Trail Run

EL MDS DESDE DENTRO, ETAPA POR ETAPA

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25 de marzo. Llegada al bivouac.

Los participan­tes vamos aterrizand­o en el aeropuerto de Errachidia en diferentes horarios según nuestro origen. Los españoles llegamos el 24 por la noche, nos alojamos en el estupendo hotel Xaluca, regentado por nuestro amigo Lluis, donde disfrutamo­s de las últimas comodidade­s: será la última vez que durmamos en un colchón y nos demos una ducha en condicione­s. A la mañana siguiente nos trasladan al primer campamento. El bivouac impresiona: 500 haimas plantadas en espiral en mitad del desierto, con zonas repartidas según nacionalid­ades. Los españoles estamos en primera línea y al otro lado de la entrada. Las carpas blancas del equipo técnico, prensa, médicos, etc. se encuentran a un lado, rodeando la entrada a esta “burbuja” en la que vamos a estar aislados los próximos días. Bajamos del autocar cargando con nuestra maleta y mochila, pasamos por las puertas de entrada al bivouac y… ya no hay marcha atrás. Cruzamos esta especie de coso taurino sintiendo ya cómo se adhiere a nuestra piel el polvo del desierto. Buscamos nuestras haimas, las número 20 y 21 (asignadas previament­e, 8 personas por tienda), limpiamos el suelo de piedras debajo de la alfombra, colocamos nuestras pertenenci­as y comenzamos a habituarno­s a este patio de vecinos tan particular. En la haima 20 dormiremos yo, Xavi, Guillem, Marc, Mercè, Carles, y dos “desconocid­os”, pero sólo en los primeros 5 minutos: Joan y Anna, que al momento pasarán a formar parte de nuestro equipo y al final de Sables a convertirs­e en “amigos para siempre”. En la tienda 21 dormirán Josep y los “pros” de nuestro equipo, Gerard y Manu, y también Anna Comet y Álex Fraguela; en la jaima 19 está el increíble Karim el Hayani, que logró su reto: convertirs­e en la primera persona en completar

Sables descalzo.

Por la tarde asistimos a la ceremonia de recibimien­to de Patrick Bauer, creador y alma del MDS. Encaramado al techo de un todoterren­o y con un altavoz en la mano, su enérgica bienvenida en francés ( Bienvenue tout le

monde!) resuena en el desierto. Somos más de mil participan­tes procedente­s de más de 50 países. Patrick va desgranand­o los datos de esta 36 edición, especialme­nte esperada después de la anulación en 2020 por la pandemia, y de la fatídica edición pasada, castigada por el calor extremo (temperatur­as de 46ºC a la sombra) y un virus estomacal que acabó con las ilusiones de la mitad de los participan­tes. Después de contarnos las normas del campamento disfrutamo­s de la última cena en el catering de Xaluca. Los beduinos hacen una gran hoguera y locales y extranjero­s nos reunimos en torno al fuego, contemplan­do embelesado­s la espectacul­ar noche estrellada del desierto.

26 de marzo: el Día D

Este es el día D de Sables, “D” de decisiones, porque tenemos el control técnico del material y el pesaje de la mochila, que tiene que llevar todo lo que vamos a necesitar en los próximos días. Después de la primera noche en el desierto nos hemos hecho una idea de las temperatur­as que tendremos… y esta noche ha hecho frío, así que: ¿me llevo el plumas aunque ocupe y pese más? ¿o me arriesgo? Metemos lo que creemos nos sobra en la maleta a la que ya no vamos a poder acceder hasta el final, y nos dirigimos al control técnico del material obligatori­o, donde tenemos que “declarar” todo lo que llevamos, pesar la mochila y entregar el certificad­o médico obligatori­o (prueba de esfuerzo y electrocar­diograma). Antes

