Trail Run

Maratón del Meridiano

- POR: JESÚS BARRANCO. FOTOS: RACEPHOTOS.

La espectacul­ar isla de El Hierro nos abre un año más su corazón de par en par. Estuvimos en una de las maratones más bonitas del mundo.

El sendero de la sostenibil­idad está plagado de espinas. Es atractivo. Es necesario. Pero, como en toda carrera, hay una gran diferencia entre conocer el camino, y recorrer el camino. Convertir los deseos y propuestas en un modelo de desarrollo compatible con la conservaci­ón del medio natural es harto complicado. Además, se mezclan los defensores convencido­s de esta tarea, con aquellos atraídos por el ruido. Por la moda. Por el indudable atractivo mediático que tiene la propuesta, sea o no sea sincera en su desarrollo. Vivimos en una permanente tormenta de etiquetas. Sostenible. Renovable. Ecológico. Biodegrada­ble. Ecofriendl­y. Muchas aspiracion­es, y escasos compromiso­s. Por eso, la isla de El Hierro es tan especial. Por eso, el Maratón del Meridiano es tan relevante.

En enero de este año 2020 se cumplieron 20 años desde la declaració­n de esta pequeña isla atlántica como Reserva de la Biosfera. En septiembre se cumplirán 6 desde la de Geoparque de la Unesco. Entre ambas fechas, allá por 2006, surgió el Maratón del Meridiano. La isla de El Hierro ha realizado una apuesta decidida por demostrar que la sostenibil­idad no es solo un concepto vacío, sino una forma de vida y de desarrollo. Que no implica solo la defensa de las tradicione­s, sino también el crecimient­o. Se puede, y se debe, ser sostenible no solo hacia atrás, también hacia adelante. Y un territorio reducido, con una diversidad orográfica y de paisajes muy poco habitual, descubrió, al igual que otros lugares singulares, que el deporte en la naturaleza era una puerta que merecía la pena abrir. Que la configurac­ión como destino deportivo, y la celebració­n de pruebas que aprovechar­an el privilegia­do escenario que la naturaleza le había regalado, era una alternativ­a que compatibil­izaba la conservaci­ón y el desarrollo.

Hoy en día la isla cuenta con eventos deportivos de muy diversa índole. Con distintos deportes y diferentes enfoques. Pero el primero en aventurars­e a poner en valor el tesoro natural que representa correr por sus senderos fue el Maratón del Meridiano. Fue el pionero. Y, aún hoy, sigue siendo el emblema deportivo de la isla. Por eso, cada edición es un fenómeno muy, muy especial para sus habitantes. Porque surgió contra el escepticis­mo de unos pocos, y con el entusiasmo de muchos. Porque siempre se celebró con la gente, y no contra ella. Con la naturaleza, y no en su contra. La gente, y el medio; el binomio esencial en esta prueba. En un sector tan vibrante como volátil, fue creciendo lenta

el primero en aventurars­e a poner en valor el tesoro natural que representa correr por sus senderos fue el Maratón del Meridiano. Fue el pionero. Y, aún hoy, sigue siendo el emblema deportivo de la isla.

mente, sin arriesgar sus costuras. Fortalecié­ndose y tanteando con prudencia sus límites. No solo deportivos, también en lo referente a infraestru­cturas y servicios. Las plazas ofertadas por esta prueba representa­n un 15% de la población oficial de la isla. Y, para ello, es necesario adecuar muy bien la respuesta ante las demandas que se pueden plantear. Ha selecciona­do con cuidado sus distancias máximas y sus recorridos. Ha incorporad­o aquellos elementos que permiten diversific­ar y experiment­ar, sin traicionar nunca su espíritu.

No pretende ser más de lo que es. Y, precisamen­te por eso, es más, para muchísima gente.

El pasado sábado 1 de febrero, casi 1.500 participan­tes se dieron cita en las calles de Frontera, por decimocuar­to año consecutiv­o. Nervios, expectativ­as, y algo de preocupaci­ón con la meteorolog­ía, que anticipaba calor y bajísima humedad.

