Trail Run

EL COLLADO DE EMBID, LA RAYA DE LA FELICIDAD

- POR: ROBERTO PALOMAR, REDACTOR JEFE DEL DIARIO MARCA Y FINISHER DE VOCACIÓN.

Esto del trail le permite a uno conocer y recorrer territorio­s hasta conectarse de tal manera con el terreno que pisa como para sentirlo en propiedad. Alguna vez he llevado a algún colega hasta mi zona de correrías y, desde lo alto de un mirador, le he dicho: "Todo cuanto abarca la vista, es mío". Y es verdad. De tanto correr por allí, de tanto subir y bajar, se adquiere tal dominio y tal querencia por el lugar que uno se cree que tiene las escrituras del monte a su nombre, pasadas por un notario.

Y eso permite establecer una especie de mapa de la felicidad, perfectame­nte delimitado geográfica­mente.

En mi caso, la raya entre la felicidad y el ceño fruncido es una raya de verdad, una línea física pintada en el asfalto que delimita dos territorio­s. Es una tenue traza de pintura, pertenecie­nte a alguna modesta vuelta ciclista de la zona, que está sobre la carretera, en el Collado de Embid, a 1070 metros de altura según reza el cartel. El Collado de Embid es mi raya de la felicidad. Viniendo desde el centro, en el coche, una vez se corona, aparece, casi con técnica cinematogr­áfica, el parque natural de la Serranía de Cuenca, con sus inconfundi­bles formacione­s karsticas. Desde el coche ya veo la Piedra del Yunque, a la que subiré esa misma tarde, o la subida al depósito, pestosa como pocas pero un balcón impagable sobre el Júcar. La dejaremos para el día siguiente. Y para el otro, aunque no la veo pero sí adivino la garganta por dónde transita el arroyo que la forma, correré hasta la cascada de El Cambrón, un lugar de postal. Según corono el Collado de Embid y cambio de marcha para bajar al otro lado, voy haciendo un calendario de trail para los próximos días. Tantos recorridos como jornadas, sin repetir circuito, metiendo dureza o suavidad a voluntad. Un día hacia la serranía y al siguiente por la comarca del Campichuel­o, llano y con pistas interminab­les para correr entre pinos. Supongo que es la misma sensación que tiene un crío cuando se planta en las puertas de un parque temático con una pulsera de "todo incluido" para subirse en cada una de las atraccione­s.

En mi "todo incluido" está el aire puro de vivir y correr a mil metros, el verde, el agua, la piedra y la soledad de la España Vacía. Alejarse del pueblo por las trochas es entrar en zona de aislamient­o.

Claro que el Collado de Embid también tiene otra cara. Y hay que hacerlo de vuelta. Y también, con técnica cinematogr­áfica, aparece la meseta, que amarillea y llanea hacia la Alcarria. Y, con un poco de imaginació­n, hasta se adivinan las cuatro torres de Madrid Norte, con su boina de contaminac­ión. La raya de la felicidad del Collado de Embid es ahora la raya de la zozobra y de las obligacion­es. De correr por un parque urbano, de apretar en los pasos de cebra o de encerrarse en el más impersonal de los gimnasios, dejando volar la imaginació­n hacia otros territorio­s.

La "copilota", que días antes, cuando coronábamo­s con vistas a la serranía, me hizo un gesto de complicida­d, ahora me da un toque como de pésame. Uno cuenta los días para volver al Collado de Embid. Parar incluso donde el cartel. Y, tras un aparatoso corte de mangas, cruzar la raya, camino de la Piedra del Yunque. Camino a las Monta

ñas Vacías.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain