EL ESPÍRITU DEL TRAIL
En las últimas semanas han saltado varias noticias en nuestro pequeño mundo del trail y de las carreras de montaña que han hecho tambalearse algunos cimientos en apariencia bien asentados, o quizá es que no lo estaban tanto… Se ha hablado, todos lo hemos hecho y en este número 47 de Trail Run lo seguimos haciendo, sobre el futuro de este deporte y hacia dónde van los designios y los rumbos del mismo, como si fuéramos a ser capaces de influir en algo con nuestras opiniones o con nuestras manifestaciones. Se ha debatido sobre la filosofía que rodea a la aparentemente sencilla (así debería ser) práctica de correr por la montaña y se nos ha llenado la boca hablando del espíritu del trail, algunos hasta se han llegado a rasgar las vestiduras diciendo que ya se estaba perdiendo esa visión romántica del trail e incluso de la relación entre el homo runner y las montañas. Bien, desde aquí una llamada a la calma y a la sensatez. Desde que el hombre es hombre, o incluso antes de nuestro estado de bipedestación, las montañas nos han resultado un misterio y por eso en todas las culturas se ha situado en las alturas, en las montañas, lo más cerca del cielo, el lugar de “unión” del hombre con el ser superior. Se construían altares, templos, catedrales en los puntos más elevados. Seguro que ya en aquellas épocas surgían discusiones en los diferentes foros en torno a la pérdida del “espíritu sagrado de la montaña” si al mandatario de turno, o al sacerdote, o cacique del lugar, se le ocurría hacer, pienso, una senda para facilitar el acceso de sus acólitos al lugar de predicación o de rezo. Había que mantener pura esa comunión entre dios y el hombre. Miles de años después, las montañas siguen estando ahí con la carga poética, religiosa, romántica, deportiva, de aventura o de negocio que cada uno le quiera dar y así estoy seguro que seguirá siendo por mucho tiempo independientemente que unas siglas con más o menos ceros en sus cuentas corrientes quieran proponer actividades regladas en torno a los senderos y a las cumbres. Siempre nos quedará la posibilidad de irnos con un grupo de amigos, con nuestra familia o más solos que la una, a disfrutar de esa experiencia espiritual en el medio natural. Pero que nos quede claro a todos que habrá también quienes prefieran acercarse a la montaña con un dorsal puesto, pagando lo que sea por la inscripción de una carrera, teniendo unos servicios “domésticos”, durmiendo caliente y en blando… Y que nadie sufra ni lo más mínimo, las montañas seguirán estando ahí y para mí seguirán siendo lo que siempre han sido, el lugar en el más me gusta estar.