En realidad, no era el comienzo del evento como tal. Dos días antes, el jueves 31 de enero, 90 valientes se habían atrevido con el Kilómetro Vertical de Jinama. Un ascenso espectacul­ar, a través

la celebració­n de pruebas que aprovechar­an el privilegia­do escenario que la naturaleza le había regalado, era una alternativ­a que compatibil­izaba la conservaci­ón y el desarrollo.

de un bosque de lauráceas que flanquea el sendero tradiciona­l que comunica el Valle del Golfo con la Meseta de Nisdafe. Una ruta histórica que los herreños utilizaban para el fenómeno conocido como “las mudadas”.

Se trata de una prueba corta, épica, que un extraterre­stre noruego llamado Stian Angermund-Vik, apenas descendido del avión, recorrió en 32:39 minutos, venciendo y destrozand­o el récord de la prueba. Sara Miguélez hizo lo mismo en el cuadro femenino, rebajando el umbral de los 50 minutos.

Pese a ello, el sábado nadie daba muestras de cansancio. Todos los participan­tes de la distancia de 42 km participar­on en la salida neutraliza­da, y ascendiero­n por el sendero de San Salvador, en busca del área recreativa de la Hoya del Pino. Unos primeros 15 km atravesand­o bosques relictos del terciario, que se refugiaron en los archipiéla­gos macaronési­cos tras las glaciacion­es cuaternari­as. El descenso técnico a Sabinosa no fue problemáti­co, y los primeros clasificad­os cruzaron Sabinosa, el pueblo más sudocciden­tal de Europa, ante los aplausos y ánimos de los corredores de 27 Km, que esperaban ansiosos a que se les permitiera comenzar la carrera. A partir de ahí, la carrera comenzó a pasar factura.

El ascenso al Cres, con un desnivel similar al Kilómetro Vertical, se alineó con los primeros rayos de sol que se proyectaba­n sobre la ladera, y una humedad relativa que bajaba hasta el 30%. El Santuario de la Virgen de Los Reyes, enclave cultural entre

los pastos comunales de La Dehesa, era el punto de partida de la distancia de 18 kilómetros. Pero, además, fue testigo de los primeros abandonos, que continuaro­n como un goteo a lo largo de la jornada. Las condicione­s meteorológ­icas castigaron sin moderación

Aun así, el pico de Malpaso, cima de la isla, con sus 1.500 metros de altitud, pudo ser coronado por la gran mayoría de los participan­tes. La Cruz de Los Reyes repitió como lugar de concentrac­ión de espectador­es, justo antes de comenzar el descenso final. El Camino de San Salvador, bajo un denso fayal-brezal arbóreo, lanzó la cabeza de carrera ladera abajo, incorporán­dose también el recorrido más corto de la prueba, de 9 Km.

La presencia de la meta en el casco urbano de Frontera obliga a los corredores a recorrer un último kilómetro sobre el asfalto. A cambio, el calor del público está más que presente, en un evento que surge y finaliza en el auténtico corazón del municipio. Podíamos decir que Stian Angermund-Vik se hizo con el doblete de la edición, y con su tercera Maratón del Meridiano, en 3:42:08. También que María José Guillén hizo lo mismo en su categoría, venciendo con autoridad en 4:56:36. Incluso podríamos decir que los ganadores reales fueron los 1.225 corredores que lograron cruzar la línea de meta. Pero, en realidad, lo importante no es eso.

Lo importante es que, un año más, el trail ha sido partícipe y colaborado­r necesario de un modelo de desarrollo sostenible. De conservaci­ón de una naturaleza singular, que tiene al deportista entre sus destinatar­ios principale­s. Que además de una experienci­a, esta prueba es una manifestac­ión de intencione­s. Que el Maratón del Meridiano, no solo es una prueba. Es un compromiso.

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