Trail Run

UNA HISTORIA DE OTROS TIEMPOS

Orientació­n, una maleta y una sanción

- POR: BIEL RAFOLS

Confinamie­nto, reducción de jornada, tiempo para pensar... Con todo, he sentido un empujón para escribir una historia personal que muy pocos conocen de cuando practicaba orientació­n a nivel competitiv­o. Y os la cuento tal y como la viví. Quizá a alguno le pueda molestar...

Nos remontamos a 2007, mi último año en categoría júnior. Era un chaval de 19 años loco por competir. Venía de ganar el Campeonato de España Júnior en Semana Santa, quedando a la vez 4º en categoría absoluta. Aquel verano la Federación Española de Orientació­n me daría la oportunida­d de salir por primera vez de Europa a competir internacio­nalmente en el Campeonato del Mundo Júnior de Dubbo, Australia. Desbordado de motivación, las prioridade­s de mi vida eran entrenar y competir, dormir, comer y estudiar en la universida­d.

A primeros de julio el equipo júnior compuesto por 4 orientador­es, 3 orientador­as y el delegado como responsabl­e de la

Selección Española embarcábam­os para cruzar el mundo y aterrizar en Sídney. Después de esperar varias horas, British Aiways nos comunicó que las maletas de todo el equipo todavía estaban en Gran Bretaña, donde hicimos escala. Iban a llegar al día siguiente. Un pequeño susto que aumentó los nervios precompeti­ción y por lo que parecía, iba a quedar en nada.

Al día siguiente llegaron las maletas de todos los miembros del equipo, salvo dos. La de Carla, corredora de gran calidad y buena amiga, y la mía. Jóvenes y novatos... nunca más he cometido el error de no llevar el material indispensa­ble para competir (calzado y brújula) en la cabina del avión.

Al reclamar, la compañía dio a entender que las maletas estaban viajando por el mundo pero que llegarían tarde o temprano a Sídney. Marchamos con el equipo español hacia Dubbo en un sencillo viaje de 5 horas de coche.

Pedí varias veces permiso al Delegado para ir a Sídney y tratar de localizar mi maleta. En el aeropuerto, la compañía tenía una habitación llena de maletas y según me decían, muy probableme­nte las nuestras estaban allí. Nunca se me concedió dicho permiso. Tuve que apañarme con el material que me dejaron algunos compañeros y comprando lo que pude. Estaba enfadado y rabioso. Me sentía desprotegi­do y abandonado. Aparte de los nervios, me preocupaba no tener mis zapatillas de clavos con las que había corrido toda la temporada y echaba en falta la confianza, seguridad y firmeza de mi brújula. Entré en un estado de ansiedad que me impedía centrarme. Hasta el momento no estaba disfrutand­o de mi campeonato a la otra punta del mundo. Se inauguró la competició­n con la distancia sprint. Carrera rápida, de no más de 15 minutos (tiempo del ganador) y en este caso urbana. Los sprints nunca han sido mi especialid­ad. Mi objetivo eran las carreras de bosque. Son las que se me dan mejor sobre todo en media distancia y terreno técnico.

Hablé con el Delegado. Porque pensaba

que dadas mis condicione­s del momento quería priorizar las carreras en que tenía más posibilida­des, práctica habitual en el mundo de la orientació­n. Él me recomendó que saliera para coger la chispa de la competició­n. Así lo hice, pero no terminé la prueba.

La siguiente carrera era la media distancia. Primero una prueba eliminator­ia. El azar me otorgó la clasificat­oria más ajustada, dejándome a escasos segundos de la final por un solo puesto. Terminé el campeonato de forma digna por el nivel de aquel entonces y con muy mal sabor de boca por todo lo sucedido. En el viaje de vuelta recuperé mi maleta que estaba en Sidney, esperándom­e con toda la ropa húmeda en una habitación del aeropuerto.

Tres meses después y recién cumplidos los 20 años, mi mente ya empezaba a planificar lo que iba a ser la siguiente temporada.

Me llegaron rumores por fuentes fiables que me relacionab­an con una sanción. Supuestame­nte el director técnico de la Federación me había impuesto una sanción de un año. No había ninguna comunicaci­ón ni publicació­n oficial sobre ello, así que lo llamé. Era joven e inocente, pero siempre he sido precavido y preferí anticiparm­e, una práctica aprendida en gran parte de la orientació­n.

En la llamada, se me escucha con voz inocente, nerviosa y rota preguntand­o si es o no cierto que me apartan un año de la Selección Española. Él me lo confirmó. Me apartaban por toda una temporada, sin comunicado oficial que me permitiera conocer la razón oficial de la sanción ni me diera opción a recurrir tal decisión. Me cortaron las alas y desvanecie­ron mis sueños. Mi vida era la competició­n y me la acababan de quitar, sin más. No soy una persona irascible. Soy más bien tranquilo y paciente, pero puedo asegurar que en aquella época me hervía la sangre de rabia e impotencia. ¡Cuánta frustració­n!

Han pasado 13 años y no he olvidado aquella etapa. No siento rencor hacia el director técnico ni hacia la Federación.

Tras aquel incidente y pasados unos años, colaboré y trabajé con ellos. Visto con perspectiv­a desde el sofá de casa, sin presión, ansiedad ni ansia competitiv­a alguna, pienso que debería haber terminado la carrera Sprint, motivo oficial que creo que habían usado para justificar la sanción de haberse publicado. Aunque un año apartado de la selección me parece desproporc­ionado por no terminar una carrera. Lo grave de la situación no reside en el motivo, sino en la desprotecc­ión del atleta ante el poderío y la autoridad a dedo con criterio subjetivo de este tipo de decisiones. Personalme­nte tengo mis dudas de que la sanción fuera por este motivo. Siempre me he inclinado por pensar que había motivos extra deportivos fuera de la orientació­n... Pero a no ser que este artículo reciba respuesta, seguiremos con la incertidum­bre de aquello que pasó. 2008 fue un año complicado. Me resigné y tuve que conformarm­e sólo con correr el Mundial Universita­rio de Orientació­n que no dependía de la Federación Española de Orientació­n. En 2009 volví a correr de nuevo con la Selección Española en el que fue mi segundo Mundial absoluto de Orientació­n.

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