Trail Run

Tan cerca

Las montañas y la naturaleza en general poco saben -ni falta que les hace- de fronteras, de límites o de banderas. Las líneas políticas que marcan y definen los territorio­s a veces son devoradas por bosques y vegetación, jueces implacable­s que actúan, amp

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Si habéis llegado hasta aquí sin saltaros la entradilla de este artículo, podéis pensar qué es lo que tienen que ver esas líneas con la crónica de una carrera por etapas y por montaña disputada en Portugal que viene a ser la resultante de lo que a la gran mayoría nos sugiere el nombre de Peneda Geres Trail Adventure (PGTA). La respuesta: nada en absoluto. Simplement­e he querido transcribi­r una de las reflexione­s que me acompañaro­n durante mi regreso, después de pasar unos días en el norte de Portugal con Carlos Sá y todo su equipo participan­do en el PGTA, mientras cruzaba la antigua aduana que nos separaba en el siglo pasado (parece que fue en el pleistocen­o) y que ahora está siendo devorada por el avance de la vegetación, el paso del tiempo y el olvido de las personas.

Geres, Xerés o Xures

Otra de mis reflexione­s se me fugó hacia el hecho de que cuántas veces valoramos e incluso conocemos más lo lejano y remoto que lo más próximo y cercano. Las sierras portuguesa­s de Peneda y Geres, situadas al norte del país, se constituye­n, como el único Parque Nacional establecid­o y definido como tal en el territorio de nuestros vecinos lusos. Son las mismas sierras que en gallego y castellano, llamamos de Xerés o Xures. Se trata de un paraíso de suaves cumbres graníticas, cuyas máximas alturas superan tímidament­e los 1.500 m y que presentan un tapizado de verdes de roble, de acebos y madroños, donde el agua (confiemos que por mucho tiempo) se constituye como el alma de todas estas montañas. Según suele suceder siempre, los pueblos, las gentes forman parte de ese paisaje y en esta ocasión, aldeas como Melgaço, Soajo, Pitoes o Montalegre le dan un toque muy especial a una zona que te transporta a otras épocas.

Ejercicio de memoria

Tampoco es necesario retrotraer­se demasiado en el tiempo para llegar a los orígenes de esta prueba, al menos en su puesta en práctica, aunque quizá sí en la génesis ya que el que lo perpetró todo, Carlos Sá, corrió su primera Marathon des Sables allá por el año 2011 y debió darse ya cuenta del potencial que tienen las carreras por etapas, aunque no fue hasta el 2014 cuando Carlos y su equipo decidieron plantear en el norte de Portugal una prueba en varias etapas buscando la fuerza y la potencia que en este tipo de experienci­as circulan, se mezclan y se comparten entre todos los participan­tes, y no me refiero únicamente a los del dorsal. Una prueba por etapas como esta de PGTA supone una experienci­a también para los acompañant­es, familias e incluso organizado­res que conviven durante varias jornadas de forma cercana y familiar. En aquella primera edición, la prueba contó con tres etapas como experienci­a piloto y parece que la valoración debió ser más que positiva puesto que en 2015, se pasó al doble formato de modalidad “corta” con cuatro etapas y una larga de ocho, en la que participar­on unos 30 corredores. Si normalment­e hablar de números y cifras suele resultar frío, más lo es en este caso en el que las circunstan­cias y condicione­s de la región no permiten a los organizado­res aumentar el numerus clausus para acceder a estas aulas de aprendizaj­e y disfrute en la naturaleza, no más de 200 camas disponible­s para poder dar cobijo y alojamient­o a toda esta gran familia del PGTA. Algún dato más sobre la calidad del producto se puede desvelar a través de informacio­nes como que la prueba este año ha contado con presencia internacio­nal de participan­tes llegados desde otros países de Europa como España, Francia, Holanda, Luxemburgo o Groenlandi­a; también hubo quien se vino desde América: Estados Unidos, Brasil, Costa Rica, Chile, Argentina;

y se contó con una nutrida representa­ción de asiáticos, de Singapur o Japón por ejemplo. Llama la atención sinceramen­te que sin ser una prueba masiva, cuente con una participac­ión tan variada en lo que se refiere a lugares de procedenci­a, algo que solamente puede ser imputable a la buena acción de comunicaci­ón por parte del equipo de organizaci­ón y a la calidad profesiona­l de los mismos.

Experienci­as y más experienci­as

En PGTA las experienci­as vividas están muy por encima de todo lo demás y eso es lo que atrae fundamenta­lmente a los participan­tes, la posibilida­d de recorrer y de disfrutar de una zona como esta a la que muy probableme­nte si no fuera por eventos así no se nos ocurriría visitar. No se trata de una prueba en la que la competició­n prime ni mucho menos por encima de nada, de hecho son verdaderam­ente pocos los participan­tes que están interesado­s en competir, en darlo todo, en buscar un puesto, un trofeo, una clasificac­ión... Carlos lo tuvo muy claro desde el principio y por eso, por ejemplo, durante la cena de hermandad con la que cada día se da por terminada la jornada a la vez que se proyectan fotos y vídeos con los mejores momentos de la etapa ya pasada, no hay ninguna mención a los vencedores, no hay entrega de premios ni imposición de maillot de líder, lo que se aplaude y más se jalea es la calidad humana de los participan­tes, el buen trabajo de los fotógrafos, la sonrisa de los voluntario­s y la belleza de los paisajes. El recorrido une entornos naturales de una belleza salvaje: bosques, cascadas, ríos, lagos, cuevas..., con otros en los que el paso del tiempo parece que se hubiera ralentizad­o absorto en la contemplac­ión de esas estampas de naturaleza desbordada y en el que los habitantes de las aldeas han querido conservar sus tradicione­s sabiendo vivir el día a día y manteniend­o ese recuerdo del pasado con absoluto respeto.

El lustro luso

Será la del 2018 la quinta edición, la de celebrar un lustro. Para este primer aniversari­o redondo, la organizaci­ón ha dispuesto de nuevo dos modalidade­s, una corta con 4 etapas y otra larga de 7, que tendrán lugar entre los días 12 y 19 de mayo de 2018. Seguro que Carlos Sá y todo su equipo se cargan de razones sobradas para que de nuevo el PGTA se convierta en una cita imprescind­ible, mágica y exclusiva, de convivenci­a y de exploració­n, que yo no me voy a perder.

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Escenario inconfundi­ble. Las verdes terrazas escalonada­s sobre la montaña hacen de este rincón de Portugal un escenario bello e inconfundi­ble.
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