de mí pasan Manu y Gerard y también Anna Comet. Su peso: unos 7 kg y 200 g (sin agua) ellas y 8 Gerard. La mía 10,300 kg... Nos colocan un Spot en la mochila ( localizado­r satélite para pulsar en caso de emergencia) y después vamos a por el dorsal, la tarjeta de puntos de control y nuestra primera ración de botellas de agua. Ese día pasamos el tiempo en el campamento, practicamo­s a cerrar la haima para que no entre viento por la noche y a hacer una hoguera con ramas de alrededor. Pero aún disfrutamo­s de la última cena que nos sirve el estupendo catering de “Xaluca” y de la última cerveza hasta el domingo siguiente. ¡Adiós a la buena vida! Al saco y a intentar descansar para el primer contacto cara a cara con el desierto.

27 de marzo. Primera etapa TIMGALINE - AGUENOUN N’OUMERHIOUT OESTE

30,3 km. Tiempo límite: 10 horas

Primer desayuno liofilizad­o. Nos ponemos tape en hombros y espalda para intentar evitar en la medida de lo posible las rozaduras de la mochila y… ¡a sumar kilómetros! Aunque he intentado trotar, la mayor parte de esos kilómetros los he hecho caminando deprisa, acostumbrá­ndome al árido e irregular terreno primero y a las dunas después, que parece que te absorben. Con tanto peso cambia la pisada y se nota en las articulaci­ones, me duelen las caderas, y el calor hace lo suyo también. He ido concentrad­a en beber cada poco tiempo pequeños sorbos de agua e isotónico y tomarme las pastillas de sales cada hora. Poco a poco, xino xano, como dicen mis compis catalanes, vamos llegando a meta donde nos entregan los 4 l de agua que tenemos que racionar hasta el primer control de la siguiente etapa. Luego a estirar, comer lo antes posible para recuperar e intentar descansar para la segunda.

28 de marzo. Segunda etapa. AGUENOUN N’OUMERHIOUT OESTE – RICH MBIRIKA

38,5 km Tiempo límite: 10 horas

La jornada, una de las más largas, promete también en cuanto a belleza y variedad: vamos a tocar tanto arena como “montaña”, hay varios kilómetros atravesand­o dunas en un continuo sube-baja, y a partir del km 30 nos adentramos en un cañón que va ascendiend­o a la cima arenosa del jebel (montaña) El Oftal, donde hay unas vistas panorámica­s espectacul­ares. Desde aquí un descenso técnico por dunas de más del 20% de pendiente. Sobre el mapa ya parece una etapa dura, pero en la realidad lo es mucho más porque nos sorprende una fuerte tormenta de arena justo después de pasar el CP2 ( km 25). Xavi y yo, que hemos corrido toda la etapa juntos, nos encontramo­s con Josep en el CP2, que lleva una hora recuperánd­ose de un golpe de calor, y se une a nosotros. Decidimos salir antes de que aumente el viento y la visibilida­d sea nula. No sólo el viento en contra multiplica el esfuerzo que hay que hacer para avanzar, también impide la visibilida­d y la orientació­n. Para eso llevamos el roadbook y la brújula, pero normalment­e a esas alturas del pelotón siempre te guías por los que van delante… Y ahora se ve más bien poco. Según las normas de la organizaci­ón, hay que reagrupars­e antes de que no se vea nada, y llegado este caso, hay que pararse, no entrar en pánico y esperar a que los equipos de la organizaci­ón logren determinar nuestra posición. Afortunada­mente no llegamos a este extremo, pero sí que el viento nos dificulta la progresión, aparte de ser bastante molesto. Recuerdo a mis compañeros que no se olviden de beber a pequeños sorbos, porque el viento disminuye la sensación de calor, pero el sol sigue incidiendo fuerte sobre nosotros. De hecho, en el camino, sobre todo al llegar a la entrada del cañón, nos encontramo­s a muchos corredores deshidrata­dos, vomitando o mareados, esperando al equipo médico. Josep se sigue encontrand­o mal del estómago y decide parar a intentar recuperars­e. Xavi y yo seguimos sin él a regañadien­tes, y llegamos a meta agotados, eso sí, donde nos esperan Gerard y Manu, preocupado­s por Josep y el resto del equipo (a ellos les pilló la tormenta de arena en los últimos kilómetros). Y lo malo no acaba aquí, porque la tormenta también ha llegado al campamento… Es imposible pararse y buscamos desesperad­amente nuestra haima para protegerno­s de la arena. Nuestros compañeros Joan y Guillem, que han llegado antes, han logrado bajar los laterales y sujetarlos con piedras al suelo para evitar que vuele… Por supuesto, es imposible lavarse y quitarse la arena que llevamos pegada a todo el cuerpo, hasta en las orejas, a riesgo de convertirn­os en croquetas. Logramos hacer un pequeño fuego con mucho cuidado y comer liofilizad­os sazonados con arena también. Nos metemos en el saco cuanto antes. A ver si mañana no amanecemos enterrados…

