mostraban, que tenía que ver con la Sierra y sus culturas ancestrales, pero sobre todo con el gran río Cesar y la cultura chimi, la que se replicaba en toda la extensión del territorio anfibio y que involucraba también a la cultura sinú. Una de las historias más sorprendentes que experimenté tuvo lugar en 1994, cuando vivía en un pequeño apartamento en El Rodadero de Gaira. Una mañana alguien llamó a la puerta muy temprano. Abrí y vi a un hombre mayor, aindiado, con la piel pegada a los huesos, el pelo blanco, y una mirada vivaz y gatuna. De manera muy alegre él mismo se invitó a seguir, se sentó en la sala y me entregó un legajo de papeles. “Yo soy Pacho Rada Ortiz, el compositor, y mi papá fue el verdadero Francisco el Hombre”, me dijo. El personaje al que hacía alusión es una figura legendaria del vallenato que, dicen, se enfrentó al diablo en un duelo de acordeones del que salió victorioso cuando cantó el credo al revés. Y el padre del hombre que me visitaba también es considerado una leyenda: el acordeonero Francisco Rada Martínez, Rey Vitalicio del Festival Vallenato, maestro de Andrés Landeros. Mi inesperado visitante quería proponerme que grabara sus canciones, tal y como las había hecho con las de Escalona. Nos quedamos cantando La lira plateña, El millonario, El caballo liberal y yo escuché todas las historias que me contó. Su papá siempre dijo que muchos cantantes habían tomado sus composiciones y, de todos, “Cuando tocaban los vallenatos más viejos, los sones, sentía que venían de la cumbia. Ahí comenzó un viaje fantástico”. 28 Jet-set DICIEMBRE 16 DE 2020