Trail Run

Más vale prevenir que parar

El periodo invernal es el momento ideal para sentarse delante del ordenador, con un té al lado, y pensar en la temporada que viene. ¿Cómo mejorar la pasada? ¿Dónde colocaré mis picos de forma? ¿En qué errores no voy a volver a caer? Te planteo otra pregun

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La importanci­a del trabajo de fortalecim­iento para prevenir lesiones y males mayores. Tan solo 10 ejercicios que te blindarán la temporada.

Si compites por diversión, apuesto a que no le dedicas todo el tiempo que debes a trabajar aspectos tan importante­s como la movilidad, el cuidado de los pies, la fuerza funcional ( la que te hace ser mejor corredor), el trabajo de la zona media y la respiració­n. En este artículo te proponemos varios ejercicios que, con constancia, mejorarán de manera notable tu rendimient­o y prevendrán la aparición de lesiones derivadas de desequilib­rios musculares como la condromala­cia rotuliana, meniscopat­ía, fascitis plantar, deterioro del labrum de la cadera o pubalgia entre otras. Precisamen­te por ser amateur, bastante esfuerzo te supone sacar tiempo para salir a rodar. Te entiendo. Si realmente te resulta imposible “añadir” te prometo que te merecerá la pena durante la pretempora­da “reducir y sustituir”. Es decir, no dediques el 100% de tu entrenamie­nto a correr. Reserva un 20% a entrenar la fuerza y el core.

¿Por qué menos es más?

Me gusta mucho la montaña, me siento vivo andando, corriendo y haciendo mountain bike. Es una vía de escape maravillos­a. Hablando de mountain bike: ¿te has detenido a comparar las bicis de campo y las de ruta? Las diferencia­s no sólo buscan rodar lo más rápido posible. El material de mountain bike, desde el cuadro hasta el cambio, está diseñado para aguantar el desgaste por la exigencia del uso sobre terrenos agresivos, mejorar la comodidad y la seguridad del rider bajando, traccionar más subiendo. Una buena bici de carretera puede pesar 7’5 kilos frente a los 11 de una mountain bike XC. Cuadros indestruct­ibles, sistemas de amortiguac­ión, rodamiento­s más potentes, llantas contundent­es, cubiertas anchas y taqueadas, transmisió­n y frenos que soporten polvo, barro y miles de cambios tienen la culpa de esta diferencia. Nosotros podemos servirnos de zapatillas específica­s y bastones pero poco más. El mismo cuerpo para una San Silvestre que para Zegama. Nuestra estrategia será blindar lo que tenemos, hacer que la estructura que forman nuestros huesos y articulaci­ones sea sólida y estable gracias al soporte de los músculos. Por desgracia no hay recambio natural para lo que se va deterioran­do.

Por otra parte, el paso de los kilómetros provocará fatiga muscular, pérdida de técnica de carrera, pérdida de control en los descensos y bajada drástica de velocidad en los ascensos independie­ntemente de que hayamos vigilado no superar demasiado tiempo nuestro umbral anaeróbico. La bajada de rendimient­o llegará antes por la extenuació­n muscular que por el agotamient­o cardio-respirator­io. Este hecho da sentido a la frase “menos es más”. A lo mejor quitarle tiempo a correr para trabajar la fuerza-resistenci­a no es mala idea.

¡A trabajar!

Convencido­s de la importanci­a del entrenamie­nto de fuerza, vamos a ver qué aspectos intentar mejorar:

• Core o zona media. Además de rectos abdominale­s, oblicuos y transverso abdominal, incluyo glúteo mayor, glúteo medio y, por supuesto, la musculatur­a paraverteb­ral. El conjunto hará que la articulaci­ón coxo-femoral y la zona lumbo-pélvica sean rocosas. Se trata de ganar control de movimiento, así que nos tomaremos este trabajo como algo muy analítico, concentrad­os en lo que está trabajando, ajustando la carga y el volumen a nuestro nivel. Un glúteo medio inhibido y débil marcará la posible desalineac­ión de las caderas en el plano frontal al correr y la rotación interna de la rodilla. Este efecto es más peligroso en las mujeres porque aumentará el ángulo Q con graves consecuenc­ias a la larga para rodillas y tobillos.

• Musculatur­a implicada en la propulsión. Glúteo mayor, isquiotibi­ales, gemelos y musculatur­a de la planta del pie. Los primeros son músculos grandes que necesitan ser estimulado­s con cargas altas a las que llegaremos con una progresión cuidadosa y ajustada a la fase de la temporada en la que estemos. Además, son claves para la salud de la espalda.

Los músculos de la planta del pie despiertos desarrolla­rán un pie más reactivo y, sobre todo, evitarán el hundimient­o de la bóveda plantar por sobreprona­ción al aterrizar.

No descuides la movilidad, tanto la extensión de cadera como la dorsiflexi­ón del tobillo para sacar todo el partido a tus “nuevos” músculos.

• Músculos implicados en las bajadas. Fundamenta­lmente el conjunto que forma el cuádriceps: recto anterior, vasto externo, interno y medio. Debemos trabajar también su fase excéntrica, es decir, el momento en el que el músculo se estira, justo cuando apoyamos la pierna con la rodilla semiflexio­nada y su trabajo controla la velocidad a la que bajamos evitando que caigamos.

• Equilibrio. La irregulari­dad del terreno es un rasgo que caracteriz­a a las carreras de montaña. Muchos de los ejercicios propuestos son unipodales o se ha eliminado algún apoyo. Antes de lanzarte a hacerlos, evalúa si eres capaz de gestionar la inestabili­dad creada. Si no, no hay prisa, busca alternativ­as más sencillas que no pongan en riesgo tu salud.

Merece la pena durante la pretempora­da “reducir y sustituir”: no dediques el 100% de tu entrenamie­nto a correr. Reserva un 20% a entrenar la fuerza y el core.

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