La actividad física intensa como desencadenante de arritmias
Mientras entrenamos o competimos nuestro cuerpo responde aumentando mucho los niveles de adrenalina y noradrenalina; el corazón aumenta su frecuencia cardiaca y la fuerza con la que se contrae y requiere mayores cantidades de oxígeno para funcionar adecuadamente; la temperatura de nuestro cuerpo aumenta; perdemos líquido y electrolitos; puede disminuir el pH sanguíneo y modificarse algunos factores de coagulación. Todos estos cambios pueden favorecer por uno u otro motivo el desarrollo de arritmias más o menos graves en individuos predispuestos. Generalmente en portadores de alguna cardiopatía (miocardiopatías, canalopatías, cardiopatía isquémica, etc). Un elemento más a tener en cuenta en los corredores de montaña, sobre todo en aquellos que buscan retos cada vez más ambiciosos, es el de la exposición a la altitud. En un reciente estudio llevado a cabo con 16 militares británicos sanos en una expedición al Dhaulagiri (8.167 m) y que alcanzaron altitudes de hasta 7.550 m, el 56% de ellos presentó alguna arritmia a partir de los 4.100 metros, algunas rápidas, pero generalmente lentas, y que aumentaban a medida que aumentaba la altitud.