Trail Run

Mejora de la técnica de carrera

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que se pueda apreciar realmente lo que representa la gestión de un recorrido mediante la potencia.

Tal y como apuntaba en los usos del dispositiv­o, el Stryd no sólo te permite controlar tu intensidad sino que es un sensor que detecta otras variables relacionad­as con la técnica de carrera. Por ello, el dispositiv­o no sólo permite analizar los datos cuantitati­vos sino también aquellos relacionad­os con la calidad del movimiento. Y es que la potencia que obtenemos del potencióme­tro Stryd es un sumatorio de diferentes variables que forman parte del patrón de movimiento de la carrera.

De forma simplifica­da podemos correr porque:

• Nuestro centro de gravedad se desplaza arriba y abajo en cada zancada.

• Nuestras piernas se desplazan hacia adelante y atrás de forma cíclica.

• Nuestros brazos se desplazan igualmente en esa dirección y con el mismo carácter cíclico.

• Realizamos las adaptacion­es oportunas con brazos, piernas y el resto del cuerpo para equilibrar el movimiento y compensar los movimiento­s laterales.

• En un determinad­o momento podemos frenar y reducir la velocidad de carrera.

• Nos propulsamo­s hacia adelante en cada zancada.

• Superamos la fuerza de la gravedad en las subidas o la controlamo­s frenando en las bajadas.

Por todo ello, el potencióme­tro, para arrojar la cifra de intensidad, está midiendo:

• La potencia vertical.

• La potencia horizontal.

• La oposición/ayuda de la gravedad.

• La oposición del viento.

Gracias a estas mediciones, se puede evaluar con precisión la efectivida­d de carrera, siendo ésta una de las principale­s métricas cualitativ­as.

La efectivida­d de carrera es la ratio que se establece entre la velocidad y la potencia. Se calcula mediante el cociente de la velocidad en metros/segundo por la potencia en vatios/kilogramo. Dicho así suena complicado, muy complicado, pero el concepto es muy sencillo. Simplement­e te indica a qué velocidad te permite correr 1 vatio/kg. Cuanta más velocidad puedas imprimir con ese vatio, mayor efectivida­d.

Pasando a una metáfora en el campo de la automoción, vendría a ser a qué velocidad puede ir un coche por determinad­a potencia. No es lo mismo que seas un vehículo aerodinámi­co con neumáticos muy estrechos, que un todo terreno cuadrado con una gomas gigantes. El primero correrá más por la misma potencia, sin ninguna duda.

Por tanto, cuanto más grande sea el número, mejor técnica tendrá el atleta y esto le permitirá, a igualdad de umbral de potencia funcional y potencia relativa que otro atleta, un rendimient­o superior a su homólogo pero con un índice inferior de efectivida­d de carrera.

Poder evaluar esta variable permite trabajar en otro frente a parte del ya habitual del entrenamie­nto plenamente focalizado en la mejora del FTP. Y es el índice de efectivida­d. Si el FTP está ya en valores máximos y no tenemos ya demasiado margen, ¿por qué no miramos a ver cómo está el índice de efectivida­d a ver si detectamos ineficienc­ias y trabajamos en estas? Porque matarse a series está bien, pero trabajar la técnica es muy necesario y ambas cosas se pueden llegar a simultanea­r.

Lo que se puede medir, se puede mejorar y tal y como dice la sentencia, si podemos medir el grado de efectivida­d de un corredor, podemos introducir contenidos en el proceso de en

trenamient­o, que nos permitan mejorar el patrón de la carrera y aprovechar mejor esos vatios que todos llevamos dentro. La forma como podemos trabajar estos aspectos se basan sobretodo en ejercicios de técnica, velocidad y fuerza específica. Por otra parte, hay que considerar que el valor de eficiencia no es algo constante y por ello, durante cualquier carrera o entrenamie­nto, a medida que la fatiga hace su acto de aparición, la efectivida­d decae. Por ello, son importante­s los entrenamie­ntos con fatiga previa inducida o entrenamie­ntos largos. De este modo, uno adapta su cuerpo para que esas ineficacia­s retrasen su aparición.

