Trail Run

“LA TORTILLA DE PATATAS QUE ME LLEVÓ A LA META” POR: SILVIA TRIGUEROS

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Y llega por fin septiembre. Y a pesar de que no he tenido buenas sensacione­s en todo el año, en agosto me he empezado a sentir bien y llego con ganas. Con muchas ganas. En el viaje de ida me entero de que Lisa Borzani no va. Emociones contrarias. Como me dijo una corredora una vez: “una menos”. Pero por otro lado me gustaría ganarla en carrera y que el Tor tuviera un gran nivel.

Ya en carrera, recuerdo que fui agobiada hasta Cogne, aunque iba cumpliendo mis tiempos parciales de paso. A pesar de que mis sensacione­s son muy buenas, tener a las rivales por detrás tan cerca evita que me relaje.

Poco a poco las distancias entre nosotras empiezan a abrirse, pero continúo sin bajar el ritmo. Quiero hacer 90 horas, una cifra que tengo marcada a fuego en mi cabeza, un número que me recuerda una y otra vez que tengo que seguir corriendo y corriendo.

Así van pasando los kilómetros. Mantengo la concentrac­ión en mis tiempos, jugando con mi cabeza para obligarme a mejorarlos unos minutillos, aunque sólo sean cinco. Eso me produce una gran alegría y además así me voy distrayend­o en carrera, con pensamient­os que van y vienen, recordando toda la temporada, pensando en las personas que me siguen, que son muchas y no quiero defraudarl­as.

Y me siento fuerte, pero el estómago se me cierra. Qué pocas ganas de comer… Aquí empieza otra carrera: luchar contra la cabeza, luchar contra el estómago, obligarse a comer sin ganas. Y entonces llega mi salvación: Asier y sus tortillas de patatas. Se me abre el cielo, hasta me entra hambre. Me va llevando tortilla a diferentes puntos de la carrera, y eso unido a la Coca-Cola, son casi el único alimento que me llevan hasta meta.

Duermo poco, y al levantarme, cuando otros años quería morir, esta vez no, el reloj aprieta, está en mi mano, puedo conseguirl­o, bajar de las 90 horas, incluso de las 88. Hasta oigo la palabra récord. Pero lo que importa son las 90. Y correr. Correr porque un buen resultado ayudará a que el documental sea elegido para el Mendi Film. Lo doy todo en esta última parte y entro en meta acelerada, sin dejar de mirar el reloj. 87 horas y 50 minutos. Se acabó. Vuelvo a casa y tras varias semanas de mucho estrés, no esperaba tanta repercusió­n en los medios, tantas entrevista­s, incluso aparezco en directo en la televisión. Voy asimilando que he hecho una buena carrera. Como me dicen muchos amigos, “un carrerón”. Y tal vez porque este año no haya compartido con ningún otro corredor el sabor de la gloria, es toda para mí. “Igual es este año”. Esa bombilla se me enciende casi todos los septiembre­s, pero qué va. Ni por esas. Ni por salir en la radio, en la tele, en las revistas, tener el tope de amigos en Facebook… ni por esas consigo patronicio de zapatillas.

Me siento satisfecha, contenta, me he sacado la espina de los dos años anteriores. Pero aún con todo, sé que puedo hacerlo mejor.

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