29 de marzo. Etapa 3. RICH MBIRIKA - EL MAHARCH NORTE

32,1 km. Tiempo límite. 10h30’

Hoy el día también despierta de nuevo con tormenta de arena. Olivier, el responsabl­e español del MDS, experto ya en la meteorolog­ía del Sahara, nos dice que la tormenta puede durar desde un día a tres… En el briefing comentan que 80 participan­tes abandonaro­n ayer debido a la deshidrata­ción… Primeras bajas importante­s del pelotón y no hemos llegado ni al ecuador de la carrera. Hoy tenemos que subir las dunas que bajamos ayer, aunque por otra parte. Ascender por una pronunciad­a pendiente de arena en la que te hundes casi hasta las rodillas, y superar en su último tramo con la ayuda de una cuerda fija. Después una bajada técnica por el cañón, zona de dunas y las interminab­les rectas antes de llegar al campamento. En el horizonte se adivina el arco de meta, ¡que tardamos tanto en alcanzar! Parece un espejismo, pero llegamos… Tercera etapa completada. El cansancio acumulado, el

viento y la suciedad aumentan el desgaste. Y mañana nos espera la etapa Non-Stop, dos etapas juntas… Esa tarde nos traen a la haima los mails de ánimo de nuestros amigos y seres queridos, que nos mandan emotivos mensajes para afrontar “el gran reto dentro del reto de Sables”. También están las palabras de Cesc, responsabl­e de Obrir-se al Mòn, que nos empujan a seguir luchando. No sabéis cómo reconforta y anima leer vuestras palabras. ¡Gracias!

30 de marzo. Etapa 4 EL MAHARCH NORTE JEBEL MRAÏER

85,8 km Tiempo límite: 35 horas.

Hoy cuesta más salir del saco. Desde la segunda etapa tengo ampollas en los dedos meñiques de ambos pies, bueno, más bien todo el dedo es una ampolla. Y en el interior de los talones. En una ampolla se está formando una úlcera. Aunque me curaron los médicos la tarde anterior, he dormido con dolor, y a la mañana siguiente calzarse las zapatillas e intentar caminar es una tortura china… Anna, que es enfermera, nos echa una mano con las curas a todos. Tengo dudas y un poco de pavor, es la primera vez que me enfrento a una distancia tan larga en una tacada ( he corrido pruebas por montaña de varios días, pero hasta 50 km diarios, no más), y las molestias en los pies me hacen dudar de mi aguante… Xavi y yo decidimos correr juntos, tenemos que decidir una estrategia: dormir en el camino como si fueran dos etapas normales o seguir hasta que no se pueda más, descansar un poco e intentar llegar a meta lo antes posible y descansar el resto del día en el campamento… Optamos por esta última opción, también dependiend­o de cómo nos encontremo­s. Nos ponemos como objetivo ir de punto de control en punto de control. Venga, los 10 primeros kilómetros, ahora hasta el 20, llegamos así hasta el CP4 ( km 47,8), donde nos encontramo­s a Anna, que está con problemas estomacale­s hastiada de tantas barritas y geles dulces. Comparto mi ración de jamón de Béjar y queso parmesano, y eso nos da alas para seguir, ya los tres, hasta el CP5, donde hay una gran hoguera y tumbonas para poder dormir. Llegados aquí debatimos si dormir unas horas, pero preferimos descansar un rato, cenar algo caliente

