No es oro todo lo que reluce
Una reflexión muy personal e interesante de Anna Comet acerca de esos momentos en los que los planes no salen todo lo bien que nos gustaría.
Escribir y encontrar temas motivadores va muy relacionado con el estado de ánimo de una persona, del mismo modo que va muy unido a la motivación y energía que tengamos para entrenar y competir. Ya os he contado en otras ocasiones que para mí correr y escribir son dos profesiones absolutamente vocacionales. Este hecho es, en un 99% de las veces, absolutamente increíble y positivo y me siento afortunada por ello, pero existe ese 1% restante que, en ocasiones muy contadas, se carga como una mochila repleta de piedras. La puedes llevar, pero pesa y, además, eres consciente de que lo que estás transportando son piedras y que no tiene mucho sentido cargar con ellas. Por suerte, con los años aprendes a gestionar ese 1% y a saber que hay que darle una importancia muy relativa. Es un tanto por ciento que me somete a un estado necesario para renovarme y mejorar, aunque esto implique un esfuerzo y un trabajo personal e íntimo.
Ahora que ya me he desnudado y confesado, vamos a analizar la situación porque estoy segura de que este contexto en el que estoy sumergida ahora mismo, en un momento u otro y, a cada uno a su manera, os ha podido llegar, también a vosotros, una época pantanosa.
Cada temporada es un mundo aparte
Debemos ser muy conscientes de que cada temporada es un mundo aparte. Las situaciones personales cambian, así como los objetivos.
Si empezamos por analizar los objetivos sabemos que hay años en que se nos plantean unos retos que nos motivan; otros años que éstos son un poco para cumplir el expediente y pasar de puntillas el año a la espera de grandes motivaciones; otros nos ilusionan y, los que me encantan, son los que nos apasionan. En cada uno de los casos que expongo, nuestra predisposición, motivación, ilusión y energía es distinta porque todo va muy ligado a nuestra vertiente más emocional e incontrolable consciente y coherentemente.
Por lo que a la situación personal se refiere, hay años en que todo, absolutamente todo nos viene de cara; otros en que sorteamos con más o menos gracia algún que otro problemilla y, hay temporadas, en que todo se pone feo y no hay forma de centrarse.
Todo ello por la razón que sea: cuestiones familiares o personales, de trabajo, de lesiones…
Y yo me pregunto, ¿qué pasa tras una temporada de ensueño? ¿Qué pasa tras un gran objetivo cumplido?
Para responder a la primera pregunta hay varios factores a tener en cuenta pero el más importante es que durante una temporada de ensueño pruebas un veneno que no quieres dejar de tomar. En ese momento conoces qué significa tener una buena o muy buena temporada y, por contraposición, también sabes qué significa tener una de mala.
Muchas veces, no se trata de si los resultados son positivos o negativos. En general, tanto la gente, como los patrocinadores son comprensivos y respetuosos en épocas bajas, y todo deportista sabe que es imposible estar surfeando la cresta de la ola perfecta eternamente. Pero lo que da más miedo de una mala temporada son las sensaciones. Las sensaciones entrenando, las sensaciones compitiendo. El abismo que existe entre competir y entrenar a gusto o arrastrándonos es, muchas veces, intolerable a nivel emocional y nos pesa mucho más que obtener o no grandes resultados.
Tras terminar una buena temporada, durante la cual todo ha fluido, la única cosa que deseas es repetirla porque te lo has pasado en grande. Intentar imitar una cosa nos puede hacer caer en la peor de las trampas: comparar. Si entramos en comparaciones estamos perdidos porque, como dije unas líneas más arriba, cada momento es distinto, así que debemos asumir que será complicado sentirnos igual y esto no tiene porque significar que vayamos por el mal camino.
Y, en cuanto a la segunda pregunta: ¿qué pasa tras un gran objetivo tipo un UTMB, un Marathon des Sables, un Everest Trail Race o el objetivo que sea pero que para nosotros haya supuesto un reto mayúsculo y que hemos preparado con absoluta pasión y entrega?
Normalmente, tras una consecución de estas características, aunque se haya tratado de algo absolutamente ilusionante, tanto su preparación como su realización nos deja agotados física y psicológicamente y gastamos muchos cartuchos.
Tras un objetivo de esta índole, a menudo, quedamos vacíos porque aquello por lo que hemos estado luchando durante tantos meses, se ha acabado y cuesta encontrar alguna otra cosa que alcance el mismo nivel de motivación.
¿Cómo podemos afrontar lo que nos viene de nuevo?
No quiero que todo esto parezca trágico, ni mucho menos, pero a veces y, todavía más, en la actualidad que únicamente mostramos en público las cosas positivas, el hecho de ser realista puede acercarse al pesimismo, pero no es así. Soy una gran soñadora, pero siempre debemos mantener una conexión con la tierra.
Para mí, el secreto para afrontar la situación que os planteo pasa por no precipitarse y, como ya os he comentado, en no comparar. Aunque sí que hay que mirar de sacar conclusiones de los buenos momentos para buscar asemejar aquello que nos ha funcionado y, evidentemente, intentar evitar y corregir errores, que seguro que también los ha habido.
La paciencia aquí toma un papel básico. Hay que saber aguantar la tormenta intentando no escuchar aquellos pensamientos negativos o vaciarlos de importancia. Una buena manera de avanzar, poco a poco, es marcándonos objetivos cercanos y que estén en nuestras manos para poder evaluar pequeñas mejoras que nos vayan alimentando el ánimo.
Y, por qué no, aprovechar estos momentos para preparar los malos ratos en carrera que siempre llegan y que también debemos saber gestionar.
Finalmente, es importante mantener ese equilibrio tan fino entre saber darnos pequeños respiros, que no estemos todo el tiempo pensando en ello y, sin duda alguna, persistir sin obsesionarnos.
Y veremos que, poco a poco. Como después de la tormenta que estamos sufriendo en casa estos días mientras escribo, veremos que la lluvia afloja, que se van rompiendo las nubes, que se va intuyendo el cielo azul, que el sol pasa de tímido a descarado y que los caminos embarrados se van secando. Permitámonos darle tiempo al tiempo, sin dejarlo al azar, para que nuestro cuerpo y mente se vayan poniendo en su lugar. No somos máquinas y aquí reside la gracia y la magia y toda la gracia del deporte.