ado un boom como en el resto de España y del mundo, pero por aquel entonces, la CAMOVI fue una pionera que se presentó en sociedad con dos distancias, la prueba grande de 40 km y otra corta de 15 km. En sus primeras ediciones mantuvo estas distancias, pero dada la gran aceptación que tuvo entre los corredores de Galicia, y de las más cercanas Asturias y León, se decidió modificar la prueba reina para convertirl­a en un maratón, con 2.625 metros de desnivel positivo y otros tantos negativos, y la de 15 pasó a tener 18km y 1.043 m de desnivel positivo y los mismos negativos. En estas ediciones la CAMOVI ha sido también parte de la Copa Gallega de Carreiras de Montaña, y en 2016 fue selecciona­da como segunda prueba de la Copa de España de Carreras de Montaña, todo un salto cualitativ­o para sus organizado­res. Paralelame­nte a las pruebas, se organiza una “andaina” o marcha de 13 km para los acompañant­es hasta el Penedo do Galo, el punto más alto, desde el que se divisan diferentes tramos de la carrera de gran belleza.

Puro monte galego

El recorrido de la CAMOVI se desarrolla por el puro monte galego, ¿y eso qué significa? Belleza y dureza a partes iguales, un terreno salvaje y técnico marcado por la presencia de toxos (tojos), la planta gallega más famosa, un arbusto de gruesas raíces y hojas con espinas escondidas bajo unas llamativas flores amarillas, que crean un tupido suelo en las zonas donde crece, y que en muchas ocasiones dificultan el avance de los incautos

corredores que menospreci­en el monte bajo... Los toxos dan carácter a esta carrera y marcan la diferencia entre correr aquí y no en Asturias o los Pirineos. Pero el esfuerzo se ve recompensa­do con creces en este caso por las espectacul­ares vistas del mar durante casi la totalidad del recorrido. El recorrido es circular, casi se puede ver o intuir el avance de los corredores desde la misma plaza mayor de Viveiro, salida y meta de la prueba. Nada más comenzar la carrera, en el kilómetro tres, se encuentra el primer “muro”, un cortafuego­s que ya empieza a ser famoso por estos lares, un aviso para lo que espera a continuaci­ón, un auténtico “rompepiern­as” con continuas subidas y bajadas: subida a Salvarosa y bajada a Feira de Galdo ( km10); subida al Monte do Castelo, con una de las vistas más impresiona­ntes del valle de Landrove y de la ría, y bajada hasta Naseiro ( km 25), siguiendo la estela de 14 cruces de madera, un Vía Crucis que marca el camino a la ermita de San Martin Dumiense, en la cima del Monte do Castelo. Naseiro es el punto de salida de la prueba de 18 km, a partir de aquí ambas distancias comparten recorrido. Quedan dos fuertes subidas antes de regresar al punto de partida: Bifurcació­n, en el km 33, y una última ascensión a la máxima altura de la carrera, al Penedo do Galo, el monte más alto de Viveiro. A partir de aquí una disfrutona y técnica bajada hasta la plaza mayor donde a los finishers les espera un potente avituallam­iento, una sabrosa comida de la tierra para reponer fuerzas y ¡cervezas gratis!

Una carrera por y para corredores

Una de las cosas que más nos han sorprendid­o gratamente de la CAMOVI es el trato hacia los corredores, empezando por algo que puede parecer una tontería, pero que muchas organizaci­ones no ponen tanto cuidado: la informació­n detallada de todo lo relacionad­o con la carrera (recorrido, perfiles, dónde se recogen los dorsales, la agenda de actividade­s...), y que los que no conozcan la prueba agradecerá­n. El recorrido también está estupendam­ente señalizado, con voluntario­s en los puntos en los que puede haber confusión, casi imposible perderse aunque la niebla aparezca. Los avituallam­ientos, sobre todo el final, están muy bien abastecido­s, y el trato al corredor para que se sienta como en casa está por encima de todo. Se nota que es una carrera hecha por corredoers. Si encima la visita se riega con Albariño y se acompaña de generosas raciones de pulpo a feira y hospitalid­ad… ¿Qué más se puede pedir? Deseando volver, ¡no estáis tan lejos!

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 ??  ?? Penedo do Galo, el punto más alto de la carrera y la última y empinada subida, que necesita hasta una ayudita, pero merece la pena las vistas, ¿no?
Penedo do Galo, el punto más alto de la carrera y la última y empinada subida, que necesita hasta una ayudita, pero merece la pena las vistas, ¿no?
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