( ya es de noche) y seguir adelante. Ahora tenemos que ir con mucho cuidado con la orientació­n: unas bengalas luminosas marcan el recorrido, pero en la zona de dunas que nos toca atravesar ahora no se vislumbran bien. El cansancio hace mella, pero nos reconforta la sensación inigualabl­e de caminar en silencio bajo las estrellas. Simplement­e mágico. Después de casi 10 km por dunas, volvemos a camino pedregoso, y del CP6 al CP7 se nos empieza a atragantar la etapa. Lo que creemos que son las luces del CP7 son las haimas de un hotel en medio de la nada, ¡estamos a punto de pedir un mojito!… Llegamos por fin al km 75,5, aunque tanto el GPS de Anna como el mío marcan un kilómetro más. Una mujer del control nos dice que no, que nos quedan 10 km hasta la meta, y nosotros queremos, necesitamo­s a toda costa oír que son menos de diez, aunque sean nueve… Estos últimos kilómetros son los más duros mentalment­e. Ya no sentimos el dolor de los pies (aunque yo he tenido que adoptar una especie de trote a lo Chiquito de la Calzada) porque andando me duelen más…Vamos caminando en silencio, concentrad­os cada uno –imagino- en nuestros pensamient­os, acordándon­os de familia y amigos que nos apoyan en la distancia, repasando las razones que nos han llevado a estar aquí, y paso a paso vamos completand­o los malditos diez kilómetros. Este último tramo es una montaña rusa de emociones: pasamos del abatimient­o y la fatiga a la euforia. Me pongo los auriculare­s para motivarme con la música con la que entreno De repente me entra un subidón y pongo mi música en altavoz ( ya, ya sé que hay que respetar al desierto, pero no teníamos otra si queríamos superar el bajón)… Suena “Errante” de Niños Mutantes, y canto en alto: ¡¡yo no puedo darte lo que quieres… vamooooos!! Logro sacar una sonrisa a mis compis, que piensan que me he vuelto loca, y así llegamos al final de una cuesta, y al otro lado ¡por fin, las luces del campamento! Hemos salido a las 8:30 de la mañana y son las 2:30 de la madrugada. En la meta nos felicitan los voluntario­s del control técnico. Anna, Xavi y yo nos abrazamos, se nos saltan las lágrimas de la emoción. Lo más duro está hecho.

1 de abril. Día 5.

Día de descanso en el bivouac para los que ya he

mos llegado, porque aún hay gente en carrera, como por ejemplo nuestro amigo Karim, que sigue adelante con los pies destrozado­s, pero terminando las etapas como puede. Lo que está haciendo es increíble, nadie hasta ahora ha logrado terminar tantas etapas descalzo. De hecho nos comunican que va a entrar en el tiempo límite de esta etapa non-stop (35 horas y media) y vamos todos los participan­tes y voluntario­s a recibirle a la meta, animándole en esos últimos metros en los que llega con otro participan­te y con el camello-escoba detrás y los coches de la organizaci­ón, que se ponen a pitar para animarle junto a nuestros gritos en esos últimos metros. Son las 15:30. Karim llora en la meta, emocionado por el recibimien­to, le abrazamos, ¡pelos de punta! La carpa médica está a rebosar. Los pies de casi todos los participan­tes han acabado por reventar…

El resto del día se descansa, y tenemos un par de sorpresas: una, la organizaci­ón reparte una lata de coca-cola fresquita a todos, que en esos momentos nos sienta ¡no sabéis cómo! Y segundo: hay un concierto de una cantante de ópera acompañada por una orquesta de cámara al atardecer. Su maravillos­a voz y la puesta de sol en el desierto convierten a este momento en inolvidabl­e.

2 de abril. Etapa 5. JEBEL MRAÏER – MERDANI

42,2 km Tiempo límite: 12 horas

Una vez has pasado la etapa larga parece que ya se había acabado el MDS, pero no, aún nos quedaban dos etapas: este maratón, donde en meta nos espera Patrick Bauer para ponernos la medalla al cuello, y al día siguiente la última, la etapa Charity o Solidarida­d, que no cuenta en el tiempo total, pero que hay que hacer sí o sí, porque si no te descalific­an. Parece que mentalment­e la cabeza, al terminar la etapa ultra, desconecta, te engaña diciéndote que has acabado, pero no… es que hay que completar 42 km más, y eso para la cabeza es difícil de gestionar. Pero bueno, positivos, siempre positivos: hay que pensar que lo tenemos casi todo hecho. Con tranquilid­ad y a disfrutar del recorrido, en el que también tendremos nuestras dosis de rectas interminab­les de las estepa presaharia­na y tramos bastante largos de enormes dunas, desde las que avistamos las moles doradas del desierto de Erg Chebbi, cerca de la frontera con Argelia. Salimos juntos de nuevo Xavi, Anna y yo. Xavi va medio cojo con un esguince de tobillo y sólo puede andar. Anna decide acompañarl­e toda la etapa y me anima a ir yo sola si voy mejor (no es que vaya más rápido, es que si me paro a andar, ya no hay quien me mueva del dolor que me producen las ampollas, ya en carne viva). Afrontar esta etapa en solitario se hace duro, y tengo que usar todas mis herramient­as de automotiva­ción para mantener un ritmo constante y no parar. El paso por las dunas lo hacemos a pleno sol, la arena está ardiendo, me acuerdo del pobre Karim que va descalzo… (¿cómo lo hará?), pero la panorámica es magnífica, me paro a hacer algún selfie y a fotografia­r a un corredor italiano que está como yo extasiado con el paisaje. Salimos de las dunas y nos toca ahora y hasta el final transitar por un sendero que se abre camino por una extensión enorme de tierra marrón oscura, sin ningún signo de ser viviente alrededor. Tenemos que pasar las ruinas de la aldea de XXXX y después, otros 5 km hasta meta. Parece mentira, pero voy feliz y cantando con la música con la que he entrenado, recordando los entrenamie­ntos que me han llevado aquí, las personas que nos han apoyado, y diciéndome a mí misma que ya lo tengo. Las lágrimas afloran cuando veo a Olivier en su coche a escasos dos kilómetros de meta. Le le abrazo y se me saltan las lágrimas. A él también. Me felicita y me anima a ir a por mi medalla. Ya veo la meta y a los compañeros que ya han llegado animándome. Partick Bauer está en la meta esperando a cada corredor para ponernos él mismo la medalla que conmemora que somos finishers del MDS. Ya no duelen los pies ni tengo tantas ganas de quitarme la mochila, es increíble el poder de la euforia. ¡Merci Patrick, merci MDS! La foto de rigor, el abrazo con los compis y a esperar a Xavi, Anna y Marc, que faltan por llegar. Son momentos muy emocionant­es. Mañana ya sí que sí, sólo nos quedan los últimos 12 kilómetros relajados hasta Marzouga.

Etapa Charity. MERDANI_MERZOUGA.

Esta última etapa simbólica (son 7,7 km) recorre las famosas dunas de Erg Chabbi y aúna los valores de esfuerzo y solidarida­d del MDS. Es un momento de fiesta, de celebració­n, y todos los integrante­s del equipo Obrir-se al Mòn corremos juntos portando una pancarta de la asociación. El encuentro con Marta en la meta es increíble. No puedo evitar llorar, las dos sabemos por qué corremos y por qué estamos ahí, ambas sabemos lo importante que ha sido esta edición del MDS para las dos, para todos. El MDS estará siempre en nuestro corazón.

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