EQUILIBRIO
Hoy he pasado el día solo, en las altas cumbres de Picos de Europa. Para un extranjero lejos de su casa, un día así podría suponer soledad y tristeza. Para mí, las montañas son mi santuario, creo que es porque vivo grandes experiencias en ellas con mis amigos. Con esta definición, cualquier parte del mundo podría ser un santuario. Lo más importante en la vida son los amigos. En realidad, las montañas son santuarios porque generalmente son lugares en los que no hay demasiada gente. Con esto no quiero decir que las personas sean malas; solamente quiero decir que los lugares “civilizados” suelen estar masificados y ser muy ruidosos. En las montañas se puede pensar sin distracciones, hablar tranquilamente y en profundidad con los amigos. He conocido a mis más grandes amigos en las montañas. A pesar de esto sé que sería imposible vivir de forma continua en el monte, me gusta mucho la gente como para renunciar totalmente. La tranquilidad de las montañas es básica, pero lo que más me gusta de escaparme a ellas es eso, el propio hecho de escapar. Escapar no quiere decir repudiar. Es un equilibrio muy difícil de lograr: mi corazón está en las montañas, pero necesito distancia con ellas para tener perspectiva. Llegué a España hace poco más de una semana. Depa me acogió y me introdujo en la vida de aquí con enorme generosidad. Estoy en vuestro país para conocer la cultura y la forma de vida de aquí, pero después de dos horas ya sentía que formaba parte de la comunidad de corredores. Conocí a mucha gente y vi muchos paisajes. Depa abandonó un poco su vida diaria para mostrarme un mundo que yo no conocía. Fue una experiencia increíble. Pasamos el fin de semana en el norte en dos carreras, donde yo reviví la energía mágica del deporte en España. Siguiente parada: Picos de Europa. Guía: Gobitu. Muchos ya le conocéis, pero para los que no, le describiría como el alma de correr por Picos de Europa. Depa y él han sido las dos personas más generosas que he conocido. Con otros amigos, Gobitu me mostró unas montañas que me recordaron a Rivendell, en el Valle de los Elfos, de El Señor de los Anillos. Allí había cumbres nevadas, paredes verticales de roca de 1.000 metros, cascadas de agua, brillantes bajo el sol, y pequeñas aldeas construidas en piedra. Lo más importante es que yo he podido ver estos paisajes a través de los ojos de las personas de allí. Quizá algún día me entren dudas acerca de lo correcto de mis decisiones, pero ahora mismo siento que vivo mi vida en perfecto equilibrio.