Trail Run

KILIAN JORNET Y SU DÍA PERFECTO EN EL EVEREST

Intentó ascender por el Corredor Hornbein

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“No llegué a la cima de la montaña que tenía en mente, pero sí conseguí todo lo

demás. Fue un día perfecto”. Con estas palabras resume Kilian Jornet la jornada de más de 30 horas que le permitió conocer en primera persona una ruta con la que llevaba tiempo soñando y de la que conocía muy pocos detalles, más allá de fotografía­s o descripcio­nes en libros de alpinismo. La ruta a la cima del Everest por la arista oeste es la menos habitual debido a su tecnicidad y su prolongada exposición a la altura. Además, se trata de una ruta muy vertical, con un terreno expuesto de roca y hielo, a la que se enfrentó en solitario y sin oxígeno suplementa­rio. La vía fue abierta en 1963 y es conocida como el Corredor Hornbein en honor a uno de los alpinistas que la realizó por primera vez, lo que fue considerad­o un hecho histórico de gran relevancia para el mundo del alpinismo. Para mí es mucho más importante el cómo que el qué y, en este sentido, este ascenso al Everest fue perfecto. Fue como un gran rompecabez­as en el que fui completand­o todas y cada una de las piezas menos una, la cumbre. En 1963, el recienteme­nte fallecido Tom Hornbein, junto a Willi Unsoeld, realizó la primera ascensión de esta ruta, la cual ahora puedo asegurar que es preciosa. Fue un placer seguir sus pasos durante unas horas. Mi ascenso comenzó por un corredor empinado que me llevó hasta la arista oeste del Everest. En ese punto, las condicione­s eran horribles: hielo azul debajo con una capa superior de nieve profunda. ¡Durante 1.000 m estuve haciendo 2 pasos hacia arriba y uno hacia abajo! Cuando llegué a la arista oeste hacía mucho viento, así que decidí refugiarme debajo de una cornisa durante 3 horas, para descansar y calmarme mientras disfrutaba viendo cómo la cola interminab­le de expedicion­arios que eligieron las rutas tradiciona­les ( la nepalí y la tibetana) avanzaban por su camino hacia la cumbre. Cuando el viento disminuyó, continué avanzando por la arista oeste y atravesé un terreno mixto hasta los pies del corredor de Hornbein. Allí me sentí muy cómodo y las condicione­s eran perfectas. Sin embargo, tras unos cientos de metros en el corredor, se rompió una bolsa de aire y provocó una avalancha que me arrastró unos 50m. En este momento dudé si debía continuar o dar la vuelta, hasta que finalmente decidí que lo mejor sería regresar. El descenso fue interesant­e: caían fuertes nevadas que me obligaron a usar la función “atrás” de mi GPS para poder encontrar el camino, ya que la visibilida­d era de tan solo 2 - 3 m y mis huellas habían desapareci­do bajo una profunda nevada. En definitiva, fue un gran día en la montaña en el que todo fue más que perfecto, excepto que no llegué a la cima."

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