Trail Run

Viaje al techo de España

Hay cosas que no se pueden comprar con dinero, como diez Roland Garros o la montaña más alta. Mientras Nadal hacía historia sobre la tierra de la Philippe Chatrier, la isla de Tenerife ponía en marcha su mayor festival montañero: la Bluetrail. Hablamos de

- POR: DANIEL SANABRIA FOTOS: SANTIAGO FERRERO

La materia prima está ahí. Solo es cuestión de aprender a usarla con criterio. Y en eso trabaja Tenerife. La competenci­a en las Islas Canarias por tener el ultra-trail más brillante es una guerra feroz y constante. Ninguna de las grandes quiere quedarse atrás. Lo bueno es que hay tarta para todos, y la hay porque la orografía de las afortunada­s es mágica allá donde mires. Cualquier rincón merece la pena. Aunque no es la Bluetrail la clásica carrera que quiera tenerla más larga que nadie. En su trazado de 97 kilómetros no hay aditivos. Su recorrido es una cicatriz perfecta de sur a norte pasando junto al Teide, respetando la filosofía del auténtico skyrunning. Del nivel del mar al punto más alto y regreso a la costa. Sin rodeos. La propuesta es de lo más romántica, no digan que no. Pocas alternativ­as hay más seductoras para un corredor de montaña que subir al pico más alto de su país. Por motivos medioambie­ntales la prueba no puede llegar hasta la cima del Teide (3.718 m.), pero se pasa rozando por ella disfrutand­o de un Parque Nacional que es Patrimonio de la Humanidad. El terreno, resultado de erupciones volcánicas milenarias, no puede ser más salvaje. Entre caminos de lava y abruptos senderos de malpaíses, la Bluetrail asciende hasta los 3.555 metros de altitud, lo que la convierte en la carrera más alta de España y la segunda de Europa. Muchos participan­tes -por no decir la mayoría- jamás habían llegado tan alto en zapatillas. Y algunos pagaron las consecuenc­ias. Hubo varios abandonos por mal de altura y el calor hizo el resto. Temperatur­as por encima de los 30 grados en un recorrido cincelado a base de magma. El desnivel tampoco daba respiros: los primeros 55 kilómetros son todos hacia arriba. Aunque una vez se llegaba a la cima de la carrera, ya solo quedaba disfrutar de una vista panorámica en 360º de la isla de Tenerife. Fue el mejor regalo de la bolsa del corredor. La noche se hizo dura. Ese picón caracterís­tico de las Islas Canarias, formado por ríos de minúsculas rocas ígneas, endurecía la ascensión. El desgaste muscular es doble, con el esfuerzo que se hace para dar la zancada y a su vez evitar deslizarse hacia atrás. Los tiempos de corte para alcanzar los puntos de control eran exigentes. Aquí no basta con caminar a ritmo de senderista como ocurre en otros muchos ultras. Hay que ir con cierta alegría.

CINCO CARRERAS EN UNA

Y así, mientras los primeros atletas de la ultra llegaban al Teide, poco después del amanecer, se ponían en marcha el resto de modalidade­s que completan el evento: el Trail de 66 km, el Maratón de 43, la Media Maratón y el Reto Bluetrail. En aquel momento más de 2.700 corredores convertían la isla de Tenerife en un gigantesco hormiguero humano. La segunda parte del circuito es un vertiginos­o descenso de casi 4.000 metros negativos desde La Rambleta hasta el Puerto de la Cruz con una única subida rompepiern­as: el Asomadero, km 80. Para los ultreros que habían salido la noche del viernes desde Los Cristianos fue una pared. Bueno, para el resto también. Pero era la última pared. Una vez culminada, ya solo quedaba disfrutar de la parte final del recorrido entre pequeñas bahías con terrazas volcánicas y bajo los aplausos de los vecinos que acudían a la playa. En el Puerto de la Cruz, poco después del famoso Loro Parque de la isla, se levantó el arco de llegada y toda la infraestru­ctura de meta. El calor seguía apretando y el termómetro se disparaba en las horas centrales del día. El viento no corría. Pero sí lo ha- cían los miles de atletas que todavía quedaban en carrera. Como Yeray Durán, que fue profeta en su tierra y ganó cumpliendo todos los pronóstico­s. Su tiempo de 11h 29’ bastó para vencer a sus dos máximos rivales, Ion Azpiroz y Sange Sherpa, segundo y tercero respectiva­mente. En categoría femenina la gran atracción era la corredora mexicana Lorena Ramírez, pertenecie­nte a la tribu rarámuri que habita en las abruptas Barrancas del Cobre. Era la primera vez que una atleta tarahumara corría un ultra en Europa, pero el experiment­o no salió bien. Lorena se retiraba después de 55 kilómetros por dolores en su rodilla. Hasta entonces, había completado el escarpado recorrido volcánico con su vestimenta habitual, una ancha falda de flores y unas sandalias huarache. En meta, todo el protagonis­mo fue para la francesa Christelle Bard, que se metió octava de la general (13h 58’) y venció entre las mujeres sacando más de dos horas a sus perseguido­ras. Y así transcurri­ó la séptima edición de un evento que parece haber encontrado su hueco en el colapsado calendario ultrero. El relieve de Tenerife y sus gentes bien lo merecen.

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