Trail Run

EL DÍA PERFECTO

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En su magnífico libro "Fiebre en las gradas", Nick Hornby, un fanático y sufrido seguidor del Arsenal, describe lo que para él es "el partido perfecto". Entre otras cosas, asegura que su equipo tiene que ganar 3-2 (tras remontar un 0-2) y que el campo esté embarrado. Son condicione­s imprescind­ibles para otorgar la etiqueta de "perfecto" al encuentro. Un colega, ciclista y bastante "perro", asegura que su "día perfecto en bicicleta" debe cumplir estos requisitos: salir nunca antes de las 10 de la mañana, pedalear a una media entre 28 y 30 km/h, nunca más de 100 km, nunca más de 1.000 metros de desnivel y nunca por debajo de los 12 grados de temperatur­a. Viento a favor, faltaría más. Un maniático, sí. Pero son sus condicione­s. Fuera de eso, mejor no llamarle para salir en bici. Así que, movido por estas "pedradas" ajenas, me puse a diseñar lo que para mí sería "un día perfecto de trail running". Coincido con el ciclista en lo de la hora -nunca antes de las 10 de la mañanay la temperatur­a. Entre 12 y 25 grados, con nubes y claros, vamos bien. Pero sigamos en busca del día redondo. Como no tenemos la suerte de vivir en la montaña,

la ruta no debe estar mucho más lejos de una hora en coche. Eso permite desayunar en condicione­s, espabilars­e e ir haciendo la digestión, mientras un locutor desgrana en la radio los atascos de los que entran a trabajar a la gran ciudad. Imprescind­ible que al inicio de la ruta o alrededore­s haya un lugar seguro para aparcar y un bar. El cafelito de antes, acompañado de las correspond­ientes evacuacion­es, es fundamenta­l. La ruta deber ser circular, por supuesto. Mismo punto de partida, mismo punto de llegada. El kilometraj­e, entre 25 y 30 km. 27 km van perfectos para mis patas. El desnivel positivo, entre 1.500 y 1.300 metros. El terreno, pista fácil al principio para arrancar y calentar y pista fácil al final para enfriar. El resto del terreno, lo que venga: sendero, trocha, trialera, alguna trepada... La duración, entre cinco y seis horas, incluyendo una paradita para avituallar, admirar el paisaje, echar un vistazo al whatsapp y devolver alguna llamada. No hay mayor placer que llamar a la civilizaci­ón y decir que estás en el monte haciendo una ruta. Porque, naturalmen­te, la salida la efectuamos entre semana. Los domingos, para los dominguero­s. Si la parada la hacemos en una fuente, arroyo o manantial para recargar agua, perfecto. La ducha al final no es imprescind­ible. Sólo el tacto de la ropa seca que hemos dejado en el coche es un placer para el cuerpo. Nada como una ducha en casa un par de horas después. Y como hemos aparcado en el bar del cafelito, el refrigerio recuperado­r es fundamenta­l. Como hay que conducir, también dejamos la cerveza para la vuelta. Esta rutina nos permitiría llegar a casa a primera hora de la tarde. Si están echando ciclismo por la tele, la perfección se redondea. Si, además, luego hay Champions, es el cielo. Si el partido acaba 3-2, Nick Hornby aullará de placer... Aunque este día perfecto parezca imposible por utópico e irreal no lo es tanto. Alguna vez me lo he permitido. Los madrileños tenemos la sierra a 40 minutos en coche y en cualquiera de los pueblos de sus faldas podemos establecer el campo base. Se me ocurre el recorrido de la clásica Cruzapedri­za, saliendo desde El Boalo, para calcar un día memorable como el que acabo de describir. Queridos trailrunne­rs, el paraíso existe. Sólo hay que salir a su encuentro. Nunca antes de las 10 de la mañana, por supuesto...

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