Trail Run

EL ESPÍRITU DEL TRAIL

- José Antonio de Pablo "Depa" trailrun@mpib.es

En las últimas semanas han saltado varias noticias en nuestro pequeño mundo del trail y de las carreras de montaña que han hecho tambalears­e algunos cimientos en apariencia bien asentados, o quizá es que no lo estaban tanto… Se ha hablado, todos lo hemos hecho y en este número 47 de Trail Run lo seguimos haciendo, sobre el futuro de este deporte y hacia dónde van los designios y los rumbos del mismo, como si fuéramos a ser capaces de influir en algo con nuestras opiniones o con nuestras manifestac­iones. Se ha debatido sobre la filosofía que rodea a la aparenteme­nte sencilla (así debería ser) práctica de correr por la montaña y se nos ha llenado la boca hablando del espíritu del trail, algunos hasta se han llegado a rasgar las vestiduras diciendo que ya se estaba perdiendo esa visión romántica del trail e incluso de la relación entre el homo runner y las montañas. Bien, desde aquí una llamada a la calma y a la sensatez. Desde que el hombre es hombre, o incluso antes de nuestro estado de bipedestac­ión, las montañas nos han resultado un misterio y por eso en todas las culturas se ha situado en las alturas, en las montañas, lo más cerca del cielo, el lugar de “unión” del hombre con el ser superior. Se construían altares, templos, catedrales en los puntos más elevados. Seguro que ya en aquellas épocas surgían discusione­s en los diferentes foros en torno a la pérdida del “espíritu sagrado de la montaña” si al mandatario de turno, o al sacerdote, o cacique del lugar, se le ocurría hacer, pienso, una senda para facilitar el acceso de sus acólitos al lugar de predicació­n o de rezo. Había que mantener pura esa comunión entre dios y el hombre. Miles de años después, las montañas siguen estando ahí con la carga poética, religiosa, romántica, deportiva, de aventura o de negocio que cada uno le quiera dar y así estoy seguro que seguirá siendo por mucho tiempo independie­ntemente que unas siglas con más o menos ceros en sus cuentas corrientes quieran proponer actividade­s regladas en torno a los senderos y a las cumbres. Siempre nos quedará la posibilida­d de irnos con un grupo de amigos, con nuestra familia o más solos que la una, a disfrutar de esa experienci­a espiritual en el medio natural. Pero que nos quede claro a todos que habrá también quienes prefieran acercarse a la montaña con un dorsal puesto, pagando lo que sea por la inscripció­n de una carrera, teniendo unos servicios “domésticos”, durmiendo caliente y en blando… Y que nadie sufra ni lo más mínimo, las montañas seguirán estando ahí y para mí seguirán siendo lo que siempre han sido, el lugar en el más me gusta estar.

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