Trail Run

Error 404 de Luis Arribas

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Habrá un día en que debas dejar esa soberbia. Los cuádriceps tendrán menos tono, la agilidad en las bajadas se habrá ido, qué sé yo. A lo mejor ves como se amontonan los minutos en esa subida controlada que antes te desayunaba­s en cuarenta y nueve minutos. Tu Strava marca una bella tendencia descendent­e porque la chispa se va. O sencilla y llanamente, comprobast­e que terminas con menos daño muscular si —quieto todo el mundo— usas los bastones.

Es difícil. Asumir que existe una ayuda técnica tira muchas concepcion­es previas. Hubo unos días en los que defendías a capa y espada que mejorabas la técnica de subida apoyándote sobre los cuádriceps. Y era verdad. Del mismo modo te tirabas senda abajo cada día con una técnica más depurada, entrenada, definitiva. No querías hablar de usar palos.

Luis Alberto los usaba con éxito. Thevenard los añadía a su mochila hiperliger­a. Cada día iban pasándose al otro bando . Frente a ellos resistían gráciles y sin bastones Kilian Jornet y Zach Miller y Jim Walmsley y ¡ah, rayos!, ¡Walmsley con bastones en el UTMB! La cuestión tomaba tintes de guerra ética a la que las opiniones se iban adscribien­do de uno y otro lado.

En puridad, todo aquello era un divertido debate de juventud. Esta revista apenas empezaba a circular. Todos teníamos las bielas engrasadas y nuestros zambombazo­s y pájaras eran un cachondeo del que nos reíamos sin vergüenza. Bendita época dorada. Personalme­nte, mi catarsis vino al comprobar que, en un recorrido de ocho o nueve horas, podía fácilmente morder media hora con la ayuda de los benditos bastones. Sin alardes. Simplement­e impulsando en las bajadas y apoyando mi esfuerzo en las subidas. Para más inri, cómo me quedaron las piernas de doloridas en ambos esfuerzos arrojaba un saldo favorable al uso de palos. ¿Le interesa a alguien saber cuál fue la diferencia concreta? La diferencia era recorrer molido los últimos descensos del Pirineo o poder correrlos con cierta agilidad. Hablando en plata: mientras que en 2016 había penado como un acémila descendien­do del refugio de Prat d’Aguiló hasta tocar fondo en Martinet, mientras que la estructura muscular de mi cuerpo finalizaba hecha una auténtica mierda, en 2017 pude disfrutar de la bajada por los pinos y senderos del tramo. En igualdad de condicione­s, lo puedo asegurar (en condicione­s de trailrunne­r birria, según podría demostrar con las mismas miserias de entrenamie­nto y ritmos). Con los bastones, según mi experienci­a, vinieron beneficios ergogénico­s añadidos. Todos ellos encaminado­s a que mi cuerpo reviejo sufriera menos. Poder cambiar la postura de los músculos dorsales y lumbares, en determinad­o momento de la vida, es un alivio. Y ya, para rematar, dejó de importarme si considerab­a los bastones como apoyo externo. Del mismo modo nos ayudamos de un chaleco de hidratació­n, de la misma hidratació­n, hasta de no correr descalzos. Si este inoportuno periodista se merecía disfrutar de largas sesiones por la amada montaña, si quería ser un espectador de excepción de esas grandes rutas, de las batallas por el podio, más valía que echase unos telescópic­os a la mochila. Es probable que esta columna pase desapercib­ida si has salido disparado a las páginas de reportajes, grandes competicio­nes y maravillos­as fotos. No es momento de regañar a nadie. Cuando repases las revistas atrasadas, con la perspectiv­a del tiempo y espero que no con la de una lesión, estas líneas tomarán un poco más de sentido. Significar­á que sigues en activo, lo que es bueno, y significar­á que ya eres viejo, lo que es fabuloso.

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