La renovación de las Skyrunning
Un único ranking, carreras más cortas y una final sólo para élites son las tres principales novedades de un circuito que quiere convertirse en el gran referente mundial de las carreras por montaña la próxima temporada.
Hace tres años las Skyrunner World Series (SWS) tocaron fondo. Tras un periodo dulce, en el que (sin apenas competencia) se convirtieron en el gran referente del trail mundial, una serie de decisiones erráticas y la propia evolución del deporte las llevaron al borde de la desaparición. Muchos son los factores que propiciaron esta situación, pero se podría resumir en tres: premios económicos bajos, un sistema de competición complicado y cada vez más difícil de seguir, y, por último, la escasa o nula repercusión que tenía el hecho de ser campeón del mundo.
Ante esta tesitura las opciones de sus gestores eran hacer un planteamiento valiente, profesional e incluso rompedor, o bien continuar por el mismo camino con el evidente riesgo de ser anulados por otras opciones más atractivas y potentes. La International Skyrunning Federation, creadora de las SWS, cedió parte de sus derechos a Skyman. Esta empresa con capital suizo y británico inició un proceso de profesionalización y un proyecto a todos los niveles a tres años vista: mejor comunicación, premios económicos más altos, mejor trato a los atletas y a las carreras, más visibilidad a los patrocinadores…
Los resultados ya se han empezado a ver en este 2018, en el que las grandes estrellas -como Kilian Jornet- han vuelto a competir en el circuito tras tres años de ausencia, y se han consolidado grandes corredores a nivel mundial como las gemelas El Kott, Pere Aurell, los Mityaev, Hillary Gerardi o Holly Page. El aumento de la competitividad quedó demostrado en la carrera final en Limone, que contó con el mejor cartel de élites de corta distancia de la temporada en todo el mundo.
En esta línea ascendente, pero aún con grandes retos por delante, las SWS afrontan en 2019 su año cero tras este proceso de transición. En primer lugar se vuelve al concepto ‘puro’ de skyrunning, con carreras cortas, muy técnicas y rápidas de entre 22 y 66 km (con alguna excepción como Transvulcania), en contraposición a la filosofía de ultratrail y trailrunning (más largo, menos técnico). A partir de ahí se busca un único ranking en lugar de varias categorías, en el que todos los corredores compitan entre sí y en el que el hecho de ser el número 1 o estar en el top 10 tenga mucho más valor que en el pasado. Además, se reduce el número de carreras a 15 (de las 21 de hace dos años o las 18 de 2017) y se marcan cuatro como ‘SuperSky’ con el doble de puntos en juego. La primera de la historia, por cierto, tendrá lugar en Transvulcania. Por último, se crea una gran final o SkyMasters (aún por anunciar) en la que sólo podrán competir aquellos corredores de élite que se hayan clasificado a lo largo de la temporada. La renovación se completa con varias carreras nuevas y muy interesantes, como la Mount Awa en Japón o la Zermatt Xtreme en Suiza, aunque en la parte negativa está la ‘pérdida’ de grandes clásicas como Zegama, Dolomites o Glen Coe Skyline. En definitiva, una apuesta valiente e interesante de un circuito que, pese a la fuerte competencia por parte de marcas, de gigantes como el UTMB u otras federaciones, quiere sentar las bases de este deporte y acercarlo un poco más al profesionalismo. Eso sí, sin perder su esencia y valores.