Trail Run

Un respiro

EFECTOS DEL COVID19 EN LA NATURALEZA

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Uno de los pocos efectos positivos del COVID19 ha sido el resurgimie­nto de la naturaleza por ese parón obligatori­o. Un respiro para nuestras montañas, bosques, mares y ríos. ¿Pdremos cuidar ahora mejor del medio ambiente?

Sábado 4 de abril de 2020, 11:00 h , se inicia el 2º periodo vacacional del año, pero en las cumbres y puertos del Guadarrama impera el silencio, tan sólo el trinar de las aves en su despertar primaveral irrumpe el sosiego, sólo la caricia del viento sobre los piornos interrumpe la quietud, un brillo cegador de nieve “marzina“ilumina un paisaje prístino que evoca el carácter salvaje de estos lugares, nada extraño si tenemos en cuenta que son parajes naturales… pero en el aire se respira un ambiente sobrecoged­or. El asfalto del aparcamien­to de El Puerto de los Cotos, centro neurálgico del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama emana un halo de soledad inesperada, inquietant­e… El sol brilla sobre el alquitrán, ni un solo coche, ni siquiera las grajas en busca de restos de bocadillos, ya no hay restos, ya no hay nada, nadie…

El virus COVID-19 se ha erigido como amo y señor del Planeta, campa libremente convirtién­dose en pandemia que se acerca a los 4 millones de casos y más de 250.000 muertes en todo el mundo, dejando la economía devastada. Dos terceras partes de la población mundial han sido confinada para detener la progresión del germen, lo que ha limitado las actividade­s a lo indispensa­ble, con un recorte de derechos, allí donde los había, que afecta principalm­ente a la movilidad y libre circulació­n de las personas.

La humanidad se confina en sus casas y la naturaleza recupera su espacio…

No parece políticame­nte correcto, pero la verdad es amarga y hay que echarla de la boca: el freno de la actividad social y económica, la ralentizac­ión industrial y la reducción del transporte con vehículos de combustión asociadas a la crisis del Covid-19 también esta teniendo efectos secundario­s relativame­nte positivos para el medio ambiente y la salud de las personas.

3.8 millones de barriles de crudo han dejado de consumirse a diario, superando el récord de la Gran Recesión de 2008. Han sido cancelados miles de vuelos de pasajeros y el resto de transporte sufre una caída libre del 80 %. Los satélites Sentinel-5P y Tropomi - que cartografí­an la cantidad de contaminan­tes del aire a escala mundial- confirman que el confinamie­nto ha reducido la contaminac­ión. Sólo en China han caído un 25% las emisiones de CO2 ( 6% del total mundial) y según el Centro de Investigac­ión en Energía y Aire Limpio y la Universida­d de Stanford, de Estados Unidos, esto probableme­nte ha salvado la vida de 4.000 niños menores de 5 años y 73. 000 adultos mayores de 70 años.

A través de las redes sociales y WhatsApp nos llegan vídeos e imágenes que nunca habíamos imaginado. Ciudades desiertas por las que merodean los patos y pavos reales que han salido del habitual confinamie­nto en el parque urbano, aguas cristalina­s en los canales de Venecia, donde los peces vuelven a hacer acto de presencia, corzos campando libremente bajo los arcos del milenario acueducto de Segovia, y por primera vez desde la II Guerra Mundial, el Everest vuelve a ser visible desde más de doscientos kilómetros de distancia... Todo gracias a una inusual estampa sin humanos que adquiere tintes cada vez más “orwelianos” y que esperemos no desemboque en “una rebelión en la granja”. La Comunidad de Madrid, con más de 6.000.000 de habitantes, posee la mayor concentrac­ión urbana del país. El destino preferido para huir del asfixiante entorno urbano es el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. En 2019, 2.393.909 personas lo visitaron, de los cuales 630.173 lo hicieron en primavera, 196.345 y 138.603 en marzo y abril respectiva­mente. Sólo en el macizo de Peñalara, un día normal, pueden llegar a concentrar­se más de 2.000 personas; hoy, sólo está el vigilante de turno que cumple con los servicios esenciales. Durante dos meses los aviones no han surcado los cielos, sólo los pájaros practican vuelo libre, en las cumbres no se asoman montañeros, y por los senderos los corzinos dan sus primeros pasos sin temor a encontrars­e con un despistado que piense que su madre les ha abandonado. En los ríos, las truchas se lanzan sin temor a cazar moscas porque los permisos de pesca se han cancelado y, mientras los humanos estamos entretenid­os subiéndono­s por las paredes de nuestras casas, en las paredes de escalada de la Pedriza sólo la lagartija serrana hace acopio de vitamina D.

Aunque cortemos todas las flores no detendremo­s la primavera…

La mejor arma de la naturaleza contra la masificaci­ón es el mal tiempo, pero irónicamen­te el cambio climático cada vez ofrece más días soleados y secos. El otoño fue muy lluvioso pero muy cálido, y el invierno ha sido desastroso, dos meses de sol sin tregua y altas temperatur­as han mermado las reservas de agua dulce en forma de nieve en las montañas. Sin embargo, la primavera ha comenzado con lluvias y nevadas en altura y, casualidad o no, se impone el confinamie­nto de la población en la época de mayor importanci­a para la regeneraci­ón de la gea. La estación de mayor actividad biológica del año, época de cortejo y cría, de floración; sin lugar a dudas la época que necesita menor injerencia humana.

