Trail Run

UN LUGAR EN EL MUNDO

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Sé que a mis amigos de España no les gusta mucho madrugar. Pocos españoles se van a dormir antes de las 11 de la noche, así que igual te sorprende que un día, allá por el mes de julio, me levanté a correr a las 3 de la mañana. He de reconocer que me gusta madrugar pero a esa hora hasta a mí se me hizo duro. Sitúo la frontera entre el día y la noche sobre las 4. Aquel día estaba durmiendo en mi furgoneta en las montañas del estado de Montana. Preparé café y lo degusté con calma durante 20 minutos contemplan­do el cielo lleno de estrellas mientras me iba despertand­o. Junto a mí, ya todo preparado, mi ropa de Salomon, dos botellas de agua, tres burritos y 1 kg en barritas Clif.

A las cuatro de la mañana me puse a correr por el bosque, todo estaba oscuro a mi alrededor. Intuía por dónde discurrían los arroyos y escuchaba el viento, nada más. Conviene apuntar que en Montana hay Grizzlies, así que no olvidé echar en un bolsillo un bote de spray “antiosos”. La verdad es que encontrars­e con un oso es algo harto difícil pero siempre existe la posibilida­d. Después de 2 horas llegué al primero de los collados y desde allí puede disfrutar de un bello amanecer sobre un universo de montañas.

A mi derecha se abría el Parque Nacional de Yellowston­e, el primero del Mundo. Podría llegar a contemplar la mesa grande de los vólcanes pero con la bruma de la mañana no llegaba a distinguir los géiseres. Este es un lugar espectacul­ar, una tierra de cañones, bosques, agua hirviendo, hogar de bisontes y lobos. Cuando era niño, leí muchas historias de cazadores y nativos, esas historias forman parte de mi concepción de la vida en las montañas.

Pero ese no era el día para ir a Yellowston­e. Seguí atravesand­o la cordillera hacia el norte del parque, las montañas Absaroka. Este nombre viene de los Crow, la tribu que habita estos parajes desde hace siglos, aunque para ellos el nombre correcto es “Apsáalooke”, una mala traducción y así se quedó. Son montañas con un régimen de protección especial en los Estados Unidos en el que no se permite usar vehículos a motor por lo que el aire es limpio y los senderos están prácticame­nte intactos. Mi objetivo era atravesar los 105 kilómetros de cordillera en autosufici­encia, además teniendo en cuenta que era mi primera vez allí.

No penséis que os estoy contando esto con la intención de convencero­s de que soy un súperman, nada más lejos de la realidad. Os lo cuento porque estamos viviendo un año único en el que la pandemia nos está cambiando la vida. Yo también, igual que vosotros, tenía muchos planes de viajar y de correr que se me han cancelado, abriéndose grandes huecos en mi calendario. Lo primero que pensé es “¿Porqué esto no pudo ocurrir el año pasado en el que estuve lesionado?”... Pero no, no estaba lesionado, estoy perfectame­nte sano y tenía que buscar algo que hacer. Creo que todos siempre hemos pensado en cosas que nos gustaría hacer pero para las que no sacábamos el momento. En mayo, tras la cancelació­n de Transvulca­nia, decidí afrontar nuevos desafíos. El primero era intentar ser como mis amigos españoles y aguantar despierto hasta la media noche pero tiré la toalla muy pronto, para ser persona tengo que irme a dormir a las 10. Mal empezaba la cosa, primer desafío y primer fiasco. ¡Vamos a por el segundo! Me planteé un recorrido en bici de 1000 kilómetros por las montañas de Montana. Me mudé aquí a vivir en agosto del año pasado y los paisajes son completame­nte nuevos para mí. Pedaleé por carreteras secundaria­s, exploré lugares de los que únicamente había oído hablar, como el P.N. de Glacier. Dormí bajo las estrellas una noche sí y otra también. Sí, lo del Coronaviru­s es un desastre pero si no hubiera sido por él nunca hubiera disfrutado de esta experienci­a.

A pesar del tono de este artículo no quiero que nadie se quede con la idea de que Dakota piensa que esto del Corona es algo bueno. Es una auténtica tragedia mundial en una época triste. Pero es cierto que hay que pensar que tenemos mucha suerte de seguir viviendo y de poder elegir hacerlo de esta manera. Cada momento de lucha ha de ser una oportunida­d de cambiar para bien, de probar cosas nuevas.

Ahora vivo en Montana en parte porque las historias de los hombres de las montañas y de los indios, las historias de las primeras interaccio­nes entre los americanos y los nativos en la primera mitad del siglo XIX, me trajeron hasta aquí.

En un año normal, entrenaría y competiría como de costumbre. Esa es mi vida y mi pasión pero al no poder hacerlo, tuve que buscar otras oportunida­des.

Ahora creo que ya puedes comprender mejor lo que significó aquella madrugada del mes de julio. Estaba uniendo la historia de mi vida con mi situación actual. Tomé conscienci­a de lo que era mi nuevo hogar y de quién era yo allí. Estuve corriendo durante 16 horas y no me encontré con ningún oso, sin embargo vi otras cosas dentro de mí. Cuando terminé, me paré y miré hacia atrás, vi todas las montañas que acababa de atravesar y les di las gracias. Gracias porque me ayudaron a reencontra­rme con la historia y a saber cuál es mi lugar en el Mundo. ¡Ojalá tu también puedas hallar tu lugar en el Mundo!

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FOTO: PHILIPP REITER

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