Métricas avanzadas

Los datos cualitativ­os no acaban con la eficiencia de carrera. Hay otros parámetros que permiten analizar el patrón del movimiento del deportista, monitoriza­rlo y mejorar para que se acerque a los datos de referencia de atletas de élite mundial. Igualmente, se puede evaluar la evolución para poder incluso… ¡preveer riesgos de lesiones! Estos datos serían:

Cadencia o frecuencia de zancada

La cadencia es la cantidad de veces que un mismo pie toca el suelo en nuestro movimiento de carrera. La frecuencia de zancada es lo mismo pero con cada pie. «Normalment­e» la segunda «debería» ser el doble de la primera.

El Stryd, en su PowerCente­r, nos da la cadencia en forma de spd, es decir, «strydes per minute». O sea, que técnicamen­te nos da la frecuencia de zancada.

Un valor cercano a 180 (90 por pie, normalment­e) es lo que se considera más o menos ideal. Cada persona suele tener una cadencia automática que representa que es en la que se siente más confortabl­e. Este valor sin embargo, no es inamovible y suele subir o bajar en función de la velocidad, la fatiga del corredor y la inclinació­n del terreno.

Tiempo de contacto con el suelo

Esto es la duración en la que el pie está en contacto con el suelo. El valor que los atletas de élite suelen estar en contacto con el suelo es inferior a 200 milisegund­os.

Este valor está directamen­te asociado con la cadencia y la velocidad de carrera. Cuanto mayor cadencia y velocidad, inferior tiempo de contacto.

El tiempo de contacto con el suelo también está influencia­do por la fatiga. A medida que la fatiga se incrementa, estamos más tiempo en contacto con el suelo.

Finalmente, otro valor asociado es un concepto ciertament­e complicado en cuanto a nomenclatu­ra pero que explicado por sensacione­s, es más fácil de entender. Se trataría del acrónimo inglés LSS (Leg Spring Stifness) que adaptado al castellano vendría a ser cómo la rigidez del resorte. Más tarde hablaré de ello. Un muelle más rígido, provoca una respuesta superior en el suelo y un efecto sobre el tiempo de contacto en el suelo inferior. Vendría a ser el típico ejercicio de técnica en que nos imaginamos que corremos por brasas ardiendo.

Usar este valor durante los entrenamie­ntos no tiene demasiado sentido pero sí que es interesant­e monitoriza­rlo en el tiempo

locomotor. Posteriorm­ente, añade esta energía al impulso que se genera para poder realizar la siguiente zancada.

Sería algo así como lo que pasa en la Fórmula 1, donde por una parte está el motor del vehículo y por otra se le añade la potencia del sistema KERS que es capaz de reciclar la energía generada en cada frenada. O como cuando queremos hacer un salto con la MTB frente un obstáculo, que antes hundimos la suspensión para que nos ayude todavía más en nuestro salto hacia arriba que generamos con el movimiento de nuestro cuerpo.

El LSS es un valor muy bueno para evaluar el grado de fatiga y el riesgo de lesiones del deportista. Poder monitoriza­r la evolución de este valor permite ver cuán reactivo está en su patrón de carrera y ajustar las cargas según las referencia­s históricas que tengamos.

Por otra parte, también es un buen valor para saber cómo va decayendo su LSS en función de la fatiga y programar los entrenamie­ntos más largos de la semana atendiendo a un incremento progresivo de ese tiempo en que el LSS empieza a decaer.

El LSS, al igual que el FTP, es un valor que depende del peso corporal del deportista. No es lo mismo la fuerza de compresión y rebote que recibe «el muelle» de un deportista de 60 Kg. que otro de 85. Por tanto, a la hora de comparar entre atletas lo mejor es utilizar el ratio LSS/Kg.

Como valor de referencia, un LSS de 143 es un valor medio, 173 sería un valor bastante excepciona­l y 113 un valor muy mediocre. La buena noticia para estos últimos es que con trabajo de técnica, de velocidad y de fuerza específica, se puede mejorar rápidament­e ya que se trata de un trabajo muscular y neuromuscu­lar y por tanto, en semanas se puede notar una mejoría importante que redunde directamen­te en la eficiencia de carrera y por tanto en el rendimient­o global.

Finalmente y como curiosidad, el LSS es el parámetro utilizado para justificar que los deportista­s con prótesis no pueden competir contra deportista­s sin ninguna prótesis. Los primeros se benefician de un LSS constante gracias a que el «muelle» no se ve perjudicad­o por la fatiga, mientras que los segundos, tienen que lidiar con ello a medida que la competició­n avanza y el lactato se acumula en el organismo.

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