el observador - 55 Perfil - - Domingo 28 de febrero de 2021 un año sin mario bunge otros autores: el progreso del conocimiento, y de cada disciplina científica, necesita una filosofía científicamente informada para detectar problemas, enfrentarlos, hacer preguntas y buscar respuestas”. El más importante representante de la filosofía científica. “Era al momento de su muerte, pero desde mucho antes, uno de los filósofos más importantes del mundo, y en particular el más importante representante de la escuela de filosofía científica”. Quien lo dice es Pablo Jacovkis, doctor en matemáticas y ex titular del Conicet, autor de una historia de la computación en la UBA. Destaca que Bunge hizo contribuciones relevantes en áreas muy diversas: “En la filosofía de la matemática, de las ciencias naturales, de la ingeniería, de la tecnología, de las ciencias médicas y de las ciencias sociales, e incluso en la filosofía política”. El impresionante en ocho tomos, dice Jacovkis, “es su hazaña fundamental, pero no única: la originalidad y amplitud de su producción son asombrosas”. Jacovkis también enfatiza en la vocación bungeana por la educación popular -empezando por su Universidad Obrera, creada cuando tenía apenas 19 años- y en su interés por los problemas de la política contemporánea, embanderado en una izquierda no dogmática, donde “la Argentina siempre estuvo presente en su pensamiento”. En su labor intelectual jamás fue complaciente, porque priorizaba la búsqueda de la verdad. Eso lo llevó a ser duramente crítico y a recibir duras críticas también. El apego a la evidencia que proporcionan los datos o los cálculos es un aspecto central que rige la labor de Bunge. Incluso en campos donde las principales referencias no tienen mucho apego por ese criterio, como suele ocurrir en las llamadas “humanidades”. Una muestra de cómo su aporte se visualiza en campos diferentes nos la da José María Gil, doctor en Filosofía e investigador del Conicet, especializado en educación y lenguaje. Su acercamiento y su interés en la obra de Mario Bunge provienen de esa vertiente. Dice que Bunge cultivó el pensamiento crítico y el criterio de racionalidad “sin concesiones a la corrección política o al sentimentalismo. 1 2 3 4 Pablo Jacovkis. Alejandro Agostinelli José María Gil. Alberto Cupani. 5 6 Diana Maffía. 7 Teresa La Valle. Vandana Shiva. Su análisis de cómo los enunciados de la lingüística deben evaluarse en términos de los datos lo lleva a enfrentar a una vaca sagrada como Noam Chomsky, cuya desnudez conceptual se hace manifiesta a pesar de que en ciertos ámbitos se sigan elogiando sus finas vestiduras”. El análisis de Mario Bunge, explica Gil, permite entender que la lingüística chomskyana se sostiene en un compromiso dogmático, que resulta incompatible con una genuina ciencia del lenguaje, cuyas hipótesis se deben contrastar con datos lingüísticos reales. XX”: parecía “estar al tanto de cuanto asunto interesara a la sociedad e hiciera parte de la cultura occidental”. Su vasta producción lo atestigua, al ocuparse de asuntos muy variados entre los cuales brilla el monumental Tratado de filosofía básica su disposición a estudiar la realidad como un todo lo vincula con Kant o aristóteles Tratado de Filosofía Básica, que ya mencionamos. Allí Bunge “procuró demostrar que los principales problemas de la filosofía occidental podían ser formulados de manera exacta y respondidos con el auxilio de la información científica actualizada”. Cupani asegura que Bunge fue singular por varios motivos, entre ellos por defender el valor cultural y moral de la ciencia en tiempos en que diversos intelectuales se habían vuelto francamente hostiles a ella. Y también por su osadía en elaborar un sistema filosófico en una época en que tal empresa se considera superada. Otro elemento central es que para Bunge la defensa del conocimiento filosófico se vincula con que sea compatible con la ciencia, de una manera que desagrada igualmente a “positivistas” y “antipositivistas”. Entre sus méritos, Cupani incluye “su defensa del humanismo comunitarista”, la aspiración a vivir “en y para una sociedad ecuménica, con diversidades naturales pero sin desigualdades artificiales que favorezcan a una minoría”. Para él, “querer una humanidad mejor, más libre y creadora, es querer que cada individuo sea mejor, más libre y creador”, y reconocer que la verdadera democracia no es la meramente representativa sino la participativa, parecer exagerado para quienes no lo han leído, pero no lo es en absoluto para quienes abordan su trabajo desde diferentes campos. La mención a Aristóteles, a Kant o a Leibniz como referencias de esa disposición a estudiar la realidad como un todo, suele aparecer al lado de calificaciones como “el último ilustrado” (así se titula un libro en su homenaje), el “último filósofo” o el “último aristotélico”. Para Alberto Cupani -doctor en Filosofía y profesor titular ya jubilado en la Universidad Federal de Santa Catarina- Bunge fue “una suerte de Leibniz del siglo tacados en poner la lupa sobre pseudociencias y rarezas epistémicas de toda índole. Conoció a Bunge en los 90 y desde entonces su labor estuvo atada “en varios modos” a la de Mario Bunge. “Me emocionó mucho que en su libro Un Aristóteles de nuestra época. Por su avidez e interés intelectual sin límites, pero sobre todo por sus aportes innumerables en casi todas las áreas relevantes de la filosofía contemporánea, hay quienes no dudan en equiparar a Bunge con algunas de las más grandes figuras de la historia del pensamiento mundial. Podrá Memorias. Entre dos mundos me considerase su amigo”, cuenta. Y entre sus recuerdos sobre Bunge brilla la fascinación de sus hijas “cuando supieron que Mario no tomaba exámenes: para aprobar o desaprobar a un estudiante solo pedía una monografía y una exposición oral sobre un tema a elección”. Alejandro asegura que extraña tres cosas de Bunge: “Su espíritu jodón, los benéficos efectos de su cercanía (un hombre con esa apabullante vitalidad no puede sino ejercer una influencia positiva) y su enorme capacidad para insistir lo inadmisible que resulta que existan filósofos, e incluso epistemólogos, que sólo reciten nombres o discutan e interpreten lo que dijeron el apego a la evidencia que brindan los datos es central en su labor Sigue en pág. 56