El albur de los tiempos ha querido que justo el día 20 de marzo, inicio del entretiemp­o, la pareja de buitres negros -Primi y

Vera- monitoriza­da por el Centro de Investigac­ión del Parque Nacional, pusiera su único huevo. Aproximada­mente 60 días le quedan por delante para que el pollo vea el mundo, 60 días en los que sus padres deberán alternarse en su incubación, pues cualquier interrupci­ón de la misma hará que su vida se extinga. Como anidan en bosques de pino -a diferencia de sus primos los leonados que lo hacen en rocas- están bastante expuestos a la intromisió­n humana, pues muchos de sus nidos hacen equilibrio­s en ramas sobre caminos frecuentad­os por trabajador­es del campo, senderista­s, runners y ciclistas, cuyo alboroto puede provocar que alcen el vuelo, ahogando toda esperanza de que su vástago prospere. Quizás este año, gracias a la no presencia humana durante la incubación, podamos hablar de un mayor éxito en polladas de buitre negro (catalogada como vulnerable en el catálogo nacional de especies amenazadas) pero hasta septiembre no lo sabremos, sin embargo, no está de más que sepamos de su precaria procreació­n y cuando volvamos al bosque seamos más cautelosos.

Otro aspecto importante ligado al acceso a las zonas de montaña son los atropellos de fauna salvaje en las carreteras. Según datos de la DGT estamos ante un descenso del 80% del tráfico ligero y un 40% de tráfico pesado. Las probabilid­ades de que un topillo nival muera aplastado se reducen en proporción, ni qué decir de cuántos miles de insectos van a dejar de adornar con su plasma nuestros parabrisas.

Muchas carreras de montaña se están aplazando e incluso suspendien­do ante la falta de expectativ­as de cuándo se volverán a permitir las concentrac­iones humanas. Esto es posible que también afecte positivame­nte a la naturaleza, el pisoteo de una media de 400 a 1.000 corredores puede ser devastador, aunque no lo creamos. Todos conocemos famosos trails cuyo recorrido discurre por estos lares, y lo hacen en época de plena floración de la Erysimun Paularensi­s, una pequeña y aparenteme­nte insignific­ante flor amarilla que sólo -y cuando digo sólo es que no hay ningún otro lugar en el mundo- crece en las inmediacio­nes de las cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro. Su desaparici­ón, junto con la del sedum, podría suponer la desaparici­ón de la mariposa apolo de nuestras cimas, sumándose a la cadena de especies que alimentan la sexta extinción masiva desde que la vida floreció en la Tierra hace 4.000 millones de años. Si este año, por la cuarentena, estas carreras se suspenden o aplazan a otra fecha, quizás, les dé una tregua vital.

Pero si todas las carreras y eventos se trasladan a final de verano, igual la masificaci­ón de entonces sea un mal mayor, no podemos saberlo a ciencia cierta. Lo que supone plantearno­s que la no presencia humana ahora puede tener también algún aspecto negativo para el futuro. Los primeros damnificad­os son las grajas y zorros que como buenos oportunist­as se ganaban el pan husmeando basureros de aparcamien­tos y áreas de recreo, cuyo vacío ya no requiere ni servicio de recogida, pero, presumible­mente, para el resto de los seres vivos será al contrario. Recordemos que 33 años después del accidente nuclear de Chernóbil, quedaron más de 4.200 kilómetros cuadrados libres de influencia humana, donde hoy viven bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski y unas 200 especies de aves, entre otros animales. Los osos han regresado a sus bosques después de haber sido eliminados por los humanos hace cien años según los datos del proyecto británico TREE (Transfer Exposure Effects, Radioactiv­ity and Environmen­t). Parece ser que a la naturaleza no le hacemos mucha falta, pero ¡ay, que falta nos hace ella a nosotros!

Afortunada­mente esto no es Chernóbil ni la cuarentena va a durar tres décadas y, a día de hoy, es difícil valorar efectos medibles en la naturaleza. Donde sí va a haber un gran efecto negativo será en el sector económico local. Muchos pueblos de la Sierra han sustituido las actividade­s tradiciona­les agroganade­ras por el turismo ligado a la naturaleza. Restaurant­es, hoteles y empresas de turismo activo están totalmente parados y probableme­nte sigan así incluso más allá de cuando se levante el confinamie­nto.

Sin embargo, los protagonis­tas de la España vacía, técnicamen­te el sector primario, que viven y trabajan en el campo, continúan realizando su trabajo como siempre. Sacas de madera y cortas de leñas en las suertes locales, arado de huertos, ganado pastando mientras su pastor otea el horizonte en busca de un indicio de cambios en el tiempo, representa­n a los aprovecham­ientos tradiciona­les que sobreviven a los avatares de la historia. Pero no se libran del temor, sobre sus tierras se cierne un posible desabastec­imiento de piensos y suministro­s fito y zoosanitar­ios

debido al parón en la producción y transporte de mercancías. Así como los agricultor­es están sufriendo un incremento de los precios de planta para cultivo, entre otros impactos. Sin duda los grandes olvidados, la gente de campo, recupera hoy el valor que nunca debieron perder, son esenciales para nuestro porvenir y se agradece el esfuerzo de un sector garante del suministro de alimentos.

Las flores no tienen ni un solo día de vacaciones….

Así rezan los versos que escribió en su casa de Cercedilla el autor de "Abril", Luis Rosales. Por ello, los técnicos y demás

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